(Buenos Aires) Araceli Otamendi
Se cumplen este año los cuatrocientos años de la obra mayor de Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha. De esta obra inolvidable e insoslayable, se han ocupado grandes escritores como Jorge Luis Borges, Vladimir Nabokov, Milan Kundera y Martin Amis. También el crítico Harold Bloom.
El Quijote tuvo un éxito internacional muy rápido, enseguida fue traducido al inglés, y antes de que apareciera la segunda parte. Cuatro meses después de publicada ésta, Cervantes murió. Para el profesor y escritor Martí de Riquer, Cervantes juega con su propio libro. El Quijote es un libro genial, sostiene.
Riquer afirmó que una de las seducciones más hermosas del libro es la intimidad que Cervantes comparte con el lector. Otro de los admiradores de Cervantes es Borges, quien en su ensayo "La supersticiosa ética del lector" afirma que el Quijote gana póstumas batallas contra sus traductores y sobrevive a toda descuidada versión. El escritor argentino le da la razón a Paul Groussac cuándo éste afirma que prosa de sobremesa es la de Cervantes. Y con énfasis dice: "...prosa de sobremesa y otra no le hace falta. Imagino que esa misma observación será justiciera en el caso de Dostoievski o de Montaigne o de Samuel Butler...".
Borges defendía a la obra de Cervantes, decía que Heine, que nunca lo escuchó en español, lo pudo celebrar para siempre. "Más vivo es el fantasma alemán o escandinavo o indostánico del Quijote que los ansiosos artificios verbales del estilista".
En cuanto a Vladimir Nabokov, de quien se ha editado el Curso sobre el Quijote, prefiere a Shakespeare y no a Cervantes. El autor de Lolita dice que del Rey Lear, el Quijote sólo puede ser el escudero. La comparación para mi no es válida y lo he consultado también con la académica Emilia Puceiro de Zuleta, miembro de la Academia Argentina de Letras. Ella sostiene que no se pueden comparar una novela con una obra de teatro.
Otro escritor de habla inglesa, el irónico Martin Amis, se queja de haber leido una traducción en inglés del Quijote. Su tradición no es la nuestra, afirma, y reconoce que la novela latinoamericana siempre ha sido quijotesca por su sentido del humor, por la conciencia de su individualidad y por su realismo mágico. En cambio, el realismo de la ficción que conforma la corriente literaria principal de los países del Atlántico Norte, va por así decirlo, a contracorriente del latinoamericano, pues no la modifica la magia sino la ironía.
Sin embargo, a pesar de sus quejas contra la traducción al inglés de la obra de Cervantes que leyó, reconoce que la del Quijote sigue siendo una hermosa idea.
Para el escritor checoeslovaco Milan Kundera, la respuesta al interrogante de "¿qué quiere decir la gran novela de Cervantes?" está en que el hombre desea un mundo en el cual sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que de comprender. En este deseo, dice, se han fundado religiones e ideologías. No pueden conciliarse con la novela sino traduciendo su lenguaje de relatividad y ambigüedad a un discurso apodíctico y dogmático.
¿No es el propio don Quijote quien, después de tres siglos de viaje, vuelve a su aldea transformado en agrimensor? Se había ido, antes, a elegir sus aventuras, y ahora, en esa aldea, bajo el castillo, ya no tiene elección, la aventura le es ordenada: un desdichado contencioso con la administración derivado de un error en su expediente. Kundera se está refiriendo a Kafka y se pregunta, a lo largo de tres siglos - lo escribe en el siglo XX - qué ha ocurrido con la aventura, ese primer gran tema de la novela. ¿Acaso ha pasado a ser su propia parodia? Kundera encuentra que podría pensarse que el camino de la novela se cierra no con una paradoja sino con varias. El escritor checoeslovaco concluye que no se siente ligado a nada salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes.
Vuelvo al principio y a Borges. En "La supersticiosa ética del lector", Borges insiste en que contrariamente a lo que sostenía Flaubert, "...la página de perfección, la página de la que ninguna palabra puede ser alterada sin daño, es la más precaria de todas. Los cambios de lenguaje borran los sentidos laterales y los matices. La página perfecta es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la página que tiene vocación de inmortalidad puede atravesar el fuego de las erratas, de las versiones aproximativas, de las distraídas lecturas, de las incomprensiones, sin dejar el alma en la prueba...". Para Borges, la pasión del tema tratado manda en el escritor y eso es todo. De ahí que la obra de Cervantes permanezca.
Para el crítico Harold Bloom, Cervantes y Shakespeare crearon gran parte de la personalidad humana tal como la conocemos. El padre castellano de la novela y el dramaturgo inglés comparten un entusiasmo y una exhuberancia que constituyen un talento genial, superior a todos los demás, en cualquier otra época y en cualquier otra lengua, dice el crítico.
Sin embargo para Bloom, refiriéndose a la época actual, era del terror y de la información permanente, es posible que la novela cervantina se haya quedado tan anticuada como el drama shakesperiano. Y aclara: "Me refiero a los géneros, no a sus maestros supremos, que nunca pasarán de moda". Creo que una vez que se ha leido El Quijote, esta obra no se puede olvidar. Permanece en la memoria. Es imposible que esas dos figuras, la del caballero y la de su escudero, desaparezcan. Como algunos sueños.
El Quijote tuvo un éxito internacional muy rápido, enseguida fue traducido al inglés, y antes de que apareciera la segunda parte. Cuatro meses después de publicada ésta, Cervantes murió. Para el profesor y escritor Martí de Riquer, Cervantes juega con su propio libro. El Quijote es un libro genial, sostiene.
Riquer afirmó que una de las seducciones más hermosas del libro es la intimidad que Cervantes comparte con el lector. Otro de los admiradores de Cervantes es Borges, quien en su ensayo "La supersticiosa ética del lector" afirma que el Quijote gana póstumas batallas contra sus traductores y sobrevive a toda descuidada versión. El escritor argentino le da la razón a Paul Groussac cuándo éste afirma que prosa de sobremesa es la de Cervantes. Y con énfasis dice: "...prosa de sobremesa y otra no le hace falta. Imagino que esa misma observación será justiciera en el caso de Dostoievski o de Montaigne o de Samuel Butler...".
Borges defendía a la obra de Cervantes, decía que Heine, que nunca lo escuchó en español, lo pudo celebrar para siempre. "Más vivo es el fantasma alemán o escandinavo o indostánico del Quijote que los ansiosos artificios verbales del estilista".
En cuanto a Vladimir Nabokov, de quien se ha editado el Curso sobre el Quijote, prefiere a Shakespeare y no a Cervantes. El autor de Lolita dice que del Rey Lear, el Quijote sólo puede ser el escudero. La comparación para mi no es válida y lo he consultado también con la académica Emilia Puceiro de Zuleta, miembro de la Academia Argentina de Letras. Ella sostiene que no se pueden comparar una novela con una obra de teatro.
Otro escritor de habla inglesa, el irónico Martin Amis, se queja de haber leido una traducción en inglés del Quijote. Su tradición no es la nuestra, afirma, y reconoce que la novela latinoamericana siempre ha sido quijotesca por su sentido del humor, por la conciencia de su individualidad y por su realismo mágico. En cambio, el realismo de la ficción que conforma la corriente literaria principal de los países del Atlántico Norte, va por así decirlo, a contracorriente del latinoamericano, pues no la modifica la magia sino la ironía.
Sin embargo, a pesar de sus quejas contra la traducción al inglés de la obra de Cervantes que leyó, reconoce que la del Quijote sigue siendo una hermosa idea.
Para el escritor checoeslovaco Milan Kundera, la respuesta al interrogante de "¿qué quiere decir la gran novela de Cervantes?" está en que el hombre desea un mundo en el cual sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de juzgar antes que de comprender. En este deseo, dice, se han fundado religiones e ideologías. No pueden conciliarse con la novela sino traduciendo su lenguaje de relatividad y ambigüedad a un discurso apodíctico y dogmático.
¿No es el propio don Quijote quien, después de tres siglos de viaje, vuelve a su aldea transformado en agrimensor? Se había ido, antes, a elegir sus aventuras, y ahora, en esa aldea, bajo el castillo, ya no tiene elección, la aventura le es ordenada: un desdichado contencioso con la administración derivado de un error en su expediente. Kundera se está refiriendo a Kafka y se pregunta, a lo largo de tres siglos - lo escribe en el siglo XX - qué ha ocurrido con la aventura, ese primer gran tema de la novela. ¿Acaso ha pasado a ser su propia parodia? Kundera encuentra que podría pensarse que el camino de la novela se cierra no con una paradoja sino con varias. El escritor checoeslovaco concluye que no se siente ligado a nada salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes.
Vuelvo al principio y a Borges. En "La supersticiosa ética del lector", Borges insiste en que contrariamente a lo que sostenía Flaubert, "...la página de perfección, la página de la que ninguna palabra puede ser alterada sin daño, es la más precaria de todas. Los cambios de lenguaje borran los sentidos laterales y los matices. La página perfecta es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la página que tiene vocación de inmortalidad puede atravesar el fuego de las erratas, de las versiones aproximativas, de las distraídas lecturas, de las incomprensiones, sin dejar el alma en la prueba...". Para Borges, la pasión del tema tratado manda en el escritor y eso es todo. De ahí que la obra de Cervantes permanezca.
Para el crítico Harold Bloom, Cervantes y Shakespeare crearon gran parte de la personalidad humana tal como la conocemos. El padre castellano de la novela y el dramaturgo inglés comparten un entusiasmo y una exhuberancia que constituyen un talento genial, superior a todos los demás, en cualquier otra época y en cualquier otra lengua, dice el crítico.
Sin embargo para Bloom, refiriéndose a la época actual, era del terror y de la información permanente, es posible que la novela cervantina se haya quedado tan anticuada como el drama shakesperiano. Y aclara: "Me refiero a los géneros, no a sus maestros supremos, que nunca pasarán de moda". Creo que una vez que se ha leido El Quijote, esta obra no se puede olvidar. Permanece en la memoria. Es imposible que esas dos figuras, la del caballero y la de su escudero, desaparezcan. Como algunos sueños.
(c) Araceli Otamendi -2004 - Archivos del Sur
Bibliografía:
Martin Amis, La guerra contra el cliché, Editorial Anagrama
Jorge Luis Borges, Obras Completas, Editorial Emecé
Milan Kundera, El arte de la novela, Editorial Tusquets
Vladimir Nabokov, Curso sobre el Quijote, Ediciones B
Harold Bloom, "Don Quijote después de cuatro siglos",publicado en el diario El País,edición internacional
Martí de Riquer, entrevista de Arcadi Espada, revista semanal del diario El País. edición internacional
Imagen: Cándido Portinari, Don Quijote y Sancho Panza saliendo para sus aventuras, de la muestra en la Fundación Proa, año 2004.
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