( Buenos Aires)
Lo prometido es deuda, un texto sobre el viaje que realicé en diciembre de 2023 a Ushuaia, y el recorrido hasta Puerto Almanza y la Estancia Harberton.
Como saben todos los amigos y lectores que me siguen desde hace años, ya les había anticipado que este viaje era para conocer a mi nuevo nieto, que nació en el mes de noviembre pasado. Esa fue la de arena. La de cal, también se las conté, fue la muerte de mi marido y compañero, después de cincuenta años juntos, es decir casi toda la vida, en el mismo mes de noviembre. Venía después de varios años de transitar por Cancerland, un territorio al que la escritora norteamericana Siri Husvedt, casada con Paul Auster denominó así. Es un territorio confuso y traicionero, como dijo Husvedt. Un territorio que con fe, esperanza, caridad, paciencia y muchos cuidados mi marido y yo transitamos. El con valor y yo cuidándolo, acompañándolo todo lo que pude.
Emprendí el viaje un día después del día en que se desató un temporal en la ciudad de Buenos Aires que hizo volar desde árboles, techos, y todo lo que pudo e impidió viajar en avión. Al día siguiente, cambiado el pasaje pude volar a Ushuaia desde Ezeiza.
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