Desde mi cama pude ver como pequeñas olas traspasaban los resquicios de la puerta e inundaban el piso encerado. Pude oler ese aroma salado inundándolo todo, pero no me importó, hasta que me di cuenta que el agua llegaba a la biblioteca. Mis libros elegidos siempre estuvieron en algún lugar del dormitorio, muy cerca del lecho, acompañándome.
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