(Estocolmo) Javier Claure C.
El pasado siete de diciembre del año en curso, a las 17:00 horas, la galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2022, Annie Ernaux de 82 años, pronunció su discurso ante la Academia Sueca y ante un público selecto.
Una vez más acudí a esta ceremonia. Llegué 30 minutos antes que empezara el acto, y cuando entré al salón; vi a los miembros de la Academia sentados y a mucha gente que esperaba escuchar a la laureada con el Premio más prestigioso del mundo. Me acomodé en un costado en la cuarta fila. Y mientras observaba alrededor, me di cuenta de que no había un podio como en los años anteriores. Cuando llegó la hora indicada, el secretario permanente de la Academia Sueca, Mats Malm, junto a Annie Ernaux salieron de una puerta lateral. Los presentes se pusieron de pie y los aplausos estallaron en el salón pulcro de paredes blancas con decoraciones doradas y luminosas arañas que colgaban del techo. Después de un momento, el silencio se apoderó del aposento. Annie Ernaux de pelo rubio, de traje negro, con una blusa jaspeada entre blanco, marrón y amarillo; se sentó en una silla cerca de una mesa redonda. Mats Malm, le dio la bienvenida. Acto seguido, se escuchó una música clásica que salía de un piano negro de cola. Luego Annie Ernaux emitió palabras de agradecimiento para la Academia Sueca. Y de sentada empezó a leer su discurso en francés.
La escritora gala dio pinceladas sobre su visión del mundo durante toda su disertación.
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