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miércoles, 18 de marzo de 2009

Personajes de Buenos Aires: La titiritera


La titiritera

Se sienta en la puerta de una librería. Al lado, tiene el canasto con los títeres que hace ella. Duendes, brujas, princesas, hadas y hasta un soldado esperan a los compradores mientras se exhiben. Mientras, la mujer lee un libro. Le pregunto cuánto cuesta un títere. ¿Cuál, me dice? La bruja, digo. La titiritera me mira con complicidad: Hay que tener una bruja en casa para que no entre otra. Sí, claro, así dicen, le contesto. Nos ponemos a hablar de los títeres. ¿Cuánto tiempo hace que hacés esto? Le pregunto. Muchos años, dice. También tengo varias obras escritas. Quisiera ver los títeres le digo, entonces me los muestra sacándolos del canasto uno por uno. Hay duendes despojados de lujos, hadas mejor vestidas, brujas modestas y también con ropas más lujosas, vestidas de tul y con estrellas en el sombrero. Me gustaría fotografiar los títeres, le digo, para mi revista. Me dice que sí, que les sacan muchas fotos, sobre todo en el barrio de San Telmo, adonde va los fines de semana. Seguimos hablando durante un rato, no sé por qué la conversación deriva hacia el tema de la madre. Me cuenta que hace unos días le compró a su madre en la Feria de San Telmo un álbum de tejidos a mano. Ella tejía mucho, me dice. Pero cuando se lo dí me dijo:
¿Por qué no me lo trajiste a los cuarenta años? Ahora no tengo más ganas de tejer. Volvemos nuestra atención hacia los títeres. Le digo que iré a buscar la cámara para tomar las fotografías. Mientras seguimos conversando y mirando los títeres me pide que les acomode las caras para que se vean en las fotos. Le compro una bruja, la del vestido negro y lujoso, con tul y estrellas en el sombrero. La voy a colgar de la biblioteca, le digo. No, no, no la cuelgues, los títeres no tienen que estar colgados, parecen ahorcados. ¿Entonces? Ponela en un jarrón, si querés. O apoyada en la biblioteca, porque sino se hunde. Está bien, le digo, voy a hacer eso.
Más tarde vuelvo con la cámara, ya es de noche y empiezan a circular los cartoneros, la gente que busca cartones en los tachos de basura para después venderlos. Vienen con los carros y caminan empujándolos mientras van acumulando papeles y cartón usado. Mucha gente camina apurada y no me permite sacar las fotos, pasan demasiado rápido. A mi espalda, los autos corren veloces. La titiritera me dice que no quiere salir en las fotos porque no es fotogénica y sigue leyendo. Tiene un gorro negro parecido al de los duendes que hace ella. Gatillo la cámara, algunos títeres están de frente, mientras, la titiritera sigue leyendo impasible, mientras varias personas recorren en la librería la mesa de ofertas.


(c) Araceli Otamendi

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