Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

viernes, 31 de julio de 2009

Muestra de Carlos Gorriarena en Sala Cronopios












(Buenos Aires)Araceli Otamendi

Hasta el 23 de agosto se puede ver en la Sala Cronopios del Centro cultural Recoleta una muestra del artista argentino Carlos Gorriarena curada por Raúl Santana.
A dos años de la muerte del pintor esta exposición homenajea a un gran artista.
Los cuadros de Gorriarena se destacan por los llamativos colores que utiliza, el trazo expresionista en muchos casos semejante al fauvismo. Es un arte comprometido con la realidad social como destaca María Laura San Martín.
La pintura de Gorriarena no puede dejar indiferente al espectador, es una mirada crítica:

Opiniones:

"El artista ya no mira la realidad desde una enarbolada superioridad ideológica, sino desde el caos de un mundo de difícil pertenencia, que también lo envuelve". (1)

"Sin demagogias, sin falsas concesiones al dibujo anecdótico, sigue respondiendo temperalmente a la historia contemporánea".
Miguel Briante, escritor argentino y crítico de arte

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Datos de Carlos Gorriarena


Carlos Gorriarena nació en Buenos Aires en 1925. Murió en enero de 2007. Tuvo como maestros a Lucio Fontana en escultura y a Antonio Berni en dibujo, en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Luego de cursar unos años, ingresó en el taller de Demetrio Urruchúa. A partir de 1965 empezó a exponer en forma individual y colectiva en la Argentina y en el exterior.
Junto con otros artistas: Carlos Alonso, Antonio Seguí, Juan Carlos Distéfano, Lea Lublín y muchos otros participó a su manera de una renovación de las artes plásticas argentinas.

Su pintura comprometida con la realidad social partió de un expresionismo de paleta sobria y recia formalidad. Según el libro de María Laura San Martín, Gorriarena permaneció durante años sin gran relevancia, pero en épocas más recientes logró imponer su presencia y ha recibido todos los premios y reconocimientos (2).
También según San Martín “la imagen de Gorriarena se ha actualizado sin perder su actitud denunciante (que sabe apelar a un agrio humor). Fuerte, plasmada en grandes síntesis, con recios empastes, con su colorido vehemente de neto cuño expresionista. De él ha dicho Raúl Santana: “Vinculada al acontecer público, su pintura sigue aspirando a esas posiciones críticas que cierta posmodernidad considera obsoletas”.(2)
En Septiembre de 2006 se realizó una muestra de dibujos de Gorriarena en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, curada por María Teresa Costantin.


Principales premios recibidos por Gorriarena:
1984- Premio pintura Museo Eduardo Sívori. Salón Municipal Manuel Belgrano, Argentina
1986- Gran Premio de Honor, Salón Nacional, Argentina
1987- Beca John Simon Guggenheim, Memorial Fundation, New York
1990- Premios a las Artes Visuales
1989- Asociación Internacional de Críticos de Arte, Sección Argentina
1992- Primer Premio I Bienal de Pintura de la Fundación Konex, Argentina
1993- Premio Trabucco, Academia Nacional de Bellas Artes, Argentina
2005- Premio a la Trayectoria, Fondo Nacional de las Artes. Argentina
2005- Se publica Gorriarena, La pintura, un espacio vital. Diana B. Wechsler, María Teresa Costantin, Fundación Mundo Nuevo, Buenos Aires, Argentina



El riesgoso camino de Gorriarena

por Raúl Santana


Entre los debates en torno al arte que se desarrollaron en las primeras décadas del siglo XX, artistas y teóricos de la abstracción emergente, cuestionando la ilusoriedad representativa, han afirmado que la historia de la pintura, ha sido la aventura de un cuerpo -la materia- y su sombra lo que se ha erigido a lo largo de centurias como figuraciones. Salvo casos muy excepcionales, la materia habría quedado minimizada para dar protagonismo a las sombras. Con distintos grados de aparición o desaparición del referente se ha desarrollado la saga de la pintura. Eliminar las sombras para darle protagonismo a la materia, ha sido el tema fundamental, de la aventura emprendida por aquellas abstracciones emergentes. ¿Será cuestión de elegir tajantemente la sombra o el cuerpo, o es posible seguir refiriéndose al mundo sin restarle protagonismo y dimensión a la pintura? El dilema planteado ha sido tratado exhaustivamente a lo largo del siglo y en lo que va del XXI por la tarea de innumerables artistas, y no ha sido ajeno a las preocupaciones de Carlos Gorriarena. Su obra se erige como una vital y potente respuesta al problema planteado: si bien para concebir sus obras ha partido casi siempre de fotografías de los medios, jamás ha dejado que el referente opaque su pintura. Este ha sido apenas una semilla, el punto de partida para movilizar las claves imponderables con las que Gorriarena emprende la aventura de cada cuadro, que siempre será el advenimiento de otro mundo. Aquí la incidencia entre su pintura y la realidad aparece a través de la materia directa que hará vivir en la tela formas, signos y tramas secretas, lejos de cualquier descripción, verdad empírica o anatómica, que nos remite desde su mundo de equivalencias visuales al mundo, como si este alcanzara una conflictiva, luminosa, enigmática o doliente presencia. No es casual que alguna vez, refiriéndose a aquellas fotografías, haya dicho “me actualizan la incoherencia del mundo”. Referencia particularmente notable en aquellas obras de la década del 70, en las que el objeto elegido era político o, mejor dicho, los efectos que sobre la realidad tiene lo histórico-político. Alejada de cualquier sentimiento celebratorio la expresividad de esa etapa -momento en que su obra empezaba tener los más altos reconocimientos- lo incluía en lo que debemos llamar “tradición crítica” del arte argentino.

Gorriarena siempre se reía de la vieja antinomia abstracción-figuración, que todavía tenía vigencia en nuestro medio en la década del 50, momentos en que comenzaba a hacerse pintor. El se situaba mas allá, aclarando que toda pintura tiene que ver con formas abstractas que deben vivir en el cuadro, sea partiendo de un objeto elegido o no. Decía “el color se retroalimenta y así van naciendo las diferentes partes del cuadro cada una como consecuencia de la otra, lo que forma un organismo pictórico donde nada queda definitivamente adelante ni atrás, porque cuando algo queda atrás o adelante es porque está muerto y si está muerto está pudriendo el conjunto que lo rodea”. Para el artista, el cuadro debía ser una realidad viviente, a lo que habría que agregar que más que reflejar las apariencias del mundo, se incluye en el como un nuevo objeto autónomo que interactúa con la realidad. Por otra parte la idea que se desprende de la referencia “atrás, adelante”, es que el espacio es un perpetuo conflicto entre profundidad y planimetría.

En 1984 en un reportaje realizado por Miguel Briante a Gorriarena, Macció, Noé, Heredia y F. Maza para el diario “Tiempo Argentino”, en un momento se suscitó un intercambio de ideas entre Macció y Gorriarena que significó una bella perla. Frente a una pregunta Gorriarena contestó “Rómulo es el mejor pintor de nuestra generación”. Tal vez abrumado por semejante elogio sinceramente expresado, un poco más adelante del reportaje le tocó responder a Rómulo frente a la pregunta “¿Qué dirías de Gorriarena ?” “Que es un pintorazo (…) desde hace unos años está haciendo cosas fenomenales, sobre todo como pone la materia, como la hace vibrar, es sensacional. Lo único que le puedo criticar ya que el está aquí, es eso de que se enojó tanto cuando dije que para mí la pintura es un arte del espacio, creo que es porque es un pintor español y los pintores españoles tienen bastante poco sentido del espacio, salvo Velásquez, que aprendió de la pintura italiana, son mas bien románticos, cuando ven un hueco meten una cosa”. Macció expresaba una concepción del espacio totalmente opuesta a la de Gorriarena. El espacio para él, jamás es esa caja o escenario que se impuso en el Renacimiento cuando se consolidaron las leyes de la perspectiva. No está definido a priori, es un resultado posterior al accionar del artista en cada cuadro, es lo ocupado por la materialidad de las figuras, los objetos y el vacío que las contornea. Mas que lugar donde campean los encuentros serenos, es lugar de conflictos, de ahí la violencia e intranquilidad que tantas veces expresan sus pinturas, que rechazan la idea del espacio como continuo y homogéneo.

En 1983, en otra entrevista Gorriarena aclara “Nosotros estamos insertos en un sistema, pero la pintura también constituye un sistema, con leyes particulares. Si la miramos para abajo, pareciera que el sistema de la pintura fuera cerrado; si lo damos vuelta para arriba está unido al sistema en que vivimos. Yo no creo en aquellos que creen que el sistema de la pintura está apartado de un sistema que lo supera -que es la vida-, ni tampoco en aquellos que creen solamente en la vida, y no creen que la vida también constituye un sistema; creo que el conflicto es realmente lo que hace vivir una obra. No creo en la pureza del arte”.

En aquellos primeros años del retorno de la democracia empieza a cambiar el objeto elegido; ahora Gorriarena dirige su poderoso foco a lugares voluptuosos puntos de encuentro de excitación, frivolidad, vicio y abandono; pasarelas y vidrieras donde la farándula y otros submundos hacen su celebrada aparición mostrándose como en el mejor de los mundos. En su galería de “casos” y “cosas”, el pintor, negándose como siempre a la “inocencia artística”, propone un imaginario ambiguo y enigmático; lo que no significa que esta pintura no acceda a una materia suntuosa, que propone a cada instante los gestos y acumulaciones propios de quien siente su arte como ese ámbito en el que suceden acontecimientos que tienen que ver con la pintura como laberinto que posibilita otras tramas. Y si en el período en el que el objeto elegido era histórico-político, se señalaba hasta que punto estamos insertos en la violencia, en estas obras irónicas y sarcásticas, pareciera decirnos que en los lugares de esparcimiento y voluptuosidad, en la televisiva frescura y espontaneidad de sus personajes, la violencia persiste como mueca decorativa.

Pero si todavía en aquellos años persistían en sus imágenes la crítica y la agresión, paralelamente, comienzan a aparecer señales de otro sentimiento del mundo; tal como expresó el pintor en una conversación que mantuvo conmigo a comienzos de la década del 90, publicada en la revista “Cultura”: “Vos dijiste alguna vez que yo sigo siendo un cronista y lo creo. Pero ahora lo soy sin preocuparme de serlo (ríe). Antes había una preocupación de documentar, de objetivar más mi relación con el contexto. Hoy no tengo ese tipo de preocupación. De pronto es una actitud mas madura. De lo que tengo conciencia es que cada vez me resulta más difícil elegir lo que voy a pintar. Pero esto tiene una causa muy concreta: el hecho de que haya pasado a segundo o tercer término la agresión, la crítica (ríe) a uno le resulta más difícil elegir algo para pintar. (…) Si tuviera que ejemplificar diría que las fotos que hoy me interesan las hubiera desechado totalmente diez años atrás.”

Podemos advertir claramente en aquella pintura de los primeros años de la década del 90, que la negación al fondo, esos planos por momentos brutales, ese rasgado de las figuras que otorga primeros planos todavía mas abruptos, sin desaparecer, comienzan a alternar con otro imaginario, donde las figuras, como en el cuadro “Querida nuestro siglo se acaba” de 1990, manifiestan un lirismo alejado de sus habituales ficciones. La escena hace convivir al espectador con lo familiar que se vuelve extraño, en un clima de serena incertidumbre; aunque con una atroz carga de melancolía reaparece en “Persona del siglo que se va” de 1999. Las elocuentes y expresivas señales desaparecen. El mundo, para la mirada del pintor, a pesar de las apariencias reconocibles, pareciera haberse vuelto inmanente. La persona está en el paisaje como otra clave inescrutable de la experiencia de lo ominoso.

Otro rasgo del nuevo imaginario, es que la predominancia del mundo urbano, constante en su pintura a lo largo de su camino comienza a alternar con inesperados encuentros con la naturaleza. Seguramente sus estadías, en el Tigre primero y después en su amada casa “Siete Candelas” de La Paloma, donde hasta su muerte pasó muchos veranos junto al mar, fueron despertando en él -pintor al fin- un inquietante interés por la tierra, los cielos, el río y el mar; lo que dio lugar a una relación distinta con el espacio, como si el mundo empezara a adquirir nuevas distancias, lejanías inexistentes en sus abigarradas visiones de otras etapas. El paisaje nunca será tema exclusivo, pero proporcionará un marco constante a los protagonistas de sus nuevas ficciones. No es casual la cantidad de escenas de playa del último tiempo. Y aunque en ellas persiste algo del clima frívolo de las “Pasarelas” de la década del 80, por la luminosidad y el espacio, también expresan la dicha de vivir.

En el magnífico cuadro “En algún lugar siempre amanece II” del 2006, que es un indudable autorretrato, retoma la estructura de “Recuerdos del siglo XX”, de 1994, pero ahora con un endemoniado juego de espacios virtuales. La obra representa un enorme espejo con marco en lo que pareciera ser un interior. En la parte izquierda una figura enigmática mira al espectador y su nuca y espalda se reflejan en el espejo; hacia la derecha, ocupando la totalidad del plano el espejo refleja un exterior, un dek, prácticamente sobre el agua, donde se ve una mujer de espaldas y en la reposera, la figura del pintor serena, mira el enorme espacio que se abre hasta el lejano e incandescente cielo del fondo. Solo la figura de la izquierda está en el espacio virtual del cuadro, las demás aparecen en la virtualidad de la virtualidad del espejo. ¿Será un actual y transfigurado homenaje a Velásquez ?. Otro juego similar se puede apreciar en “El pintor y su sombra” también del 2006. Hay un cuadro “El riesgoso camino hacia la nada” también del 2006 que para los amigos de Gorriarena fue recibido como una conmovedora despedida; una figura de espaldas serena y decidida está comenzando a entrar “en un bosque sombrío”, que me hizo pensar en aquel poema de Heidegger: “Camino y báscula / sendero y fábula / se encuentran en un pasaje / anda y soporta / yerro y pregunta / a lo largo de tu único camino “.

¿Sabe un pintor que busca con su arte? Supongo que hay pintores que así lo creen. Pero la pintura de Gorriarena siempre ha sido un riesgoso camino, aquello a lo que se refería el gran poeta expresionista alemán Gottfried Benn, cuando afirmó: “El mundo de la expresión: ¡esa mediación entre la razón y la nada! “Palabras que sintetizan admirablemente el camino del artista”. Sólo habría que agregar que su obra ha sido destilada insistentemente de las invisibles heridas, a veces cicatrizadas otras no, que acompañaron la existencia de este gran pintor llamado Carlos Gorriarena.

Junio de 2009

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Bibliografía:
1) Arte y política en los ´60, Catálogo de la muestra del mismo nombre en el Palacio Nacional de las Artes, (ex- Palais de Glace), Curador Alberto Giudici.
2)María Laura San Martín, La pintura en la Argentina, Editorial Claridad


(c) Araceli Otamendi


imágenes:

Enigma 30, 2005, acrílico sobre tela, 148 x 89 cm




El pintor y su sombra, 2006, acrílico sobre tela, 150 x 150 cm


Sombras, 2006, acrílico sobre tela, 123 x 233 cm


Cancha, 2006, acrílico sobre tela, 170 x 200 cm


Partenón, 2005, acrílico sobre tela, 155 x 235 cm


Sobreseídos, 2006, acrílico sobre tela, 180 x 140 cm


Empapelados, 2006, acrílico sobre tela, 140 x 160 cm

La superficie de las cosas, 2004, acrílico sobre tela, 80 x 144 cm


La casa del sofá amarillo, 2006, acrílico sobre tela, 150 x 150 cm

En algún lugar siempre amanece II, 2004, acrílico sobre tela, 140 x 160 cm

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