Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

viernes, 26 de julio de 2013

Un viaje hacia el interior de La Tera por Analía Viviana Duarte


María Esther de Miguel
La Tera - Living - foto:(c) Araceli Otamendi
archivo: Araceli Otamendi 
La Tera (interior, planta alta, escritorio de María Esther de Miguel)
foto:(c) Araceli Otamendi - archivo: Araceli Otamendi













(Buenos Aires)

Con motivo de cumplirse el 10 aniversario de la partida de la querida escritora argentina María Esther de Miguel el 27 de julio, quien nació en Larroque, Provincia de Entre Ríos, se publica este texto de Analía Viviana Duarte, coordinadora de Cultura de la Municipalidad de Larroque, sobre La Tera, la casa de María Esther que donó a ese municipio:

Un viaje hacia el interior de La Tera

Los libros. Abrirlos es como descubrir la clave secreta del candado de la fantasía. Recorrerlos, es un viaje que no termina en la última página, que no se agota al cerrar los ojos. Es una travesía que se inicia por algún hecho singular y nos mueve toda la vida tras la sorpresa de las palabras.

Suspenderse entre el verde del paisaje y el azul del horizonte es un ritual casi mágico que puede experimentar quien visite “La Tera”. Entornar la mirada sólo unos minutos permitirá absorber el poder sonoro de la naturaleza y, quizá, aunar el alma en una sola dirección: el silencio.
Pero no todo es la vida natural que rodea la casa.
Adentro, entre las paredes claras y la luz urgente, existe un mundo poblado de hojas que custodian el reflejo de la mirada de su antigua propietaria.
Sus pasos pueden adivinarse en la escalera que tantas veces habrá elevado su cuerpo menudo hacia la inspiración.
Dobleces en las páginas delatan caminos que nos encuentran fascinados al palpar su firma, sus notas, su trazo.
Y allí mis ojos encontraron, en la imponente biblioteca, el libro de Eduardo Galeano “Memorias del Fuego I. Los nacimientos”, en el que el autor recoge la memoria de los pueblos latinoamericanos.
Por una costumbre que quién sabe a qué obedece, miré –como lo hago con cada libro que tomo- la última página del ejemplar. Allí pude ver que fue impreso en mayo de 1994, lo cual aparecía al pie de la página. Al dejar en blanco el resto de la hoja, se transparentaron unos trazos en la carilla siguiente que estimularon mi curiosidad. Torné la página y mi mirada se fue confundiendo entre las líneas rápidas y fugaces, nacidas tal vez de un rapto de inspiración de María Esther.
La emoción del primer momento –por el valor que encierran los manuscritos- dio paso al asombro cuando la razón asimiló el contenido de lo que estaba leyendo: “contrapunto de tambores en la batalla”, “como Colón, que buscando el levante encontró el poniente, Manuel va sabiendo…”.
Manuel.
El nombre detuvo la lectura.
El tiempo descansó mientras la asociación fue directo a la memoria: “Las batallas secretas de Belgrano”. ¡Así era! Manuel Belgrano, el protagonista de la conmovedora novela de María Esther del año 1996. Ávidamente, continué hurgando entre los trazos y confirmé la sospecha: “Esa noche, como Bernal Díaz del Castillo en México, Manuel, en Tacuarí, escribe el parte de la batalla sobre un tambor”.
¡Qué emoción! Cualquiera que guste del arte sabe del aura que encierra lo original, del aquí y ahora que emana del encuentro con el nacimiento de la obra, con la pincelada de las ideas.
En esa tímida página al final del libro pude hallar quizá el comienzo de la novela, quizá nuevas ideas que enriquecieron la trama de la historia. Quizá pude descubrir un poco los caminos de creación de María Esther, imaginarla improvisando frases que hilvanaron su pensamiento. Tomarla como maestra.

La Tera es patrimonio de nuestro pueblo, un tesoro cultural que va creciendo en valor cada vez que, orgulloso, recibe visitas. Personas que se acercan especialmente para conocer el solar que le brindó un nido al espítiru libre que se plasmó en sus cuentos y novelas.

Vuelvo a mirar los escritos de su mano, me asomo al tiempo que me traen las frases guardadas en la última página del libro de Galeano “Memoria del fuego I. Los nacimientos”.

Los nacimientos, ¡qué oportuno!

Ella, reposa entre el follaje de su casa y puedo preguntarle: ¿Así fue, María Esther?

(c) Analía Viviana Duarte
Larroque
Provincia de Entre Ríos



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