(Buenos Aires)
El escritor chileno Reinaldo E. Marchant presentó hace pocos días -en el Día Mundial del Síndrome de Down - en Santiago de Chile, su novela Me gusta más cuando la sueño, donde el protagonista es un joven con síndrome de Down. A continuación se publica el discurso del autor leído en el acto de presentación y un mensaje que escribió Caterina Moretti, una joven con síndrome de Down, quien estuvo presente en dicho acto.
La mano en el metro por Reinaldo E. Marchant
Aquellas
cosas bellas que sólo de vez en cuando nos ocurren jamás tienen la explicación
lógica que tanto gusta rastrear a los teóricos. Aquella hoja que cae, una
paloma abstraída contemplando las aguas, o la simple bizna de una mañana
luminosa, surgen súbitamente en el norte de nuestra vida y pocas veces se sabe
las razones por las cuales han aparecido. Ayer mismo, hacia el atardecer,
divisé a un zorzal subiendo y bajando a la manera de un aeroplano, como
despidiendo con picardía a unos cielos naranjos. Me quedé serenamente con la imagen, sin
rastrear el origen extraordinario de esa
metáfora.
Digo esto
porque, a propósito de mi novela "Me gusta más cuando la sueño", me
han preguntado en estos últimos días cómo fue eso de escribir un libro cuyo
protagonista y narrador es un joven down. Una respuesta rápida y honesta sería
decir: lo ignoro. Sí puedo contar un hecho feliz que me ocurrió ya hace tiempo,
y que quizá responda esa inquietud.
Sucedió
en un repleto vagón del metro, cuando de pronto sentí una mano muy cálida en mi
hombro. Al voltear la vista, encontré casi topando con mis ojos un rostro
dulce, lleno de sonrisas, que saludaba con una amistad larga y amable. El dueño
de ese tesoro humano era un joven down, que iba acompañado por su madre. Su
presencia me generó el olvido del hacinamiento e incomodidades de los fatídicos
trayectos matutinos. Antes de descender, a modo de gratitud, le pregunté por su
nombre y contestó claramente: Peter. Extendió su mano despidiéndome y luego
señaló estas palabras:
-Hasta la vista, amigo...
No me
dijo adiós, sino "hasta la vista".
Ese
pequeño como fugaz encuentro con Peter resultó una experiencia insuperable, que
mantuve en mis sentidos durante varios días.
Tiempo
después, corrigiendo los primeros borradores de esta novela, me percaté con
emoción de una situación que aún en mis mejores momentos de lucidez no hubiera
imaginado: el personaje que relataba la historia de este libro era
justamente Peter. Lo hacía con su voz,
características, compartiendo soberanamente el silencio de su geografía íntima,
con un timbre de hechura que yo desconocía.
Todavía
más, a fuerza de no ocultar nada, me percaté que el nombre del personaje
central era él mismo, Peter.
De ahí en
adelante hicimos una entrañable amistad.
Ya no
estaba solo en un rincón creando un libro. Me acompañaba en ese áspero camino
Peter. Lo hicimos durante tres años. Recorriendo el Parque Forestal,
contemplando las orillas del río, divagando en las aves de mil colores que
batían las alas en los azulinos cielos. Me levantaba y acostaba con él. A
menudo era mi maestro, enseñándome aspectos y temas del mundo que nunca me
había planteado.
Hasta que
súbitamente esa historia en común terminó. Y volví a sentir su mano en la
espalda, a modo de consuelo. Vino el duelo literario. El tener que adaptarse a
no conversar con aquel amigo perfecto.
Se retiró calladamente. Así como suelen hacerlo los seres de islas
encantadas.
Este es
el libro de Peter. Todo le pertenece. Él me lo regaló. Se preocupó del título.
Me invitó a conocer sus mundos, territorios que lanzó hacia fuera, con formas
de dibujo, y de huesos, caían de a uno, en perfecta hilera, yo simplemente los
iba pegando en unas hojas blancas. Apenas en un asunto personal puso énfasis, y
lo dice al comienzo de la historia: "quedaré agradecido si descubren al
hombre que se oculta en la montonera de colores". No exigió más que
aquello.
Jamás
antes redacté a dúo con alguien. Con alguien de carne y huesos que ensoñaba en
mi propio imaginario. Ahora que han pasado algunos años, puedo creer con
exactitud que aquella cálida mano que me
animó en el vagón del metro, fue la misma que
vitalmente recorrió incansable
una veintena de cuadernos, que se llenaban de imágenes, flores, aves,
sentimientos, que hacían pasar ríos, y descender a una luna menguante. Ahí vine
a entender aquellas palabras que señaló esa primera vez: "hasta la vista,
amigo...".
Hoy sí a
él puedo responder: ¡Gracias, Peter! Tuya es la obra, sólo fui tu colaborador en esta maravillosa función!
(palabras
del autor durante la presentación de la novela "Me gusta más cuando la
sueño").
texto, fotografía y mensaje de Caterina Moretti enviados por Reinaldo E. Marchant para su publicación de Archivos del Sur
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