Acerca de Araceli Otamendi, escritora y directora de Archivos del Sur

sábado, 13 de junio de 2020

El cero bautizado en Europa por Javier Claure C.




(Estocolmo) Javier Claure C.

La historia de los números es tan antigua como la humanidad. Nadie sabe con exactitud cuando se empezó a utilizar cifras. El hombre primitivo atesoraba cierta intuición por los números. Sabía que tenía más dedos que manos y que poseía más dientes que ojos. Tuvo que pasar muchos siglos para que aprendiera que dos piedras, dos árboles o dos personas tienen en común el número dos. Para el desarrollo de las sociedades primitivas, era necesario encontrar un método de manera que se pudiera cuantificar el mundo que los rodeaba. Por ejemplo: cuántos miembros había en una tribu, cuántos animales tenían, de cuántas armas disponían, qué distancia había desde una choza a un lago, cuántas ovejas había que vender o comprar, etc. Así fue evolucionando el concepto de número, y los pueblos de la antigüedad independientemente fueron desarrollando sus propios sistemas de numeración. Empezaron a contar usando piedras, conchas, nudos y los dedos de  la mano. Pero cada vez las cantidades eran mayores y cuando llegaban a un número determinado, hacían una marca especial para indicar una base. La base que se utilizó en distintas culturas, es la base 10. Probablemente porque tenemos diez dedos en las manos. Los números son infinitos, y para representar grandes cantidades utilizamos diez dígitos: 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9. Desde hace miles de años muchas culturas ancestrales contaban en unidades, decenas y centenas. Han existido muchas formas de expresar los números, y con el paso del tiempo se han ido modificando.
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