CBM Complejo Bibliotecario Municipal
Palacio López Merino
Boletín
Especial
Eva Perón
7 DE MAYO
1919 / 90 años / 2009
Apéndice
(La Plata)
El Intendente nos había dicho que quería escribir algo en el boletín especial dedicado a Evita. Que para él sería particularmente grato hacerlo y que quería estar presente “de mi puño y letra” en el homenaje.
Sus ocupaciones fueron demorando el envío de su nota y nosotros la del boletín. Ayer, para liberarnos porque no tenía la seguridad de poder cumplir y que “ya es once, mándenlo”.
Lo enviamos.
Anoche, tarde nos llegó su escrito, sin pretensiones de que fuera publicado. Decidimos enviarlo como un apéndice del boletín especial.
Evocar a Evita es una de las tareas más gratas que puede sentir un peronista.
Mucho más ahora, que ya no es patrimonio exclusivo de nadie, quizás porque el paso del tiempo todo lo ordena.
Evita fue y es el verbo de la dignificación humana. Su voz potente y decidida logró que reaccionaran hasta los más insensibles, convirtiendo su gesta en cultura asumida.
Esta sociedad no ha podido aún dar cumplimiento a sus sueños. Los hombres no somos todavía iguales en el punto de partida. Pero muchos, la inmensa mayoría, sabemos qué es lo que está bien y lo que está mal, aunque no podamos todavía lograr el equilibrio social que el humanismo más básico reclama desde el fondo de los tiempos.
No es que no se haya logrado nada. Desde el primer voto femenino en 1952 hasta una mujer presidenta en 2007, hay un profundo proceso igualador que de puro obvio, fructificó en relativo escaso tiempo.
Podría citar otros ejemplos, el salario digno que reemplazó a los vales, la jornada de 8 horas, el pago de horas extras, las vacaciones, los sistemas de salud, el turismo infantil, conquistas todas que encarnaron en la cultura nacional haciéndose imposible retroceder hacia formas pretéritas.
El ejemplo de Evita tiene plena vigencia también en una discusión muy de este momento, aquélla que pregunta cuál es la diferencia entre un líder político y un líder electoral.
En tiempos de crisis para los partidos tradicionales, transitamos el sistema democrático de la mano de buena cantidad de líderes electorales circunstanciales, quienes más allá de algún éxito ocasional no agregarán valores culturales permanentes a la sociedad.
Los líderes políticos son otra cosa. Evita no participó de elección alguna. No necesitó contar votos para legitimarse políticamente. Y aún así modificó de cuajo la conciencia política, social y económica del país.
Eso es un líder político. Un conductor que puede modificar los valores imperantes en un tiempo, hacia nuevas escalas de valores que hagan cultura permanente en sus pueblos.
No quiero abundar. Sobre Evita se ha dicho todo. Sólo quiero agregar que su mayor virtud, desde mi óptica, es que podía “mirar al otro”, al pobre, al desamparado, al injustamente relegado. Ella pudo, quizás mejor que nadie en su tiempo hacer visible lo invisible, revelar lo oculto y colocar a la dignidad y al orgullo como elementos integrantes de la identidad del pueblo trabajador de la Argentina.
PABLO BRUERA
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