Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Espacio de autor: Pablo Urbanyi

Pablo Urbanyi




(Buenos Aires)







Pablo Urbanyi nació en Hungría y llegó a la Argentina a la edad de 8 años. Aquí se crió y educó. Luego de publicar sus dos primeros libros, trabajó en el Suplemento Cultural del diario La Opinión. Emigró a Canadá en 1977. Escribió aproximadamente 10 libros, algunos de ellos fueron traducidos al inglés, francés y al húngaro. Fue finalista del Premio Planeta argentino con su novela Silver, y recibió otras menciones.  Sus dos últimas publicaciones son la segunda edición íntegramente reescrita de Un revólver para Mack y El zoológico de Dios II editados por Catálogos. Pronto se presentarán en Ottawa.


Presentación de Juan Sasturain: Un revólver para Mack


Esta originalísima novela policial ambientada en Buenos Aires no me es ajena. Más aún, la siento muy próxima, resultado puntual de una sensibilidad y de un clima creativo compartidos con Urbanyi y con otros escritores de nuestra generación. Publicada originalmente en 1975, Un revólver para Mack forma parte –con plena, absoluta singularidad- de una serie de relatos emparentados por su tributo o referencia al policial negro norteamericano, gesto narrativo del que participan con alevosía textos como Triste solitario y final de Soriano, mi Manual de perdedores y, con menor subrayado paródico, relatos y novelas de Sinay, el primer Laiseca, Battista, Martini, Manzur, el primer Feinmann, Saccomanno, incluso Varlotta, Giardinelli, y Paco Taibo en México, y Vásquez Montalbán, Andreu Martín y Juan Madrid en España, entre otros. Y en esta lista, el revólver de Mack es de los primeros en disparar, cronológica y sintomáticamente, desde esta latitud de la lengua.
Resulta por eso muy estimulante una relectura a la distancia, sobre todo porque el primer relector ha sido el mismo Urbanyi, que ha vuelto sin culpa, piedad ni pudores a trabajar su texto y la desaforada peripecia de su genuino antihéroe.
Más cerca de aquel Midnight cowboy de Jon Voigt o de un tragicómico Maxwell Smart que de cualquier Marlowe o agente de la Continental, su patético grandote, ese imberbe mal crecido Gerardo Romero -devenido Mack Hopkins- y su ruidoso 44 envidia del Dirty Harry de la época, diseminan la prodigiosa historia a lo largo del mapa y de los años de plomo como quien arroja los granos de maíz que engullen las palomas de la emblemática Plaza de Mayo, contigua de su oficina y del cada vez más oscuro Poder.
 Nunca un detective ha sido más privado (de todo) que el entrañable Mack.

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El zoológico de Dios II

por Sandra Pien


El dormirse al traqueteo del tren organiza la arrullada ilusión ante la destemplanza del exilio en un niño de 8 años. La historia de Fénix continúa aquí su aventura; atrás quedó su Ipolyság natal. Por delante, un tren que entra a la estación de Praga y un trasbordo para por fin salir y respirar. En un barco rumbo al sur, Fénix sentirá el primer contacto con la infinitud del mar; en el recuerdo, su inocencia socavada para siempre por la guerra.
Luego, la vorágine de la vida. Los años de la adolescencia, como contracara de la severa autoridad materna, llegarán con la ampliación del horizonte: amigos, lectura, libertad. Enseguida, el aprendizaje del sexo y del amor más pleno hecho carne en el erotismo, los ámbitos universitarios, Ael renacimiento de lo nuestro@, y la militancia en los =70.
En la segunda parte de esta novela le acontece la categórica traslación desde Longchamps a Buenos Aires. El estudio, el primer trabajo, el oro y el dólar, su propio negocio de anticuario,  el casamiento, los hijos, una pasión inesperada y perturbadora dentro del clima enrarecido y de desconfianza hasta de la propia sombra en que se vivía en esa Buenos Aires.
La vida de Fénix es una búsqueda de la búsqueda en sí misma. La crisis, un intento del suicidio del padre, partida hacia un nuevo espacio, un nuevo nombre de país y a la espera. Desde una sutil y entramada dinámica de dos ejes -el pasado y el presente-, el narrador adulto expone su ironía y su fuerza narrativa para contar la vida del niño que fue, ese Fénix que insiste en renacer y pervivir desde la memoria, en la fuerza del acto más humano: el escriturario. Y en medio, la aventura de vivir y de inventarse a cada instante para poder lograrlo. 



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