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lunes, 14 de septiembre de 2009

Cine: Un aliento con el sello Kim Ki-duc


Un Aliento con el sello Kim Ki-duc



(Buenos Aires) Jorge Jofre




En Aliento (2008), filme de Kim Ki-duc estrenado recientemente en Argentina, resulta complejo determinar el tema dominante. James Orwell sostenía que en Macbeth el tema es simplemente la ambición “si quieren Macbeth es la historia de Hitler o de Napoleón. Pero también es la historia de cualquier empleado de banco que falsifica un cheque, de un funcionario que acepta una coima…”.

En el filme de Kim Ki-duc no hay una dominante tan clara, rondan varias ideas: el hastío; la infidelidad; las pasiones desatadas; el riesgo de muerte. Pero todos esas ideas parecen estar suministrados por el director coreano por porcentajes y casi a modo de poción.



Kim Ki Duc elabora el filme bajo el soporte de lo cotidiano. Monotonía, decepción y violencia solapada parecen nutrir el argumento del mismo. Una joven mujer (Yeon) es engañada y maltratada por su esposo; la rutina de su vida y la falta de nuevas metas la llevan hasta despreocuparse de su pequeña hija y a buscar a modo de paliativo la pantalla de televisión. Se la ve en una de las primeras tomas viendo televisión en el living de su casa.

Un suceso televisivo movilizará las rutinas de Yeon: se entera por un noticiero de que un hombre condenado a muerte (Jang Kin) ha intentado nuevamente suicidarse en prisión. Decide visitarlo y hablar con él.

Tras el primer encuentro vendrán otros, donde ya Yeon ambienta una habitación. Reviste las paredes de la misma con fotos murales de paisajes que corresponden a cada una de las estaciones del año; se viste de acuerdo al clima y canta una canción.Las cuatro secuencias bordean el límite de lo grotesco y lo bizarro; determinan un corte en medio del filme que sazona al mismo y le da fortaleza para un final no previsible, porque el espectador a esta altura de la historia comienza a plantearse sobre la instancia del desenlace.

La cuestión de las cuatro estaciones no es sólo la reiteración de un tema ampliamente desarrollado en Primavera, verano, otoño, invierno y primavera (2003) sino que es presentada, en este filme, como una estrategia de Yeon para seducir a un reo que no puede expresar palabra alguna dado que uno de sus intentos de suicidio le ha afectado la garganta y la posibilidad de hablar. Yeon es todo palabras; Jang Kin todo silencio; las estaciones acompañan a los dos despertando emociones y reflejan sin duda como en filmes anteriores del director el flujo de la vida.

Poco a poco hombre y mujer van trascendiendo los límites. Primero será un beso en el vidrio que los separa; luego el contacto directo de las bocas y por último una relación carnal tras la cual Yeon intenta cortar el aire del cuello de Jang Kin. Tal acción determina una nueva ruptura en el relato y preludia el desenlace. El condenado vuelve a su celda, donde será muerto por otro preso debido a los celos que le despiertan la relación del mismo con la mujer.

Mientras esto ocurre, Yeon, sale al exterior y se encuentra con que está nevando. Su esposo y su pequeña hija (que la han acompañado en esta última visita a prisión) juegan con la nieve y ella se agrega al juego. Luego se marchan los tres por la ruta cantando una canción invernal.

Aliento no es sin duda precisamente un filme de amor, ni tampoco de desengaños amorosos aunque por cierto que tales elementos están implícitos en varias secuencias. Como en muchos otros filmes de Kim Ki-duk las pasiones desbordadas y el suspenso de lo inabarcable juega su rol; así como también el recurso de la cámara que muestra un porcentaje menor de lo que el espectador desearía ver. Ese margen o porcentaje de lo no mostrado genera incógnitas e intriga: uno nunca sabe en definitiva que va a ocurrir. La cámara sólo muestra pequeñas acciones precisadas por cortes muy marcados entre secuencia y secuencia.

Así es como nos encontramos casi repentinamente ante la escena del acto carnal entre Yeon y Jang Kin. Así es como la toma de la cámara continúa, desembocando en el intento de Yeon de ahogar al reo. Pero, igualmente tenemos en claro que la mujer no actúa bajo el móvil de Macbeth que intenta matar por ambición.

Tanto el preso que mata a Jang Kin como la amante del esposo de Yeon son piezas que se agregan al tríangulo: mujer- esposo- condenado a muerte; son piezas que juegan un rol en la partida. Aunque aparezcan casi subrepticiamente como en el caso de la amante del esposo de la cual sólo sabemos su existencia por una campanilla de celular y las respuestas del mismo a través del aparato, o una cachetada en el rostro del hombre donde sólo se ve la mano de la mujer. Son piezas de un juego que el director despliega ante el espectador, si bien tal vez no tan brillantemente como en otros de sus filmes, pero que de todos modos nos permite percibir cierto sello característico del cine de Kim Ki-duc.


(c) Jorge Jofre

publicado el 14-9-2009

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