Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

lunes, 5 de julio de 2010

Cine: Bette Davis: los ojos y la mirada por Jorge Jofre

Bette Davis: los ojos y la mirada (1)


(Buenos Aires) Jorge Jofre

Julio 3-2010-.-Entro a un blog y leo en él “Un día apareciste, así sin más, de la nada apareciste en el cine….algo me llamó la atención…tus ojos “*. Paso a otro: “Legendaria mirada que abarca décadas de fábrica de sueños 80 POP para la canción de Bette Davis, para los ojos de Bette al desnudo” *.
Julio 4-2010.- Ahora me pregunto: ¿Que misterio encierra esa mirada y esos ojos?
Tal vez solo el celuloide en que su cuerpo y su rostro se hacen visibles sabe la verdad; tal vez solo la reflejó y la dejó hacer el resto por su cuenta. Reflexionar un poco mas nos puede ayudar a descubrir el misterio.
Leo un comentario sobre Jezabel (1937) uno de los primeros filmes que la consagraron como actriz: “ojos de arrogancia, ojos de amor, ojos de deseo, ojos despechados, ojos de heroína...”.   Me viene a la mente el Merleau Ponty de “El ojo y el espíritu” * que expresa casi lapidariamente: “...mi cuerpo ve y es visible al mismo tiempo”. Reinterpreto la frase intentando acercarme a la respuesta: mis ojos ven y son visibles al mismo tiempo.
Totalmente cierto,  los ojos de Bette Davis, son visibles para una cámara que los reconstruye fotograma a fotograma. De una cámara que también refleja la dirección e intensidad de una mirada que siempre parece dirigirse al público.
Los ojos son la objetiva materialidad de la actriz; la mirada es lo se proyecta de ellos en el acto de ver. Es lo que hace visible – ojos mediante- la profundidad de un sentimiento: así aparece en la pantalla la arrogancia; el amor; el deseo; el despecho; la valentía que acompaña al héroe. He aquí la cuestión: que estamos hablando de un ojo y una mirada que solo se concretizan en la proyección sobre una pantalla.
Esa es una verdad, Bette Davis, nunca estuvo ni estará cara a cara con el espectador; solo se le aparece a este la imagen de ella materializada por la luz que se proyecta en la pantalla. Sus ojos son solo luz; su mirada es solo luz: solo eso le basta para ser “visible” y ser “mirada”; solo eso le basta para cautivar como una Circe al que actúa de vidente.
Los mismos ojos; distintas miradas que el proyector imprime sobre el telón con su pincel de luz y sombra en blanco y negro. Distintas miradas que pueden darse aún en uno solo de sus filmes.
Recordemos a la Bette Davis de La loba (1941), compone un personaje (Regina) que conspira; chantajea y hasta deja morir a su propio esposo al no suministrarle una medicina. Los mismos ojos…distintas miradas a  través del relato cinematográfico; siempre poderosas y al límite de lo que separa actuar de sobreactuar.
Aún más claro en el ejemplo la Bette Davis de ¿Qué pasó con Baby Jane? (1962), un filme de terror psicológico que relata la historia de dos hermanas, ambas actrices: Jane (Bette Davis) y Blanche (Joan Crawford). Jane fue una estrella de niña; Blanche ya siendo adulta. El director, Robert Aldrich,  genera un constante clima de tensión entre ambas hermanas y un desenlace casi inesperado. El relato la ubica a Bette Davis hacia 1917; en 1935 y en el presente; la coloca en la gloria y en la decadencia; en el desequilibrio y la maldad. Le permite ser una y varias Jane Hudson al mismo tiempo: sus ojos y su mirada parecen transformarse secuencia a secuencia. El exceso de maquillaje en el rostro; su manera de caminar y hablar arrojando las frases “a lo Davis” amplían el efecto ante el público.
El final es más contundente aún en lo que respecta a lo tratado. Pintarrajeada y vestida grotescamente danza en la playa; cree haber vuelto al éxito al ser observada por los bañistas…cree estar ante el público que la aplaudía de niña, entonces sus ojos parecen perder el punto de la mirada y uno comprende que hace rato que Jane Hudson ha perdido la razón. No menos contundente aún es el momento donde tras contratar a un pianista para que la acompañe, canta su éxito de la infancia “He escrito una carta a papá”. Al finalizar se mira en uno de sus espejos de su casa; observa su rostro y cuerpo reflejado en él y profiere un grito horroroso y desgarrador: ha descubierto los daños del tiempo.
Son los ojos o la mirada de la actriz interpretando a Jane Hudson los que causan efecto en el público. Yo creo que son ambas cosas, tanto es válido para el caso,  el instrumento que permite ver: el ojo, como el acto de ver. Aunque solo sean luz y sombra sobre la pantalla de un cine o una emisión televisiva de algún canal de cable que incluye en su programa grandes éxitos del pasado.
Ya sabemos que a Bette  Davis  solo la podemos ver en la gran simulación que es el cine; siempre la recordaremos: monumental; grandilocuente; con el ojo y la mirada de cara al público. Ya sabemos que es la más grande de todos los tiempos;  hasta la letra de una canción la evoca: “Tiene los ojos de Bette Davis” * dice el estribillo. Tiene los ojos de Bette Davis, pero: ¿También tiene su mirada?.. me pregunto mientras escucho la canción.


(c) Jorge Jofre


Citas:

www.barrankas.blog.com/tus-ojos-bette-davis
http://palomablazquezpoemas.blogspot.com/bette-davis-eyes

 

Maurice Merleau Ponty, L`Oeil et L`Esprit (El ojo y el espìritu), Paris, Gallimard, 1964
Kim Carnes, Los ojos de Bette Davis.


(1)Ver video sobre Bette Davis:


http://www.youtube.com/watch?v=eja-popojUo

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