Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

martes, 13 de diciembre de 2011

El Chivo de Gävle por Javier Claure C. (desde Estocolmo)



(Estocolmo) Javier Claure C.

El famoso chivo navideño (Julbocken), hecho de madera y paja, que se acostumbra a exhibir en estas fechas en la ciudad de Gävle (a 180 km. de Estocolmo), fue nuevamente inaugurado a principios de este mes. Tiene 13 metros de altura, 7 metros de largo y está instalado en la tradicional plazuela del castillo (Slottstorget). Se ha empleado una tonelada y media de madera, y casi tres toneladas de paja.
Stig Gavlén, un empleado que trabajaba en el parque de atracciones de Furuvik (Furuviksparken), fue quien tuvo la idea de construir un enorme chivo en el centro de la cuidad. Este animal estático se expuso al público, por primera vez, el primero de diciembre de 1966. Pero la noche de Año Nuevo amaneció misteriosamente en llamas. Desde entonces, se construye un chivo de madera cada año, pero también se ha hecho una costumbre de incendiarlo o destruirlo antes de que llegue el Año Nuevo. Los malhechores están a la expectativa para dar el zarpazo certero y ver llamas saliendo de su cuerpo. Este año fue incendiado una semana después de la inauguración. Muchas personas aseguran que esa posibilidad ilegal de quemarlo, es justamente lo que le ha dado fama. Es como un juego en secreto donde la gente entra en competencia. Se trazan planes y estrategias para lograr el cometido. La primera persona que le prende fuego, es un héroe en su propio mundo.
Hace algunos años, las autoridades de Gävle hicieron construir un chivo con pajas impregnadas de un líquido contra incendios y dio buen resultado: el chivo quedó intacto hasta unos días antes de Año Nuevo.
En la mitología nórdica existen seres de extrañas dimensiones, y entre ellos está el chivo navideño. Olaus Magnus, un arzobispo sueco, escribió en 1555: "Los chivos persiguen a las culebras y las matan, de lo contrario se reproducen y hacen daño a la población" (La historia del pueblo Nórdico). Otros creían que el chivo era la representación del diablo. Sus patas puntiagudas, sus cuernos y su horripilante barba; serían los atributos de este satanás que aparecía, de pronto, por las calles.
La gente de antaño, en los meses de invierno cerca a las Navidades, evitaba salir por las noches. Según ellos un chivo peligroso podía aparecer en la oscuridad, en el momento menos pensado. Pero a medida que se acercaba las fiestas navideñas, ocurría algo extraño. El “peligroso chivo”, tenía la costumbre de acercarse a las casas para buscar comida. Por eso, en algunos pueblos de Suecia, aún se conserva la tradición de poner comida y agua, en los jardines, para el famoso chivo.
Los suecos, como en muchas partes del mundo, festejan bien las navidades. Limpian toda la casa y la decoran con alfombras, cortinas y adornos de color rojo. Por su puesto que el chivo es una figura central en los hogares. Se puede observar chivos bordados en manteles y cortinas, chivos diseñados en galletas, cajas de regalos y tarjetas navideñas, chivos pintados en trineos, platos, tazas y chivos en forma de candelabros. Casi siempre tienen un chivo de paja en miniatura colgando del árbol navideño.
Volviendo al chivo de Gävle, se dice que está incrustado en el corazón de todas las personas que viven en esa ciudad. Y le han designado un blog. Ahora se puede seguir la suerte del chivo por Internet. El año pasado pudieron observar su destino 110 países. Se han hecho reportajes en la BBC y en New York Times. Llega gente de otras latitudes para visitarlo. En Estados Unidos tiene muchos fans. Lawrence Jones, fotógrafo y escritor norteamericano, se encontraba de vacaciones en Gävle; en diciembre del 2003. Había escuchado la historia del chivo, pero no le dio mucha importancia. Un día, después de una cena con unos amigos, pasó por la plazuela donde estaba el chivo, lo observó y saltó la verja para poder arrancarle una pajita como recuerdo. Estando bajo el estómago del animal, intentó llevar a cabo su idea, pero la pajita estaba bien pegada al cuerpo. Fue entonces cuando sacó su encendedor y se puso a manipularlo para conseguir su propósito. De pronto, vio una tremenda llama, y que el chivo se estaba esfumando en humo. ¡Ni quién lo salve al pobre chivo!
Después de la tragedia, el autor confesó que su intención no era quemar al chivo, sino llevar a su país un souvenir. De todas maneras, fue citado a presenciar un juicio contra él. La evaluación del juez falló con las siguientes palabras: “La verdad es que el chivo se construye para quemarlo. Señor Jones, usted está libre, pero no le vamos a devolver su encendedor”.

(c) Javier Claure C.

Estocolmo

Javier Claure C. es un escritor boliviano radicado en Suecia

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