Puerta principal de Museo Nobel |
(Estocolmo) Javier Claure C.
El 27 de noviembre de 1895, Alfred Nobel, químico sueco inventor de la dinamita, firmó su testamento con lo cual dio luz verde para establecer el Premio más famoso del mundo. El testamento en sí no era producto de un acto impulsivo, sino más bien fue estudiado con minuciosidad y redactado de buena fe. Alfred Nobel nunca se casó, tampoco tuvo hijos y no quería que su fortuna recayese en las manos de sus familiares. Consideraba que cada persona debía ganarse la vida con el sudor de la frente. Falleció el 10 de diciembre de 1896 en San Remo (Italia). Veinte días después de su muerte se leyó el testamento en Estocolmo. El mensaje era claro: toda su fortuna debía ser destinada a un fondo de manera que los intereses, de ese cuantioso monto de dinero, se repartiesen entre personas que hubieran inventado algo para el bien de la humanidad en las disciplinas de la Medicina, de la Química y de la Física. La cesión de su riqueza, también hacía alusión a las personas que hubieran creado una Obra Literaria maestra llena de sensibilidad y amor. Además, designó un premio para las personas que trabajen intensamente por la Paz Mundial. El Premio Nobel de Economía no estaba incluido en el testamento. Fue más bien instaurado, en 1968, por el Banco Nacional de Suecia (Sveriges Riksbank).
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