Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

sábado, 10 de diciembre de 2011

Invasión rusa- José Respaldiza Rojas

A la memoria de
Alberto Chávez Pooley
gran amigo del barrio de Lince
nos dejó el 28 de noviembre


(Lima) José Respaldiza Rojas

Sonó la sirena del barco dos veces, recogieron la escalera, soltaron las amarras, el capitán, desde la proa, saludaba a la población que despedía a sus familiares. A los costados personas compungidas agitaban pañuelos blancos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Unos niños, que realizaban su primer embarque, cantaban:

Había una vez un barquito chqiuitito,
había una vez un barquito chiquitito
había una vez un barquito chiquitito


En la sentina cinco personas lloraban, pero por otra cosa. El pasaporte internacional que les otorgó la Sociedad de Naciones- entidad antecesora de a Organización de las Naciones Unidas- repito ese pasaporte había vencido. Si antes, con su pasaporte, ningún país los recibía, ahora que dicho documento carecía de valor, su situación se tornaba aún peor.

Que no podía
que no podía
que no podía navegar


Estamos a las finales del gobierno corrupto del dictador civil Augusto Bernardino Leguia.

Y si esta historia te parece corta
y si esta historia te parece corta
y si esta historia te parece corta


El ambiente del puerto del Callao es brumoso, hay escasa visibilidad, entonces al pasar por Chucuito, el capitán ordena bajar una lancha y las cuatro personas escondidas lo abordan y reman hacia la playa, procurando no hacer ruido.

La volveremos
la volveremos
la volveremos a contar.


Habían intentado bajar en muchos países europeos, pero eran impedidos de hacerlo, algo igual sucede en América.

-Procura no chapotear el remo.

Empecemos por donde debimos comenzar. Luego de la invasión austro-alemana de Polonia y parte de Rusia, durante la I Guerra Mundial, estalla una revolución encabezada por Lenin y Trotstky, que derroca a los Romanof. Toda la familia del Zar, con él incluido, son asesinados. Sube el gobierno provisional de Kerensky, pero no dura y se instauran los soviets en toda Rusia.
-Con la brújula que nos dieron, no nos perderemos.
-La neblina no deja ver mas de un metro.

El individualismo de los campesinos de Ucrania hace imposible establecer un comando único de lucha. Se presenta un Ejército Negro de corte anarquista, un Ejército Rojo integrado por bolcheviques, un Ejército Verde con nacionalistas, un Ejército Blanco. Todos peleando entre si, con alianzas momentáneas, ganan y pierden zonas, esta acción bélica deja regados muchos muertos.

-Llegamos a la costa ¿ahora qué hacemos?
-Esperemos que aclare el día.

Las feroces batallas son muy rápidas, los ejércitos siempre están en movimiento, avanzan, retroceden, se ocultan, entran en acción según lo decidan sus jefes o bien se ordenan un repliegue táctico.

-Allí se ve un pescador ¿quién le habla?
-Yo sé algo de portugués, quizá me entienda – habló Yacolev.

A finales de 1920 Denikin, al mando del Ejército Blanco de Ucrania deja su lugar y lo reemplaza Piotr Nikoláeivich, Barón de Wrangel, quien establece un Gobierno Provisional y no abandona la lucha hasta 1925. Nuestros cuatro ciudadanos rusos blancos, a partir de esa fecha, buscan refugio, pero como son rusos, nadie los quiere tener a su lado.

-Me llamo Eugenio y tenemos hambre – dijo en portugués.

Quien habla es Eugenio Yacolev, hombre muy culto, antropólogo que cuando en 1917 estalla la revolución rusa se encontraba en Asiria, en la región del Lago Van, de la Turquía asiática, como parte de la misión científica a cargo del profesor Alejo Nicolaevich Kavalecka.

-Ellos son Antonov, Yuvenko y Karatiev
-¿Cómo llegaron hasta aquí? – pregunta un pecador.
-En un barco, pero el capitán nos expulsó. Mire mi pasaporte.

Al comienzo la vida no les fue fácil. Hicieron varios moldes de yeso con motivo de frutas, sacaron muchas copias, eran unas especies de medallones y las pintaban, para luego ofrecerlas de casa en casa, así fueron aprendiendo el español.
Antonov, que integraba la Orquesta Sinfónica de Kiev, pasó a trabajar en el Conservatorio Nacional de Música, como profesor de violín, piano y cello. Yuvenko fue contratista en obras de construcción civil, Karatiev como químico trabajó en la compañía minera Cerro 2 de Pasco Cooper Coporation
Eugenio Yacolev entró en el antiguo Museo de Arqueología que funcionaba en la cuadra cuatro de la Avda. Alfonso Ugarte, cuando era su director Luis E. Valcárcel, y continuó la obra del arqueólogo alemán Max Hule. Dividió el área por culturas, habilitó las especies de Víctor Larco Herrera, rescató las momias (que yacían encostaladas) extraídas de Paracas en 1925.
Aprendió el español, el quechua. Aquí vale la pena recodar una anécdota, en un viaje por el centro del país, al llegar a Anco, en la antigua carretera para Ayacucho, encontraron la cordial acogida en el hogar del señor Escomel, arequipeño afincado en tierra huancavelicana, quien ayudado por sus dos hijas, les invitaron un almuerzo, sobre una mesa de pino extendieron un mantel blanco. A los postres, saboreando un delicioso café huantino, una de las hijas dijo en quechua:

-Este gringo opa (sonso) no sabe que está comiendo sobre mi sábana.
Y él le contesta:
-Mana qanra (estando limpia) manan yupaychu (no importa)

También investigó los vegetales que se consumían en el antiguo Perú, ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y logró convalidar su título, cuando la escoliosis lo derrumbó, buscó refugio en el desaparecido Reale Hospedale Italiano donde permaneció hasta su muerte. No llegó a tener descendientes, sus otros compañeros de viaje tal vez si formaron un hogar, y quizá si llegaron otros rusos blancos, lo digo por cuanto un compañero de mi promoción es Nicolás Kalenikoff. Ahora bien ¿alguien recuerda a estos personajes? ¿Escuchó hablar de ellos siquiera una vez en su vida?. La indiferencia y el olvido envuelven a él y sus amigos, y lo que hicieron por su patria y por el Perú.

(c) José Respaldiza Rojas

escritor

Lima
Perú

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