(Buenos Aires)
El 10 de noviembre se llevó a cabo un diálogo entre el artista francés Christian Boltanski y Diana Wechsler, directora de la Maestría en Curaduría de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en la sede de esa universidad, ubicada en el Centro Cultural Borges de esta ciudad. El auditorio estaba repleto de estudiantes, críticos, invitados, periodistas y público en general.
Boltanski está considerado como uno de los artistas contemporáneos internacionales de mayor relieve en la actualidad. Nacido en París en 1944, Boltanski ha desarrollado su propuesta estética en torno al concepto de memoria y con éste el de archivo, como espacio a construir, presente en un gran número de sus obras. La UNTREF, reconociendo que la memoria es una de las cuestiones sobre las que es necesario seguir trabajando desde diferentes perspectivas y horizontes, se ha propuesto realizar una exposición de este artista internacional en 2012 como primera muestra dentro de la programación que está diseñando para el año próximo.
Boltanski lleva adelante un trabajo sostenido desde finales de los años sesenta, a partir de un planteamiento conceptual fuertemente expresivo. Films, escenografías y instalaciones son algunos de los medios con los que centralmente ha trabajado haciendo foco en las últimas décadas, en la producción de grandes instalaciones, pensadas para sitios específicos. La fragilidad de la memoria es uno de los temas recurrentes sobre el que Boltanski abre numerosas preguntas en sus trabajos a partir de diferentes recursos. Su historia personal, el proceder de una familia mixta –de padre judío convertido durante la guerra y madre cristiana- y el haber crecido en el París de la posguerra dejaron una impronta imborrable en su persona, señalando las huellas de su trabajo. El punto de partida de su obra fue la la reconstrucción de su propia historia a partir de fotografías y objetos con los que construyó archivos, montajes de objetos y un film, dando lugar a su primera muestra individual bajo el título de The imposible life of Christian Boltanski (1968), el mismo nombre del corto filmado por él.
Esta idea, se desplazó luego de lo individual a lo colectivo, o a la suma de individualidades anónimas que comenzaron a poblar sus trabajos en los que expone extensas colecciones de viejas fotografías adquiridas en mercados de pulgas, cuya presencia masiva se convirtió en el dispositivo apropiado para contribuir a reponer las ausencias de todos aquellos que han desaparecido por motivos diversos. Desde los años ’80, la inclusión de fotografías anónimas, ropas, libros, directorios telefónicos, se convierte en una constante en sus trabajos, aportando un repertorio visual cercano, cotidiano, que ayuda a restituir las presencias anónimas y a revelar la similitud existencial de las condiciones vitales de los seres humanos. Estos aspectos aparecen sintetizados en las instalaciones que exhiben las salas permanentes dedicadas a este artista del Museo de Arte Moderno de París.
Sin embargo, si bien su medio es el de las artes, su propósito lo excede ampliamente. Como él mismo señala: “lo que intento hacer es que la gente se olvide que es arte y piense que es vida. Para dar esta impresión de vida me sirvo de medios artificiales, del arte; no es la realidad, hago teatro; trato de que el espectador en ese momento olvide que está en un museo”. Y agrega: “lo que trato de hacer con mi trabajo es plantear preguntas, hablar de cosas filosóficas, no por historias a través de palabras sino por historias a través de imágenes visuales. Hablo de cosas efectivamente muy simples, comunes a todos”.Entre sus instalaciones, Shadows, un trabajo de 1985, a partir del recurso medieval del teatro de sombras, despliega un conjunto de presencias fantasmales en el espacio entre las que convive la vida y la muerte como en una danza continua. Personne y Chance, dos de las instalaciones que ha presentado recientemente trabajan nuevamente con la memoria pero suman además la cuestión de la fragilidad y el azar como partes in disociadas de la vida. Personne exhibida entre el 13 de enero y el 21 de febrero de 2010 en el Grand Palais, logró convocar a 140.000 personas y a la mirada de la crítica de arte de todo el mundo. Chance, su actual presentación en la Bienal de Venecia, ha sido considerada por la crítica internacional como una de las mejores presentaciones.
Sus obras, de alto impacto y eficacia significativa así como de acceso sencillo para el público en general, representan un aporte a la reflexión sobre las condiciones de la vida, a la vez que un aporte significativo para la revisión de la memoria colectiva de la sociedad superando las fronteras de tiempo y espacio para situar, con cada obra un matiz dentro de la posibilidad de un humanismo redefinido en la contemporaneidad.
A continuación, en síntesis, el diálogo entre Christian Boltanski y Diana Wechsler
Acerca del lugar de la interrogación en su trabajo ¿cuál es para usted el rol del artista y cuál es el concepto que tiene de obra?
Yo hago preguntas que fueron hechas desde el principio de la humanidad. No son mejores ahora que las de hace quince años, son las mismas preguntas, y ése es mi lenguaje. De hecho el artista, el filósofo, todo el que busca comprender se plantea preguntas.Yo me hice preguntas a mí mismo. Estas preguntas nos ayudaron. El artista trata de resolver su propio problema y al mismo tiempo ayuda a resolver el problema de los otros. Un artista habla de cosas personales, llega a los otros que van a sentir algo análogo. Un artista no puede hablar sino de algo que está entre él y los otros. Todos tenemos experiencias, todos hemos perdido algún ser querido. La búsqueda de Dios, el sexo, el asombro frente a la belleza de la naturaleza, hay cinco o seis temas nada más. Lo más importante es que cada ser humano es único y al mismo tiempo llega el olvido. Uno se acuerda del abuelo y algo menos del bisabuelo. Todo es muy frágil y eso es lo que yo me planteo con mi actividad.
Eligió el camino del arte para hacer su vida ¿cómo realiza la elección de materiales, fotografías, archivos, ropa? y ¿cómo se establece la relación entre los materiales y los espacios donde se presenta la obra?
Siempre hay mucha gente en mi trabajo. Desde el principio senti agitación frente la fotografía de alguien.Para una obra ví miles de fotografías de suizos muertos, trabajé con miles de ropas usadas, trabajé con latidos del corazón. Cada uno de esos elementos se asocia con un individuo en particular.
Es un objeto que remite a un sujeto ausente
Si se trata el caso de los suizos muertos, tengo en casa fotografías de unos 7.000 suizos. No había una razón política para que ellos murieran, no había una razón particular para morir. Según la vieja tradición, todos son iguales en las cenizas. En cada uno, está la falta, está la ausencia. Desde hace varias décadas colecciono latidos. Están en Japón, en una isla, en un lugar dispuesto para eso, se puede ir ahí a a escuchar el corazón del padre de alguien, por ejemplo. Al escuchar los latidos, se tiene la sensación de ausencia más que de presencia. Mi trabajo siempre fue una especie de fracaso. Nunca traté de luchar contra la depresión.
¿En qué medida sitúa el trabajo con los términos: postcreación, montaje, apropiación, construcción de sentidos, caos y orden?
Creo que es mucho más simple. Empleo colores, formas, sensaciones, a veces sonidos, trato de crear emoción. Me siento como un artista tradicional, soy como un artista del Renacimiento pero empleo un lenguaje actual. Hoy por ejemplo somos tan celosos como en el tiempo de Racine pero no hablamos como en ese tiempo.
Hay un elemento que forma parte de su trabajo, la imaginación. Yo pensaba en uno de sus trabajos, donde aparece un uso particular de las imágenes. Hay una coincidencia entre las caras de las víctimas y la de los verdugos.
Es una obra donde hay más de 1000 imágenes de muertos, algunas son de víctimas y otras son de criminales. Lamentablemente a veces el criminal tenía el rostro de víctima. En Sans Souci, Alemania, compré muchos álbumes de fotografías de los años `30.Hay muchas fotos de nazis ahí, y se los ve abrazando niños, escuchando música. Es muy difícil saber si dentro de nosotros mismos no tenemos una parte de monstruos. Eso me plantea preguntas. A mí me gusta la música de Schubert y a los nazis también le gustaba la música de Schubert.Entonces pienso que el arte no cambia la vida, o la cambia poco. No hay que esperar mucho del arte para cambiar la vida.
Arte y política
¿Hay una elección política de los elementos que componen sus muestras?
Yo pienso en sentido general que todo arte es político. Le doy mucha importancia al azar. Eso signfica centrarse en lo religoso más que en lo político. La influencia del azar en la vida es muy grande, si mi madre hubiera perdido el embarazo, yo no estaría aquí. No soy creyente, no creo en lo que está escrito según algunas religiones, no es mi caso, yo creo en el azar. La última muestra que hice en Venecia estaba relacionada con el azar. Yo quería hacer una obra más optimista. Es tan importante darse cuenta de la influencia del azar, el rostro, por ejemplo, es el resultado de nuestros antepasados. Si mis padres hubieran hecho el amor quince minutos antes de cuando me gestaron, mi cara hoy sería diferente. Estas preguntas se me arrojan, yo intento responderlas. Lo que me parece muy importante es la imprecisión en el arte. Por ejemplo en el arte un sombrero puede ser un cabello, siempre es el espectador el que finaliza la obra. En Japón hice una obra con ropa usada, y en ese país me dijeron que yo parecía un japonés. El sueño de todo artista es hablar de su obra. Decir quién es y que cada espectador intuya lo que le ha dicho de sí mismo.
Los artistas y las ideas
Los artistas tienen que tener pocas ideas. Soy muy optimista, tengo momentos de creación en mi vida, estoy seguro de haber tenido tres de esos momentos, soy muy afortunado.Las preguntas que nos planteamos al principio de nuestra vida son las mismas que nos planteamos al final. La escultora Louise Bourgois se ha planteado siempre preguntas sobre sus padres en su obra, por ejemplo. Lo único que se puede hacer en arte es esperar. No hay que hacer mucho, hay que ocuparse de esperar.
(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur