Miguel de Loyola |
Un asunto sorprendente para un lector
empedernido es descubrir una obra bien escrita, que atrape desde la primera
línea con una sucesión de misterios literarios que lentamente parecen ir
resolviéndose, pero que finalmente ofrecen un final abierto, es decir, que
permiten que se prosiga desarrollando en la mente del ávido leyente.
Esta notable novela de Miguel de Loyola
ofrece ese menú, acompañado de una buena
copa de vino tinto, con sabor a vino, lúcidamente ordenado en treinta y cuatro
capítulos que no sueltan la presa.
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