La soledad - Refutación a Schopenhauer
Desde el fondo de los tiempos el hombre ha sufrido, y enfermado, por la soledad que le circundó, y le circunda. Y también, desde hace milenios, se han ensayado ponerle fin, a nivel rudimentario, y luego, principalmente fue tratada en forma abstracta por los sabios griegos en sus ensayos filosóficos. Siglos después se trabajó en hallar una forma más práctica y filosófica, en encontrarle una explicación más o menos confesional.
Y como se ha encontrado en ella, en la soledad, el grado sumo de éxtasis y exaltación para la creación del pensamiento y todas sus derivaciones, artísticas o no, filosóficas o no. El solitario, ya sea por decisión propia o de las circunstancias de su vida, era un pensador, un artista, o un clérigo dedicado a ella en sus meditaciones, No sólo eran respetados, o temidos, por la sociedad circundante por sus influencias políticas o confesionales, hasta entrado el Renacimiento y las etapas históricas que le siguieron hasta casi nuestros días. Por supuesto, siempre que la obra pensante, de cualquier género que fuere, no estuviere contra los intereses del Poder de turno, o de la Iglesia, que Inquisición mediante, tenía la criminal costumbre de liquidar o incinerar a los pensadores oponentes o “herejes”, como a cualquier otro ciudadano acusado de herejías.
En este contexto pos renacentista se ubican ensayistas como Schopenhauer, que trató varios temas, entre ellos la soledad.
Con los alcances científicos, y técnicos, de su época...
Así, Schopenhauer pretende sentar su concepto cuando nos dice que
“para ciertos individuos intelectualmente elevados la soledad es el momento supremo de la creación, y, para algunos más superiores, elegidos, es la creación misma…". “Dios encerrado en una biblioteca, o taller o monasterio pensando, desde su Trono, en la soledad”. “El hombre solitario es una bestia, o es un Dios” (Aristóteles).
¿Es ello cierto? Evidentemente no, por la muy sencilla razón que la soledad ascética, sin presupuestos de la historia de vida de quien la sufre y memoriza, recuerda con sus, sufrimientos, alegrías, y todos los eventos constitutivos de esa vida y sus circunstancias, no existe. Y lo sufren individualmente, todos los hombres. “No hay árbol que el viento no haya sacudido” (proverbio hindú, Bagdavad Gita).
Nunca estamos solos, ni aún en los casos patológicos Tschaicovski compuso sus dos bellas y últimas sinfonías cuando estaba internado en un manicomio, es decir en la soledad del mundo que habitaba, poblado de Fantasmas y recuerdos ciertos o no, que no era el nuestro evidentemente. Beethoven, ya en su madurez, sufriendo una sífilis que lo llevó a la locura compuso sus mejores páginas, entre ellas la Novena Sinfonía. Y así podríamos seguir repasando las páginas de la historia, donde se encontrarán varios casos de seres superiores en la elaboración de su arte o pensamiento, que pasaron por iguales enfermedades mentales y patologías, con soledades pobladas de dolor, violencias y espanto, y estamos recordando a Van Gogh con afecto y soledad poblada, una vida sufriente, compleja, llena de sufrimientos y dolor intenso e interior, ejemplar en su genio, que terminó en el suicidio... “El infierno está hecho en esta palabra. Soledad (Víctor Hugo)”, “La soledad es el infierno de la conciencia” (Gustavo A. Becker)
Señalamos que muy lejos de la soledad entendida por Schopenhauer, estos seres estaban sumidos en la psiquis emocional de su mundo en primer lugar, repoblados de recuerdos, ficciones y momentos existenciales propios o ajenos que, por cierto, no les hacía imposible el trabajar en forma genial.
Y que nos es imposible descifrar o mencionar. Agregándoles además la soledad discriminatoria que les hacía la sociedad medianamente cuerda, que les trataba como si fueren de otro mundo. Estamos señalando un hecho histórico no de valor... Ello, claro está, cuando no se adaptaban al statu quo social medio, y clerical. “Nada más odioso para la sabiduría que la excesiva agudeza” (Demócrito).
Ergo la soledad de la que habla Schopenhauer no existe en forma aislada de nuestra historia como individuos sociales o no. Existe un pre, para que exista un pro, dado que nada nace, todo cambia, todo se transforma. Sin estos presupuestos básicos material y dialécticamente no existimos, salvo en la escuela filosófica de los Idealistas clásicos, y que Schopenhauer parece reconocer en una de sus obras: “No hay nada en lo actual que antes no haya existido” (Aristóteles).
Ab initio hacíamos una introducción que abarcaba casi todo nuestro pensamiento respecto del tema. Se ampliarán los conceptos.
El pensador en su ensayo nos menciona la soledad como un privilegio, y sólo para espíritus elevados, cuantos más elevados mejor. Está discriminando respecto a los demás seres humanos que suponía, no tuvieren un espíritu tan elevado como el suyo, no sólo no podían conocer la soledad como estado de éxtasis, y creación, sino que por ser inferiores eran felices, propendían a la sociabilidad eterna tanto de sus espíritus como de su vida, y, por ende, eran inferiores. Como decía nuestro Poeta Lugones: “Dichosos de vosotros los idiotas, que alimentais famélicos la panza…”.
Profundo error de muchos pensadores que creen seriamente ser los elegidos para decir la “palabra” y señalar el “verbo”... Los demás acatan, viven, y mueren sin aportar nada a la especie. No estaría sobreabundante decirles aquello que ya se ha dicho miles de años: “Callate lo que sepas…”(Solón)
Error sociológico y político. La historia, con soledad o sin ellas, generalmente las hacen los Pueblos, acompañados por intelectuales lúcidos, sin preconceptos idealistas, y con una alta visión del mundo por venir. Es decir un cambio profundo, como una revolución, que les cambie su entorno, circunstancias y formas de vida. No conozco a ningún gran solitario, que exalte a la soledad como privilegio, que haya intervenido en estos grandes partos de la historia, pareciera Schopenhauer mismo darnos la razón cuando afirma que “Cada uno tiene la máxima memoria para lo que le interesa…”.
Si se refiere a la “memoria”, y a sus “intereses”, nos está demostrando que La soledad, como tal, no elige por intereses, sino no acudiría a la memoria por acto reflejo. La otra “memoria”, la consciente, si elige aquello que le interesa, aunque luego, tal vez, tenga que pagarlo muy caro en su psiquis...
Salvo, claro está, que el pensador haya querido describir la soledad que debe rodear el trabajo que realiza. Es decir estoy solo en mi biblioteca, sin nadie que me interrumpa o moleste con su charla, o un perro que me distraiga con sus ladridos. ¿Se refería a esta soledad? Lo dudamos, no pensamos que Schopenhauer pensare escribir sobre estas cotidianas y caseras cuestiones. Cada pensador, o escritor, se rodea de la soledad física que más le ayuda en su trabajo, aún de las exóticas. Pero no es de esta soledad que discurrimos, ni discurrían tan ilustres maestros. Honoré de Balzac escribía sus obras de noche, y previo a ello, se vestía de monje. ¿Por qué? ¿Quién lo sabe? Todos tenemos nuestros mitos internos, psíquicos, propios, y quien más quien menos también tenemos nuestra anormalidades psicóticas. Sin ellas la existencia sería imposible.
Ergo, volvemos al tema de este trabajo. Debemos afirmar que hasta el feto dentro del vientre de su madre, alcanzado cierto desarrollo, oye palabras, conoce sus sonidos, sueña y recorre el mundo del subconsciente; come y respira, y decide respecto de sus actos físicos dentro de la bolsa que le cobija, pudiéndose decir que son actos reflejos, Pavlov, pero actos al fin que dejarán la marca genética, junto al genoma, a lo largo de su vida.
Es decir existe un pre desde este estado no natal. ¿Los recordará? No lo sabemos ni él mismo lo sabrá. Pero que tendrán proyecciones en su carácter, formación y vida propia no cabe duda. Esa, y no otra, será su vida futura diseñada por sus genes, y rediseñada por sus antecedentes fetales, sin perjuicio, claro está, del genoma que lo hace único e irrepetible.
Los individuos con enfermedades mentales tienen su pre y su pro. Y, en intervalos lúcidos, también arrastran la memoria de los eventos, de cualquier naturaleza, que se hayan fijado en su subconsciente en el decurso de sus vidas, lúcida. O no... Y los une a los producidos en su patología, haciendo con ello su soledad, la misma en que se debate su espanto y dolor profundo, supuestamente, ya que se ignora si ello sucede, o no...
¿Sufren en la soledad en que se suele aislarlos? No lo sabemos, ni lo saben los neurólogos o psiquiatras, ya que por muy avanzada que esté la tecnología no pueden sino señalar con colores el trabajo cerebral ante determinados impulsos, sonidos, palabras, o situaciones que se crean, o le crean los que pretenden penetrar su mente. Todo lo demás son palabras de diván….
Si conforme todo lo anterior el hombre, como especie, ha tenido un antes y un después, es evidente que la soledad ascética no existe ni es posible, está acompañada de ese antes y después. Es la historia de su vida con todas sus circunstancias. “Quizá la mayor equivocación acerca de la soledad, es que cada cual va por el mundo creyendo que es el único que la sufre”. (Jean Marie Laskas).
El hombre y sus circunstancias (André Malraux) que llenaron, para bien o para mal, esa vida, proyectada a nuestro consciente, en soledad, como acto reflejo fuera de nuestra voluntad.
Ergo, la soledad que está pasando en este momento histórico de su existencia no está sola, valga la redundancia, sino acompañada de algunos de esos conceptos que poblaron su historia, y, casi siempre, se recuerdan momentos que nos producen culpa, arrepentimientos, ansiedades y dolores extremos y conflictivos, hechos tormentosos de nuestra vida, pasado borrascoso en el que hicimos uso de nuestros peores instintos que son irreparables. Muy de vez en cuando, y por impulsos externos que nos inducen, vienen a nuestra memoria, y en soledad, momentos supremos, gratos y definitorios de nuestra existencia. La paz interior y su proyección: la felicidad. Un instante en la vida. “Una persona puede sentirse sola, aun cuando mucha gente la quiera…” (Ana Frank).
Se reproducen en nuestra memoria que los almacena. Los momentos desagradables nos producen un estado casi inevitable de soledad enfermiza, acompañada por el recuerdo de los que fueron heridos, generalmente, seres queridos ya muertos, o hechos y circunstancias desgraciadas en las que tocamos fondo como seres pensantes, que nos puede conducir a una depresión profunda o a una construcción de nuestro dolor en las mejores páginas del pensamiento humano, o en las peores y más atroces conductas del mismo… Ya lo establecimos: cada hombre, con su historia a carga, es único e irrepetible. Pero ello no lo hace superior, o un Semidiós, todos somos iguales en nuestra constitución, el genoma y la sociedad hacen las diferencias.
Esta es la soledad que Schopenhauer llama como patrimonio de los espíritus superiores…”, (lo dice textual “La soledad es la suerte de los espíritus excelentes” que remitimos a las ideas que reprodujimos al comienzo para formar todo su pensamiento).
Que les permite trabajar a estos espíritus superiores de la mejor y más lúcida forma, porque transforman todos los momentos de su historia, buenos o malos, en las más bellas páginas del pensamiento humano. Y mencionamos por página toda expresión del pensamiento, aún las talladas en mármol como estatuas. ¿Puede existir una página más bella y humana de humanidad universal , que La Piedad, de Miguel Ángel?
Por contrario, el individuo “no extraordinario o elegido”, el ser común y cotidiano, deriva ese estado en una enfermedad, la depresión, generalmente, junto a otras psicopatías, puede terminar en el suicidio. Hombres genéticamente iguales, con historias diferentes y destinos diferentes.
Es en ese estado diferencial que el pensador reclama para sí; sin detallarnos, claro está, los hechos de su vida que le llevaron a ese compuesto mental de creación y lucidez extraordinarias. Aunque, a través de sus biografías, y obras las conozcamos, y tienen también sus partes oscuras, que, lógicamente, también constituyen el bagaje de su existencia, y pueden ser fundamento de sus pensamientos más grandiosos.
Gorki, Zola, Modigliani, Beethoven, Van Gogh, Tolstoi, Dostoievski, Gramsci, Che Guevara, Madre Teresa, María Callas, Camus, R. Clair, Milton, Kafka, sólo de épocas recientes tomados al azar y muchos otros que llenarían estas páginas vivieron inmersos en el dolor, la angustia, las contradicciones, y la soledad…. Esta, fue, generalmente, la compañera de esos estados emocionales, mentales, psíquicos., que los llevaron a la genialidad, no a la desigualdad en la especie.
Es evidente que Schopenhauer está refiriendo a esta soledad, a la que estamos tratando como dolor, o alegría, del alma, y sus creaciones, de cualquier índole que fueren, realizadas por altísimos espíritus, o por los que no los poseen por cuestiones sociales y educativas, pero que, en un grado de exaltación, escriben los más bellos momentos de la historia, aún con sacrificios de su propia vida, decididos en la soledad de su personalidad...
Aunque la soledad física también tiene sus objetos de estudio.
Existen seres que la prefieren, se encuentran cómodos en ese silencio de los cementerios, que no admiten ni una mascota, y pasan sus horas frente al televisor, la computadora o esas máquinas diabólicas que existen hoy precisamente para aislarnos y mantenerlos cada vez más solos, incultos, y disgregarlos respecto de la sociedad que los circunda. Creemos que no sea el ambiente más fresco, propicio y circundante para pensar, escribir y, sobre todo, ensayar tesis que pueden conmover al hombre. Este, antes de pensar debe existir, y existir plenamente, de lo contrario será un misántropo o un misógino. Vivirá fuera de la especie, y nada aportará a ella.
Para diferenciar unos sujetos de otros, la soledad física no implica, necesariamente, estar solo y en un ambiente sepulcral que sea propicio al pensamiento, o al nihilismo más absoluto. Nada más común y vulgar. El que esto escribe ha estado rodeado de gente, y no obstante ello ha estado en una soledad mental total para elucubrar sus pensamientos, escribir en el disco duro de su cerebro y luego pasarlo a la computadora, o mantenerlo en su cerebro por meses, donde lo recoge cuando el tema vuelva a su conciente, para ampliarlo, corregirlo o para su solaz. Y no es ni misántropo ni misógino.
Incluso ha tenido la experiencia personal de estar internado en un neuropsiquiátrico para tratarse de una depresión profunda, y, rodeado de psicóticos graves, en papel higiénico escribía sus más hermosos poemas o prosa sobre rostros, gestos, comunidad y comportamientos de los grupos humanos anormales que lo rodeaban, y en ese momento formaban su mundo físico y social.
Ajeno a ellos y sus mundos, ellos ajenos a nuestro mundo y creación. Ambos estábamos en soledad acompañada. Aún los recuerdo, después de casi 40 años, y ha sido unos de los momentos más felices y lúcidos de mí vida. Prueba acabada de la coexistencia entre la soledad creadora, y el gregarismo social, aún con enfermos mentales. ¿Cuál era la diferencia? ¿Mi espíritu era genial, superior, diferente al de éllos? De ninguna manera, sólo nos separaba la enfermedad, y la formación cultural y social de cada uno.
Ergo, soledad no significa estar solos. Cualesquiera sea la forma de ella, el ambiente en que estamos, y las circunstancias que nos rodean, la soledad es acompañada. Por ello decíamos al comienzo que ascética como la presenta Schopenhauer no existe, salvo en otro mundo, ficticio o real, pero no creado por el hombre. Si se admitiere lo contrario, el que lo haga se estaría colocando en el lugar de Dios. Y, honestamente, pensamos que a todo ser viviente le pesaría la Corona, por más alto que intente, o crea intentar, hacer volar sus pensamientos. Aún Schopenhauer.
La soledad es un estado intimísimo, angustiante o no, doloroso o no, lúcido o no, patológico o no, capaz de engendrar los más hermosos instantes de la especie, o de despertar sus más bajos instintos. No deja de ser una parte de nuestro genoma humano y social, creador con otros componentes de la historia de hombre individual en su largo devenir. Y así seguirá.
(c)José Stancanelli
La Reja,
Moreno
Provincia de Buenos Aires
Julio de 2011
Acerca del autor:
José Stancanelli nació en Buenos Aires el 12/08/1931
Egresado de UBA en 1959, como Procurador, Escribano y Abogado.
Doctorado en Derecho Político con el Prof. Dr. ALFREDO PALACIOS. Tesis “DERECHO DE RESISTENCIA A LA OPRESION”, incluida en la modificación constitucional de 1994, 34 años después.
Doctorado en Derecho Penal con el Prof. Dr. JIMENEZ DE ASUA, Vicepresidente de la República Española en el exilio
Tesis: “PSIQUIATRIA SOCIAL PENAL”
Profesor de UBA. Como adjunto del Prof. Dr. SEBASTIAN SOLER, Cátedra Derecho Penal.
Titular cátedra de FILOSOFIA DEL DERECHO, en reemplazo de GIOGIA Y COSSIO, por concurso.
Profesor de DERECHO PROCESAL PENAL.
Profesor de DERECHO PENAL.
Títulos: DR. EN DERECHO y Cs. SOCIALES, POLITICAS Y PENALES.
Ensayista en diversos temas que hacen al devenir del hombre.
Poesías. Cuentos. Escritos y denuncias s/ Sistema Judicial.
Pueden leerse todo el trabajo desde 1960 a la fecha en la pág. web www.josestancanelli.com.ar
Revista digital de cultura Archivos del Sur desde Buenos Aires - Argentina- Año 23- edición 284 diciembre 2024 - ISSN 1575-9393 Registro de la propiedad intelectual Nro.55060538- Revista Archivos del Sur -La revista Archivos del Sur es propiedad de Araceli Isabel Otamendi Directora- Editora: Araceli Isabel Otamendi- Juan M. Blanes 149 -cod. postal 1155 revistaarchivossur@gmail.com
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