Mi hermano Arthur, Isabelle Rimbaud
Edición de Salvador Gargiulo
Editorial Isla de la Luna
127 páginas
(Buenos Aires ) Araceli Otamendi
Este año se cumplirá el 120° aniversario de la muerte de Arthur Rimbaud, uno de los mayores poetas franceses. Convertido en mito , su vida sigue interesando. Porque quien dijo: “Si el cobre se despierta clarín, no tiene la culpa” y “Digo que es preciso ser vidente, hacerse vidente”, definido por Verlaine como “el hombre de las suelas de viento” sigue teniendo lectores, su poesía está viva.
En “Mi hermano Arthur”, Isabelle Rimbaud, hermana del poeta, quiere reivindicarlo. No resulta extraña la actitud de Isabel, sino más bien algo bastante conocido entre la familias y parientes cercanos de los escritores que se vuelven mitos.
La vida del poeta francés fue escandalosa: Paul Verlaine sucumbió a su belleza y a su talento. Verlaine, que estaba casado escapó junto a Rimbaud y vivieron juntos hasta que el joven poeta quiso romper la relación obteniendo un disparo fallido de Verlaine, que quiso acceder desesperadamente, mediante el crimen, al joven poeta.
El joven Rimbaud publica solamente “Una temporada en el infierno”. Tiene 18 años. Después de escribir entre los 14 y los 18 años, decide abandonar la literatura.
Años después se va a Egipto, Adén (Yemen ) y se instala en Harar (Somalía). Primero se dedica al comercio de café. Luego, al de armas. Según algunos, también al de esclavos. Y escribe mucho: cartas a su familia, informes geográfico-antropológicos, textos absolutamente asépticos, sin un solo adjetivo.
A principios de 1891 se queja de dolores en una pierna. Vuelve a Marsella con una fortuna. Ahí es hospitalizado y le amputan una pierna, tiene cáncer de huesos. Muere a los 37 años.
En “Mi hermano Arthur” es evidente el interés de Isabelle Rimbaud de limpiar la imagen del poeta de toda mancha moral. Se incluye la célebre carta de Isabelle a su madre donde relata la conversión del poeta. Pero hay una aclaración:...“muchos exégetas la tachan de falsaria: Isabelle quería reivindicar la imagen de aquél que había rechazado a Dios durante su adolescencia y, en su correspondencia desde Etiopía, no había manifestado la más mínima preocupación espiritual”... Sin embargo el poeta Paul Claudel acepta la convesión de Arthur Rimbaud como la plena explicación de “Las Iluminaciones” y del epílogo de “Una temporada en el infierno”. El singular carácter de la madre del poeta queda en evidencia en un testimonio de Enid Starkie.
Bibliografía: Arthur Rimbaud, “Una temporada en el infierno- Iluminaciones” , traducción Luis Justo, Editorial Marymar
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