Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

martes, 16 de marzo de 2010

Ensayos/crónicas: Sandro de América por Araceli Otamendi




Sandro de América


(Buenos Aires) Araceli Otamendi

Sandro, el ídolo musical conocido como “Sandro de América” por el gran éxito que alcanzó ante el público tanto argentino como de otros países de América fue el personaje creado por Roberto Sánchez, el chico que provenía de Valentín Alsina, un barrio de la zona sur  bonaerense.
Hijo único de Vicente Sánchez y de Irma Nidia Ocampo se crió en un inquilinato – conventillo – de esa localidad con sueños de artista, mucho talento  y un gran trabajo.
Dos libros escritos en vida del artista  dan cuenta de cómo se forjó el ídolo de la canción popular argentina – considerado un pionero del rock nacional. La revista Rolling Stone le dedicó después de su muerte, la nota de tapa.



Uno de los libros es Sandro, el fuego eterno, de Mariano del Mazo, publicado en 2009. El otro, publicado con anterioridad es Sandro, el ídolo de Darío Suárez.
El “gitano” como también se lo apodaba a Sandro por su ascendencia gitana romané húngara además de española, vasca, francesa por parte del padre  y criolla por parte de la madre,  reconoció en varias oportunidades que además de talento y trabajo, tuvo suerte.
En una de sus primeras actuaciones con el grupo Los de Fuego, Sandro sólo tocaba la guitarra. Era el domingo 6 de mayo de 1962, una hora antes de un recital en el Salón La Polonesa, el cantante del grupo, Centurión tuvo una afonía inesperada: “…Primero el grupo largó con temas instrumentales con la ilusión de que fuera recuperando la voz. Pero no había caso. Entonces, Sandro lo reemplazó en los primeros temas. Fue ovacionado. Nuevamente se colaba la casualidad. Ya nada volvería a ser como antes. La mecha estaba encendida: en meses Los de Fuego pasarían a ser Sandro y Los de Fuego…”.
La voz de Sandro, su estilo parecido al de Elvis Presley, sus canciones melódicas, el ídolo, se impusieron en América Latina y también en Estados Unidos donde tenía al público latino, mayoritariamente portorriqueño a sus pies.
El libro de Mariano del Mazo, afirma que Sandro si bien se había impuesto en América como artista y había vendido millones de discos nunca logró imponerse en España, por ejemplo.
En el otro libro, de Darío Suárez,  Sandro reconoce en una entrevista que la canción “Trigal” había sido censurada en España por haberse considerado que era muy sensual.
Sandro se entregaba al público en cada actuación y en cada disco pero también reconocía que él no “compraba” lo que “vendía”.  En su vida privada seguía siendo Roberto Sánchez.
Preservó su intimidad en la casona que compró en Banfield y conservó el misterio hasta el fin de sus días. Las fans lo seguían y esperaban en la puerta de la casa para cada cumpleaños donde el artista debía salir a saludarlas.
Sandro también confesó en entrevistas que en la intimidad de su casa donde había construído un estudio de grabación, componía música de otro estilo, leía filosofía y pintaba. Sin embargo tenía un público fiel compuesto mayoritariamente por mujeres que habían convertido también a sus hijas y algunas a sus nietas también en fans de Sandro.
Mantener ese público no le había permitido a Sandro cambiar de estilo en los últimos años. Sus espectáculos además de musicales se habían acercado más a lo teatral, con guión y actores. En ocasión de uno de sus viajes internacionales  se encontró con Joan Manuel Serrat que estaba alojado en el mismo hotel. Serrat lo fue a visitar a la habitación, dice Sandro en una entrevista y se puso a cantar letras de Machado. Y Sandro cantó una canción que no había estrenado en público. Ante el elogio del catalán, el argentino tuvo que confesar que no le resultaba fácil cambiar el repertorio ni estrenar otro tipo de canciones.
Con su manager Oscar Anderle, compuso cantidad de canciones. Anderle fue la figura paternal que acompañó al artista después de la muerte de Vicente Sánchez.
Ante la propuesta de Anderle para que Sandro se radicara en Miami, la meca del negocio de la canción hispana, tal como lo hizo Julio Iglesias, el ídolo se negó.
Fue fiel a sus raíces, siguió viviendo en Banfield, frecuentando a los amigos que había cosechado en el barrio. Respetaba las fiestas navideñas y aunque estuviera de gira quería pasar la Navidad con doña Nina, su madre.
Durante la Guerra de Malvinas, Sandro participó del Encuentro Artístico Nacional por la Paz y la Soberanía en el Luna Park.
Su vida estuvo signada por una crisis existencial que lo acercó a la religión. Vuelta a la democracia, el artista quedó en un sitio bastante solitario, según lo afirma el libro de Mariano del Mazo. Sin embargo, cuando se cumplieron los veinticinco años de carrera del cantante se produjo un cambio inesperado: Sandro 88 se editó por el sello EMI y ha había otro clima respecto de la figura del cantante: “… Sandro no hizo nada para el reciclaje de su imagen. Ocurrió a pesar suyo…”.
El chico de Valentín Alsina, Sandro de América, fue despedido por ciento cincuenta mil personas que testimoniaron su afecto al ídolo.
Roberto Sánchez descansa en paz en un cementerio privado de la Provincia de Buenos Aires. Sandro, el personaje, vive en la música y en los recuerdos de los fans.

bibliografía: 

Darío Suárez, Sandro el ídolo, Grupo Editorial Planeta/Booket, 2004

Mariano del Mazo, Sandro el fuego eterno, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. de Ediciones, 2009

fotografía: gentileza de Gustavo Alberti, de Semadiario (Junín, Provincia de Buenos Aires).

(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur 


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