(Montevideo) Magda Lago Russo.
El 1º de julio de 1909, Juan Carlos Onetti nace en Montevideo, en una casa de la calle San Salvador, en el Barrio Sur. Su padre, Carlos Onetti, era funcionario de aduana; su madre, Honoria Borges, provenía de una familia brasileña. Tuvo dos hermanos, uno mayor que él, Raúl, otra menor, Raquel. Según datos proporcionados por compañeros de entonces, el joven Onetti fue un buen atleta: hizo remo, basketball, atletismo. Trabajó en un censo, cuyos datos recogió recorriendo el pueblo a caballo. Durante algunos meses de 1928 y 1929 participó en la revista La tijera, publicada junto a un grupo de muchachos de Villa Colón. De su niñez y adolescencia recuerda: "Yo fui un niño conversador, lector y organizador de guerrillas a pedradas entre mi barrio y otros. Recuerdo que mis padres estaban enamorados. Él era un caballero y ella una dama esclavista del sur de Brasil. Yo me hacia la rabona... y me encerraba en el museo Pedagógico que tenía una iluminación pésima. Y me tragué todas las obras de Julio Verne.
Su primera novela "El pozo"(1939), es breve, es una obra que combina escritura, ensoñación y fracaso, los tres elementos básicos de Onetti.
“Dejé de escribir para encender la luz y refrescarme los ojos que me ardían. Debe ser el calor. Pero ahora quiero algo distinto. Algo mejor que la historia de las cosas que me sucedieron. Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no. O los sueños. Desde alguna pesadilla, la más lejana que recuerde, hasta las aventuras en la cabaña de troncos. Cuando estaba en la estancia, soñaba muchas noches que un caballo blanco saltaba encima de la cama. Recuerdo que me decían que la culpa la tenía José Pedro porque me hacía reir antes de acostarme, soplando la lámpara eléctrica para apagarla.
Lo curioso es que, si alguien dijera de mi que soy “un soñador”, me daría fastidio. Es absurdo. He vivido como cualquiera o más. Si hoy quiero hablar de los sueños, no es porque no tenga otra cosa que contar. Es porque se me da la gana, simplemente. Y si elijo el sueño de la cabaña de troncos, no es porque tenga alguna razón especial.”
(Fragmento de la novela “El pozo”)
De Buenos Aires pasa a Montevideo, es secretario de redacción entre 1939 y 1941 de la revista Marcha.
De su extensa obra se extraen las siguientes:
La editorial Sudamericana publica "La vida breve"(1950), la novela fundacional de Santa María, lugar donde transcurrirá la acción de la gran mayoría de sus nuevas novelas y cuentos. Onetti siempre la consideró su mejor novela.
La vida breve es una larga novela que marca el punto culminante de su carrera como narrador. No sólo cuenta la vida novelesca de un novelista, Juan María Brausen, sino la novela o el guión cinematográfico que escribe, la crónica que hace durante el relato que Onetti hace de su vida y que llega a confundirse con ella, trascendiéndola y salvándola. El personaje central es un alienado e introspectivo publicista que vive con su esposa, (Gertrudis, que ha perdido un seno a causa de un cáncer), una atroz intimidad de mutuo desamor. Al ser cesanteado del trabajo, incapaz de enfrentar la nueva situación cae en una serie de fantasías, o argumentos, tratando de dar sentido a la confusión: unas veces es el bandido Arce, que vive con una prostituta y vende drogas en las calles, o el médico cínico Díaz Grey, para quien Brausen inventa un amor con la joven Elena Sala y un completo escenario: un lúgubre puerto de río llamado Santa María. De esa manera Brausen lleva a cabo su batalla contra el anonimato, queriendo vivir y morir sin memoria. Puerto de Santa María es el lugar, la tierra, el nombre feliz lleno de sol, de gentes, de árboles y soledad donde el autor y los personajes hallan salvación. Una ciudad irreal, limbo terrestre donde viven el tormento de la vida breve sin importarles el futuro, ausentes de pasado y sin necesidad ni interés por comunicar algo a los otros. En Santa María los personajes existen absortos en un tiempo que es un presente invulnerable al pasado y al futuro. De allí que mientras Brausen escribe una novela, Onetti escriba la que leemos y los personajes tengan que huir de Buenos Aires o de Montevideo, a Santa María, para encontrar libertad, porque sospechan que es el otro mundo, un país de maravilla, una ciudad literaria. Santa María está hecha de los sueños de Brausen como Brausen de los sueños de Onetti,
El astillero (1962) fue su pieza maestra. La novela está dominada por la persona de Junta Larsen, un hombre duro, lacónico y rebuscador, antiguo propietario de un burdel que había aparecido por primera vez en Tierra de nadie y que también forma parte del elenco de La vida breve. Las visiones ideales de la juventud de Larsen, sus subsecuentes sueños de riqueza y poder, le han eludido; ahora está al final de su larga maniobra. Vuelve a Puerto de Santa María y se convierte en un muy bien remunerado gerente de un astillero. De hecho, el astillero es un despojo del tiempo y el salario mera imaginación, pero Larsen, como los otros empleados, entran a gusto y con aparente convicción en este juego kafkiano: estudian archivos envejecidos, hablan de barcos que hace tiempo desaparecieron, cortejan a la enferma hija del patrón. La crisis se precipita cuando uno de los empleados se rebela contra este mundo absurdo, y Larsen, fallando al intentar asesinarle, enloquece y muere.
El asunto de Juntacadáveres (1964) es un fragmento de la vida de Larsen, cuando, al establecer un burdel en Puerto de Santa María, asiste a la realización de su ideal. Refiere paradójicamente los precedentes de la expulsión decretada por el gobernador, de Larsen o Junta, quien murió, según se cuenta en El astillero, de pulmonía en un hospital de El Rosario.
Santa María es ya una ciudad en plenitud ciudadana. Pero la verdadera historia hay que buscarla en el ánima de los personajes: Onetti ha puesto en esta novela toda la sabiduría de su larga existencia
Toda la obra de Onetti es una honda reflexión que nos empuja al desamparo, el desencanto, el desarraigo, la pasividad, el aburrimiento. Sus personajes se mueven entre las miserias de la angustia y la resignación, que asumen sin ira ni rebeldía, con cierto fatalismo cristiano digno de nuestras tradiciones, así sea sin fe.
En 1962 obtiene el Premio Nacional de Literatura (bienio 1959/1960). La cooperativa editorial Asir publica su segundo libro de narraciones cortas (todas éditas): "El infierno tan temido y otros cuentos".
El infierno tan temido (1962)
Al final del cuento "El infierno tan temido" Onetti pone en labios de uno de sus personajes, el viejo corrector de pruebas apellidado Lanza, la siguiente frase: Un hombre que había estado seguro y a salvo y ya no lo está, y no logra explicarse cómo pudo ser, qué error de cálculo produjo el desmoronamiento. Es quizás esta frase una descripción sintetizada de lo que es el universo de Onetti, de la forma en que los personajes enfrentan un destino terrible no por sus efectos devastadores sino por el solo hecho de ser un destino que no es posible torcer.
Los norteamericanos Hemingway y Faulkner, principalmente, pueden ser rastreados en Onetti, pero no es posible aludir a una imitación o una exagerada influencia; del mismo modo puede señalarse la presencia de Henry James, Gide, Céline, Sartre, Joyce y Flaubert.
Según Onetti:
"A mis personajes se les podría calificar de existencialistas antes de Sartre. Mucha gente piensa, o lo dice, que yo soy una buena persona, un buen tipo. Y en realidad, lo que soy es un indiferente. Yo no puedo, por ejemplo, hacerle daño a alguien, porque no me interesa. No puedo tratar de trepar con los codos, porque no me interesa".
En 1972 Onetti es elegido como el mejor narrador uruguayo de los últimos cincuenta años en una encuesta realizada por el semanario Marcha, en la que participaron 35 narradores y poetas de distintas generaciones. Se traduce al italiano "El Astillero" (Il cantiere), que tres años después obtendrá el primer premio a la mejor novela latinoamericana publicada en esa lengua en el período 1971/1973.
En 1985 recibe el Gran Premio Nacional de Literatura.
En 1993 la editorial Alfaguara publica la que será su última novela, "Cuando ya no importe", que hará las veces de testamento literario.
Cuando ya no importe (fragmento)
“Era la hora del hambre, del sol justo encima de nuestras cabezas. Estábamos dentro del edificio que me quedo destinado como casa, hecho con grandes piedras fofas. Alguien había ido hasta la caravana para volver con una botella de whisky, de marca para mi desconocida, y vasos de plástico. Uno de los gringos me dijo: -Ahora le falta conocer a dona Eufrasia. Para ir bien con ella hay que mantenerle el tratamiento. Ya vera. Todavía tiene buen cuerpo. Nadie sabe si treinta o cuarenta. Ella es tres cuartos de india y muy mandona si le toleran. Con nosotros anda en una especie de paz armada. Fue al este a comprarnos alimentos frescos. Odia las latas mas que nosotros. Y nunca nos falla, debe estar por volver. Y dona Eufrasia llego; un cuerpo que me pareció deseable aunque con grandes pechos cayentes. Pero la cara había sufrido mucho y era mejor no mirarla; probablemente ella lo agradeciera.”
La tarde del 30 de mayo de 1994 Onetti muere en una clínica de Madrid, ciudad en la que pasó los últimos 19 años de su vida, retirado los cinco finales, sin salir prácticamente de su cama.
(c) Magda Lago RussoescritoraMontevideo Uruguay
Bibliografía
Literatura.us.
Biblioteca Virtual de Literatura:
Marcha (1964) Semanario Uruguayo.
Diccionario de Escritores Latinoamericanos – César Aíra
Juan C. Onetti, El pozo
Juan C. Onetti, El infierno tan temido
Juan C. Onetti, Cuando ya no importe