(Montevideo) Magda Lago Russo
Juan
Zorrilla de San Martín nació en Montevideo, el 28 de diciembre de 1855, estudió en Chile, luego de sus estudios
primarios en Santa Fe.
Allí
se vinculó y comenzó la conquista de una sólida fama literaria. Con “Ituzaingó”
mostró la capacidad para la leyenda; con “Notas de un himno” afirmó su cuerda poética .En 1879, en
Montevideo comienza a trabajar en “Tabaré”,
que fue escrito con el pensamiento fijo en la vaga figura de la madre, que
había perdido en la infancia.
En
1888: aparece la primera gran obra modernista que consagra el movimiento que renovará todas
las frondas líricas de Hispanoamérica: el "Azul..." de Rubén Darío.
La glorificación: de la raza charrúa la realiza el poeta uruguayo,
en ese mismo año, una "exaltación de la raza charrúa". Entre los
numerosos estudios a que Tabaré ha dado lugar, pocos son, los que hacen referencia a la exterminación
de esta comunidad autóctona; exterminación en la que ven, por otra parte,
apenas un dato histórico.
Quizás
con su penetrante lucidez, vio sagazmente Zorrilla que la competencia sería
difícil para mantenerse a la cabeza de esas voces nuevas y asimilar nuevos ritmos
y un estilo diferente del suyo. No quiso o no pudo hacerlo, abdicar de su numen
becqueriano, abrazar mitologías exóticas. Y se encaminó hacia un territorio en
el que marchó con paso seguro, entre la historia, la filosofía, el arte que le
fueron no menos propios que la poesía. Saludado con gran
entusiasmo, desde su publicación por intelectuales influyentes de América y de
Europa, el texto de Zorrilla iba a suscitar, a lo largo de las décadas,
comentarios más que elogiosos: Pedro Henríquez Ureña, por ejemplo, lo califica
de "admirable", Miguel de Unamuno de "mejor poema americano en
lengua española", Raimundo Lazo de "lo más valioso y representativo
del romanticismo hispanoamericano". No es sorprendente que, en Uruguay,
ese texto haya conocido rápidamente un triunfo inusitado para su época: luego
de haber sido objeto de numerosas ediciones en el país y en el extranjero,
“Dame
la lira y vamos: la de hierro,
la
más pesada y negra;
Esa,
la de apoyarse en las rodillas,
y
sostenerse con la mano trémula,
mientras
la azota el viento temeroso
que
silba en las tormentas…”
Cuando
concluye "Tabaré" y deja caer esa lira de su mano; apenas tiene
treinta y dos años cuando aparece el libro.
¡Y se siente viejo!
Lo dice en la dedicatoria a su esposa Elvira,
que fallece sin ver impresa la obra; "Viejo ya, aunque sin canas y quizá sin
muchos años...": sólo treinta y uno tenía al trazar estas líneas,
en las que define sus conceptos de la vida, del arte, de la inteligencia, de la
belleza. Están fechadas en agosto de 1888. Elvira fallece en enero de 1887.
"Tabaré" aparece al año siguiente. Se debe enfatizar la esencia de esa vida, alegoría, según el poema, de "la triste historia de una raza
muerta". La acción –que el relato presenta en forma lineal- transcurre
en el siglo XVI, en el momento en que un grupo de españoles desembarca en
tierras que, mucho más tarde, iban a convertirse en uruguayas. Los charrúas
atacan a los recién llegados; su cacique, Caracé, secuestra y viola a la blanca
Magdalena. Ésta dará a luz a Tabaré, "el indio de los ojos azules",
heredados de su madre española. Magdalena muere poco después de haber bautizado
al niño
Emerge la imagen de un escritor que fue toda
una época, el carisma de un hombre y la historia de un libro que representa el
fin de une época literaria y la elegíaca despedida de una raza:
¿Épico,
lírico? Poco importa, a esta altura, encasillarlo en una modalidad determinada,
cuando es desde hace mucho un clásico de la literatura americana. Sigue
atrapando al lector bisoño, porque las musicales estrofas de "Tabaré"
mantienen vivo el inicial fervor, la apasionada veta de una sensibilidad contra
los cuales no puede el tiempo.
El
personaje protagónico tiene lejanos antecedentes; está íntimamente ligado con
el autor desde sus días de estudiante en Santiago de Chile, donde conoció por
relatos del Padre Enrich la existencia de un cacique araucano de la tribu de
los boroas, de ojos claros. Nació así su drama "Tabaré", quedó en su
imaginación transfigurado en el futuro. Tabaré, el extraño cacique charrúa que
nació maduro y definitivo. Hay en el libro "Tabaré" y en Tabaré el
Indio, una permanencia segura, por todo lo que representó en su momento y por
todo lo que sigue representando.
Ya
Tabaré a las hombres,
ese
postrer ensueño
no
contará jamás... Está callado,
callado
para siempre, como el tiempo
como
su raza.
como
el desierto.
como
tumba que el muerto ha
abandonado;
¡Boca
sin lengua, eternidad sin cielo!
La
muerte fue, en la existencia de Zorrilla de San Martín, la visitante nefasta, que
sin embargo nunca hizo tambalear su arraigada fe en los designios de Dios,
acatando por lo contrario con serena entereza las dolorosas pruebas; con
resignación aunque no sin inmensa tristeza, sobretodo la muerte de su madre.
Pero
al correr el tiempo y ser evocada en el ambiente familiar, se marca en su
célebre poema, un resplandor de pureza que asoma también en Blanca, la suave
heroína que turba extrañamente al charrúa con el remoto recuerdo de aquella
madre que en rito primitivo le ungió a orillas del río con las aguas del bautismo.
Zorrilla de San Martín, al igual que su criatura, superpone la imagen nunca
vista de su madre, con la de Magdalena, con la de Blanca.
Surge
la emoción, profunda y sincera, del hombre y del poeta. Y lo expresa por boca
del indio.
La ausencia modeló sus emociones, acongojó
tempranamente sus sentimientos y cabe afirmar, sin paradoja, que esa ausencia
fue presencia en su vida.
Y
esa ausencia determinó, sin duda, que transfiriera a su devoción por su novia,
cuanto le faltó su madre. Crecida en la
distancia, al sentirla lejos, mientras él organizaba su destino bajo las
estrellas chilenas. Determinó asimismo que viera en Magdalena, la cautiva del
poema:
-“Era
así como tú... blanca y hermosa”
Era
así... como tú.
Miraba
con tus ojos y en tu vida
puso
su luz;
Yo
la vi, sobre el cerro de las sombras,
pálida
y sin color;
El
indio niño no besó a su madre...
¡No
la lloró!
Las
avispas de fuego de las nubes,
ellas
brillaron más;
pero
el hogar del indio se apagaba,
su
dulce hogar.
Han
pasado más fríos que dos veces
mis
manos y mis pies...
Sólo
en las horas lentas yo la veo
como
cuerpo que fue.
Hoy
vive en tu mirada transparente,
y
en el espacio azul...
Era
así como tú la madre mía, blanca y
hermosa...
¡pero no eres tú!..
Al decir de Juan Valera
en su Juicio Crítico
“Tabaré
parece inspirado por el medio ambiente, por la naturaleza magnífica de la América del Sur y por
sentimientos, pasiones y formas de pensar, que no son sencillamente españoles,
sino que, á más de serlo, se combinan con el sentir, el discurrir y el imaginar
del indio bravo, concebidos, no ya por mera observación externa, sino por
atavismo del sentido íntimo y por introversión en su profundidad, donde quien
sabe penetrar lo suficiente, ya descubre al ángel, aunque él esté empecatado,
ya descubre á la alimaña montaraz, aunque él sea suave y culto. Ello es que en
Tabaré se siente y se conoce que los salvajes son de verdad, y no de convención El poeta pregunta entonces a
esos "héroes
sin redención y sin historia, / sin tumbas y sin lágrimas: Qué habéis sido? /
¿Héroes o tigres? ¿Pensamiento o rabia?". Respondiendo a esta
pregunta puramente retórica, las metáforas, las comparaciones, los paralelismos
gramaticales se entrelazan a lo largo del texto. Y la respuesta múltiple, que
despliega un bestiario restringido pero apreciable, es siempre la misma:
Cruza el salvaje errante
la soledad de la llanura inmensa;
y el amarillo tigre, como él hosco,
como él fiero y desnudo, la atraviesa
No hay en Tabaré las
reminiscencias clásicas que en las epopeyas El Uruguay y Caramurú, y todo está
sentido con más originalidad y hondura y más tomado del natural
inmediatamente. El poema de Juan
Zorrilla no es descriptivo es acción, y muy interesante y conmovedora, por
donde sus rápidas descripciones, que son el cuadro en que resaltan las figuras
humanas, agradan y hieren más la imaginación, aunque sean esfumadas y vagas y
queden en segundo término. La humanidad de la
cual los autóctonos se ven completamente desposeídos, al punto de que el nombre
de la nación que constituyen, charrúa,
puede encontrarse en una oposición fuerte, antagónica, con humano. Es lo que ocurre en el
momento en que el poeta hace el retrato de Tabaré, "el indio imposible, el
extranjero, /el salvaje con lágrimas ( figura en la que convergen el
americano y el español. He aquí su descripción):
Sin dejar de reconocer que con Tabaré había hecho obra de ficción, Zorrilla
no ocultaba las veleidades de historiador que lo habían animado al escribir
este libro. En la dedicatoria inicial se refiere a él con la fórmula "este pedazo de historia de nuestra
patria" (LVI). Y en un anexo que contiene un glosario de algunas
palabras indígenas empleadas en el poema, dice creer "firmemente que las
historias de los poetas son, a veces, más historia que la de los historiadores" Ésta
última reflexión supone una oposición entre, por una parte, la descripción y la
interpretación rigurosa de los hechos y, por otra, la transposición ‘poética’
de esos hechos. Entre los dos términos de esta oposición, el poeta se inclina por
el último: la verdadera historia es, a veces, la que no retiene de los hechos
sino su esencia poetizable. Esto justifica, por ejemplo, que el
poeta-historiador transforme la exterminación de los charrúas en
"misteriosa desaparición propios compatriotas1
¡Extraño
ser! ¿Qué raza de sus líneas
a ese organismo esbelto?…
Hay en su cráneo hogar para la idea.
Hay en su frente espacio para el genio.
Esa línea es charrúa; esa otra…
Este retrato, que emerge en el momento en que
se narra la entrada de Tabaré en el villorrio bajo la mirada de los españoles,
sale como de una especie de rumor aldeano transmitido por una forma enunciativa
bastante ambigua acaso identificable al discurso indirecto libre. No obstante,
ese retrato concuerda perfectamente con la imagen que el poema, globalmente, da
de los autóctonos. En Tabaré, los
charrúas se oponen a los españoles como la bestialidad se opone a la humanidad.
Es preciso admitir, sin embargo, que el poema no priva
completamente a los indígenas de atributos positivos. Lo
esencial de la producción literaria de Zorrilla de San Martín es publicado
entre 1879 y 1910, período durante el cual se consolida el Estado nacional
uruguayo. En el curso de la década de 1870, el Uruguay, como el resto de los
países de la región, había sido puesto al diapasón del sistema capitalista
mundial. Ello había contribuido a darle un perfil propio que, para los
dirigentes de la república, era necesario afirmar tanto dentro de las fronteras
como en la escena internacional.
En 1879, en ocasión de la inauguración del monumento a la
independencia del país, Zorrilla, que sólo contaba entonces con 24 años de
edad, había dado lectura a un breve poema de su autoría –La leyenda patria-, que despertó de manera asombrosa el
entusiasmo cívico de las multitudes y abrió de par en par al poeta las puertas
de la gloria. A partir de ese momento se convierte en "el poeta de la
patria", hasta su vejez.
(c) Magda Lago Russo
Montevideo
Uruguay
Bibliografía
Crónicas Culturales de
diario “El Día” – Dora Isella Russel.
Tabaré o la leyenda blanca –
Javier García Méndez.
Tabaré – Juan Zorrilla de
San Martín –