Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

lunes, 25 de marzo de 2013

La mano en el metro por Reinaldo E. Marchant



Caterina Moretti y Reinaldo E. Marchant en el presentación del libro 



                                   

(Buenos Aires)

El escritor chileno Reinaldo E. Marchant presentó hace pocos días -en el Día Mundial del Síndrome de Down - en Santiago de Chile, su novela Me gusta más cuando la sueño, donde el protagonista es un joven con síndrome de Down. A continuación se publica el discurso del autor leído en el acto de presentación y  un mensaje que escribió  Caterina Moretti, una joven con síndrome de Down, quien estuvo presente en dicho acto.

La mano en el metro por Reinaldo E. Marchant 

Aquellas cosas bellas que sólo de vez en cuando nos ocurren jamás tienen la explicación lógica que tanto gusta rastrear a los teóricos. Aquella hoja que cae, una paloma abstraída contemplando las aguas, o la simple bizna de una mañana luminosa, surgen súbitamente en el norte de nuestra vida y pocas veces se sabe las razones por las cuales han aparecido. Ayer mismo, hacia el atardecer, divisé a un zorzal subiendo y bajando a la manera de un aeroplano, como despidiendo con picardía a unos cielos naranjos.  Me quedé serenamente con la imagen, sin rastrear el origen extraordinario de esa  metáfora.
 Digo esto porque, a propósito de mi novela "Me gusta más cuando la sueño", me han preguntado en estos últimos días cómo fue eso de escribir un libro cuyo protagonista y narrador es un joven down. Una respuesta rápida y honesta sería decir: lo ignoro. Sí puedo contar un hecho feliz que me ocurrió ya hace tiempo, y que quizá responda esa inquietud.
 Sucedió en un repleto vagón del metro, cuando de pronto sentí una mano muy cálida en mi hombro. Al voltear la vista, encontré casi topando con mis ojos un rostro dulce, lleno de sonrisas, que saludaba con una amistad larga y amable. El dueño de ese tesoro humano era un joven down, que iba acompañado por su madre. Su presencia me generó el olvido del hacinamiento e incomodidades de los fatídicos trayectos matutinos. Antes de descender, a modo de gratitud, le pregunté por su nombre y contestó claramente: Peter. Extendió su mano despidiéndome y luego señaló estas palabras:

   -Hasta la vista, amigo...

No me dijo adiós, sino "hasta la vista".

Ese pequeño como fugaz encuentro con Peter resultó una experiencia insuperable, que mantuve en mis sentidos durante varios días.
 Tiempo después, corrigiendo los primeros borradores de esta novela, me percaté con emoción de una situación que aún en mis mejores momentos de lucidez no hubiera imaginado: el personaje que relataba la historia de este libro era justamente  Peter. Lo hacía con su voz, características, compartiendo soberanamente el silencio de su geografía íntima, con un timbre de hechura que yo desconocía.
 Todavía más, a fuerza de no ocultar nada, me percaté que el nombre del personaje central era él mismo, Peter.
 De ahí en adelante hicimos una entrañable amistad.
 Ya no estaba solo en un rincón creando un libro. Me acompañaba en ese áspero camino Peter. Lo hicimos durante tres años. Recorriendo el Parque Forestal, contemplando las orillas del río, divagando en las aves de mil colores que batían las alas en los azulinos cielos. Me levantaba y acostaba con él. A menudo era mi maestro, enseñándome aspectos y temas del mundo que nunca me había planteado.
 Hasta que súbitamente esa historia en común terminó. Y volví a sentir su mano en la espalda, a modo de consuelo. Vino el duelo literario. El tener que adaptarse a no conversar con aquel amigo perfecto.  Se retiró calladamente. Así como suelen hacerlo los seres de islas encantadas.
 Este es el libro de Peter. Todo le pertenece. Él me lo regaló. Se preocupó del título. Me invitó a conocer sus mundos, territorios que lanzó hacia fuera, con formas de dibujo, y de huesos, caían de a uno, en perfecta hilera, yo simplemente los iba pegando en unas hojas blancas. Apenas en un asunto personal puso énfasis, y lo dice al comienzo de la historia: "quedaré agradecido si descubren al hombre que se oculta en la montonera de colores". No exigió más que aquello.
 Jamás antes redacté a dúo con alguien. Con alguien de carne y huesos que ensoñaba en mi propio imaginario. Ahora que han pasado algunos años, puedo creer con exactitud  que aquella cálida mano que me animó en el vagón del metro, fue la misma que  vitalmente  recorrió incansable una veintena de cuadernos, que se llenaban de imágenes, flores, aves, sentimientos, que hacían pasar ríos, y descender a una luna menguante. Ahí vine a entender aquellas palabras que señaló esa primera vez: "hasta la vista, amigo...".

Hoy sí a él puedo responder: ¡Gracias, Peter! Tuya es la obra, sólo fui  tu colaborador en esta maravillosa función!

(palabras del autor durante la presentación de la novela "Me gusta más cuando la sueño").

texto, fotografía y mensaje de Caterina Moretti enviados por Reinaldo E. Marchant para su publicación de Archivos del Sur 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comente esta nota- los comentarios anónimos no se publican