Seguir en Twitter

Mostrando entradas con la etiqueta escritores bolivianos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta escritores bolivianos. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de octubre de 2014

Entrevista a Adolfo Cáceres Romero por Javier Claure C.

Adolfo Cáceres Romero y su libro Nueva Historia de la Literatura Boliviana



Conversando con un artesano de la palabra
(Estocolmo) Javier Claure C.
 
Adolfo Cáceres Romero nació, en Oruro (Bolivia), en septiembre de 1937. Cursó sus estudios primarios en los colegios “Ildefonso Murguía” y “Jorge Oblitas”. Salió bachiller del Colegio Nacional Bolívar de su ciudad natal. Posteriormente se trasladó a la ciudad de Cochabamba por motivos de estudio, en donde obtuvo el título de profesor de Literatura y Lenguaje. Desde ese entonces se afincó en esa hermosa ciudad. Fue becario en España y en Uruguay. Cáceres Romero es un gran contador de historias y ha creado un universo literario propio. Su intensa producción abarca diferentes géneros: cuento, novela, ensayo, periodismo e investigación. Es así que se ha convertido en uno de los escritores más importantes de Bolivia, y en un abanderado de su generación. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas, y han captado la atención de los lectores y los críticos nacionales e internacionales. Es merecedor de muchos premios y honores. Citaré algunos: En 1965, mereció una mención de Honor de la Universidad Técnica de Oruro (UTO) por su cuento “Copagira”. Dos años más tarde ganó el Primer Premio, con su cuento “La emboscada”, en un concurso organizado por la misma universidad. En 1982 ganó el Premio Franz Tamayo con su libro de cuentos “Entre ángeles y golpes”. En 1990 recibió la Gran Orden Boliviana de la Educación. Además es autor de obras valiosas como, por ejemplo, el Diccionario de la Literatura Boliviana e Historia de la Literatura Boliviana, escrito en cuatro tomos. Ha ocupado cargos importantes y ha representado a Bolivia en diferentes Simposios Internacionales de Literatura.
leer nota completa:

domingo, 20 de julio de 2014

Matices de la literatura infantil por Javier Claure C.





(Estocolmo) Javier Claure C.
Cuando se habla de la importancia que tiene la literatura infantil, nadie duda de su efecto, en los pequeños oyentes y lectores, expresado en el aprendizaje de una lengua. Las niñas y los niños que son expuestos a escuchar o leer historias, cuentos, mitos, leyendas etcétera; aprenden  a utilizar un idioma: mejoran su vocabulario, se expresan con más claridad y tienen más facilidad para exteriorizar sus pensamientos, experiencias, sentimientos y temores. Pero ese acto de leer o de escuchar va mucho más allá de una simple actividad lingüística. Comprender un texto literario, ya sea destinado a los pequeños o a los adultos, es un proceso emocional y cognitivo. Por eso leer un buen texto literario puede crear procesos de sensibilidad en el lector.
leer nota completa:
http://archivosdelsur-ensayos.blogspot.com.ar/2014/07/matices-de-la-literatura-infantil-por.html

viernes, 22 de febrero de 2013

El escritor boliviano Víctor Montoya traducido al alemán


Víctor Montoya (Bolivia, 2012)


Cuentos violentos
Cuentos de la mina (o la Leyenda del Tío)


(Buenos Aires)



No es frecuente que las obras de autores bolivianos sean vertidas a otros idiomas. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha incrementado el número de cuentistas y novelistas cuyas obras se leen tanto dentro como fuera del país. Éste es el caso del escritor Víctor Montoya, quien nos presenta la versión alemana de sus libros “Erzählungen der Grausamkeit” (Cuentos violentos) y “Die Legende vom Tio – Gottheit der Minen und dem Bergwerk” (Cuentos de la mina), que aparecieron a principios de este año bajo el sello de la editorial austriaca MackingerVerlaget.
Los libros, traducidos por la hispanista alemana Claudia Wente, están a disposición de los lectores de Alemania, Austria, Suiza y otros países de lengua germana. Se los puede adquirir tanto en las librerías como a través del portal digital de la editorial MackingerVerlag.
Leer nota completa en el blog de lecturas:


http://archivosdelsur-lecturas.blogspot.com.ar/2013/02/el-escritor-boliviano-victor-montoya.html

sábado, 17 de marzo de 2012

Entrevista al escritor boliviano Víctor Montoya






























foto: Víctor Montoya



(Buenos Aires) Araceli Otamendi

Conocí al escritor boliviano Víctor Montoya a través de internet, hace diez años. Hacía poco tiempo que había fundado la revista Archivos del Sur y recuerdo que encontré en la Biblioteca Cervantes Virtual un pequeño anuncio de una antología de escritores que él había preparado en Suecia y le escribí para pedirle un cuento. Enseguida me contestó y amablemente me dijo que eligiera uno de sus textos. Por entonces Víctor Montoya vivía en Estocolmo, donde estaba exiliado por razones políticas. Había sido dirigente estudiantil hasta mediados de 1976, cuando la dictadura militar de Hugo Banzer lo persiguió y liberado de la prisión por una campaña de Amnistía Internacional debió exiliarse en 1977.
Durante varios años nos escribimos, Víctor siempre me envió las colaboraciones que le pedí tanto para la revista Archivos del Sur y para la revista infantil Barco de papel. También lo entrevisté, la entrevista está publicada la revista Archivos del Sur y fue publicada en Bolivian Studies Journal, una edición especial dedicada a Víctor Montoya de University of Illinois. A través de los años Víctor Montoya me enviaba sus libros por correo ya que era imposible conseguirlos en las librerías de Buenos Aires y yo los leía y los comentaba.
Así fue que pude leer su novela El laberinto del pecado, el libro Cuentos de la mina, su ensayo El niño en el cuento boliviano. El profundo compromiso social, la denuncia de las injusticias, sus agudas observaciones de escritor se ven reflejadas en la literatura de Víctor Montoya.
En la precitada entrevista le pregunté a Víctor Montoya si volvería a vivir en Latinoamérica, y en caso afirmativo, seguiría siendo escritor y él me contestó: "A estas alturas de mi vida, y después de haber vivido en Suecia durante más de dos décadas, es difícil plantearme un retorno definitivo, pero me seduce la idea y el corazón me palpita aceleradamente cada vez que la idea cruza por mi cabeza. Al fin y al cabo, soy un boliviano más de la diáspora, que abriga la esperanza de retornar algún día a la cuna de su nacimiento. De cumplirse este anhelado sueño, seguiría escribiendo como hasta ahora. Es una de las pocas cosas que sé hacer o, por mejor decir, una de las cosas que mejor sé hacer...".
Durante un tiempo no tuve noticias de Víctor Montoya hasta que hace pocos días, reiniciada la comunicación con el escritor, me dijo que está viviendo nuevamente en Bolivia, en la ciudad de La Paz. Víctor Montoya siempre mantuvo una gran calidad literaria en sus textos, tanto en los cuentos, como en las crónicas y ensayos. Además, es un escritor que ha mantenido sus ideales y su compromiso social y su literatura lo refleja.
Es por eso que decidí entrevistarlo nuevamente para la revista Archivos del Sur. Se puede leer la entrevista en el blog de entrevistas:




martes, 14 de febrero de 2012

Recuerdos de Oruro - Javier Claure C.




































(Estocolmo) Javier Claure C.








Me tocó vivir mi infancia y adolescencia en la capital folklórica de Bolivia. Una ciudad mística que recibe con cariño al forastero. Oruro fue testigo de mis estudios primarios y secundarios, de mis andanzas y travesuras. En la tierra que me vio nacer dejé a mi colegio, a muchas amistades y a mis familiares. Y aunque la máquina del tiempo haya marcado varias décadas, rondan aún los recuerdos en mi cabeza. El destino y las circunstancias de la vida me llevaron por otros lares, pero a ese trozo del mapa boliviano; lo llevo bien dentro de mi corazón.
En el colegio Ignacio León aprendí a leer, a sumar y a restar, pero también aprendí que los humanos necesitamos cultivar distintas facetas de nuestro carácter para poder ser dueños de nuestros actos.
Me acuerdo de aquellos momentos de griteríos y juegos en los recreos. De doña Estefa Malavia de Barrientos que vendía golosinas y pan con miel. Siempre estaba en la puerta del colegio a las 12 del día, hora de salida, controlando que los alumnos salgan marcando el paso en fila de dos en dos. Cuando murió, se veló en la sala de música en el primer piso. Yo tendría unos 13 años. Fue la primera vez que vi un cadáver por la ventanilla del ataúd, y me impresionó muchísimo. Estaba allí descansando con los ojos cerrados, con una pañoleta que pasaba por debajo de su mentón y anudada en la parte superior de la cabeza, seguramente para que no quedase con la boca abierta.
En mi adolescencia me cambié al colegio Reekie, toqué en la banda de ese liceo y lo más divertido era cuando viajábamos para el aniversario de Cochabamba, el 14 de Septiembre. Fue una época en donde jugábamos fútbol, casi cada fin de semana. Con los amigos íbamos a las canchas de la ciudad: al Bolden, a la Vialidad, tras el edificio de la Bedoya o a la cancha más céntrica de la ciudad, donde ahora es la Catedral. En ese espacio donde se escucha misa actualmente, se podía jugar fútbol. Era mi cancha preferida porque, después del partido, dábamos vueltas por los recovecos del recinto lleno de yerbas silvestres, piedras y casi siempre había alguna estatua rota de una Virgen o de cualquier otro santo. Provenían de la antigua catedral, que en ese entonces estaba situada en plena esquina. Una vez estábamos en camino al campanario para hacer repiquetear las campanas a una hora no adecuada, pero nos descubrieron y nos pusimos a correr como guanacos.
Uno de mis pasatiempos era subir, con algunos amigos, al cerro “Pie de Gallo” para cazar lagartos, sapos, arañas, escorpiones negros, abejas, gusanos, escarabajos, grillos, mariposas y todo tipo de insectos. Hacíamos pelear, por ejemplo, una araña con un escorpión. Lo que más me llamaba la atención era cuando el escorpión se veía en peligro, lanzaba su aguijón en todas las direcciones como queriendo suicidarse, aunque sabía que es inmune a su propio veneno. Otro detalle curioso se manisfestaba en el momento de cazar una lagartija y, de pronto, se rompía su cola quedando en la tierra moviéndose de un lado a otro. Según nuestra teoría de pequeños brujos orureños, si la cola se mecía 30 veces antes de perder su movimiento, entonces nuestro destino era vivir solamente 30 años. Esta creencia desataba una respuesta inmediata, y en coro empezábamos a contar rápidamente un, dos, tres... antes que la cola perdiera el meneo. Generalmente alcanzábamos a contar hasta 100 ó 120 y nos quedábamos contentos. A los insectos capturados les pinchaba con un alfiler en medio cuerpo, y luego los dejaba descansar en una placa delgada de plastoformo. Trataba de escribir el nombre científico debajo de cada insecto. Así construía mi insectario. Los pequeños reptiles, de muertos, iban a parar en botellas con alcohol. Todo ese tesoro, recolectado durante un buen tiempo, lo guardaba en el cajón de una cómoda que más parecía un diminuto museo.

En esas largas caminatas por los lugares rocosos del cerro, donde el Chiru Chiru * tenía su cueva, de repente nos encontrábamos con una palliri **. Me acercaba despacio, me sentaba a su frente para conversar, pero desgraciadamente casi nunca se daba una comunicación plena porque la mujer solamente hablaba quechua o aymara. Sin embargo, permanecía allí sentado viendo cómo, con un martillo, trituraba pedazos de roca. Las piedras que, según ella, contenían un porcentaje de algún mineral, las iba arrojando a una canasta vieja. Los desperdicios tiraba a un costado o hacia atrás. Con una bola de coca en la boca y concentrada en su trabajo se la pasaba horas de horas, a la intemperie, dando golpes a las piedras. Tenía las manos curtidas por el viento y la lluvia. En mi fantasía, la veía también acariciando y alimentando a sus hijos.
Algunas veces, en días friolentos, le escuchaba hablar a mi abuela materna del Tenor de las Américas, el orureño Raúl Shaw Moreno y de la carroza que salía desde el Socavón para desplazarse por la calle Junín. Decía que era una carroza de fuego cargada con horribles animales y con seres extraños que lanzaban gemidos como si estuviesen reclamando algo. Y por eso el pueblo, asustado de este hecho, dejó colgar una enorme cruz verde en esa calle para evitar presuntos secuestros y accidentes.
Sin lugar a dudas, una de las fiestas más esperadas era el Carnaval que en ese tiempo pasaba por la calle 6 de Octubre y comenzaba a las dos de la tarde. El pueblo orureño se preparaba meses antes para llevar a cabo este acontecimiento cultural. Empezando con el Primer Convite, el Calvario y diferentes veladas. Los turistas llegaban para ver la espectacular expresión cultural más grande de Bolivia. No sin motivo la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en mayo del 2001, declaró a esta festividad Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Devoción, alegría, música, colorido y una especial magia hacían del sábado y domingo de Carnaval, una fiesta religiosa a la cual todo el mundo asistía. La patrona del Carnaval de Oruro, la Virgen del Socavón, era venerada por los diferentes conjuntos. El Tío de la mina salía desde las oscuridades, para camuflarse entre los miembros de la Diablada Fraternidad, y cos sus espuelas bailaba, bramando grrr..., por las calles de la ciudad.
También tuve el honor de conocer a la mujer que fundó el primer Rotary Club femenino. Me refiero a la periodista y poeta Milena Estrada Sainz. Una tarde lluviosa, le ayudé a cruzar la calle. Estaba con un abrigo marrón con el cuello de piel y unos botines que hacían juego con su vestimenta. Cuando nos acercábamos a la puerta de su casa, me agradeció y continuó caminando con su bastón hacia adentro. Muchos años más tarde cayó a mis manos uno de sus libros, Corola de Agua, que se imprimió, en diciembre de 1946, en la imprenta de la Universidad Técnica de Oruro. Don Alberto Guerra (Q.E.P.D) me obsequió otro poemario, Socavón Ilimitado, de la poetisa orureña.
En esa época de mi vida, Bolivia era el país de las dictaduras militares que oprimían al pueblo y a los partidos políticos de izquierda. No existía la palabra democracia. Y a menudo se organizaban manifestaciones que causaban un choque infernal con las fuerzas represivas del Estado. En una de esas revueltas, los universitarios y trabajadores atacaron la USIS (una institución pro americana) que se encontraba en la calle Junín y Soria Galvarro. Abrieron la puerta y empezaron a saquear todo lo que había adentro. Un hombre alto, robusto, crespo y con una barba espesa caminaba, como Rambo, con una ametralladora al hombro dando la impresión de ser el guardían de la sublevación. Los atropellos a los Derechos Humanos se daban con frecuencia. El Estado, de entonces, autoritario en el grado más superlativo, trataba de imponer el miedo en las estructuras de la sociedad boliviana, y ante los militantes que luchaban por una sociedad más justa. Mi padre, Lucio Claure, uno de los fundadores del Partido Comunista de Bolivia, permanecía a menudo en la clandestinidad. Muchas veces escuché a la gente llamarme “hijo de comunista” o “hijo de rojo”. El ser comunista era, como en muchas otras partes del mundo, una peste social. La censura estaba presente a todo nivel. Un día fui al colegio con una efigie de Lenin color roja. Me la puse a la altura del corazón. Apenas me vio el profesor reaccionó de una manera extraña y me pidió que me la sacara. Así lo hice por unas horas, pero al final de la clase me la volví a prender en el pecho. Cuando regresé a casa, mi madre me la quitó y nunca más la volví a ver.


(c) Javier Claure C.




Estocolmo



* Chiru Chiru: Personaje de la mitología orureña.
** Palliri: Generalmente mujer que escoge, a martillazos, el mineral de las rocas.


Javier Claure C. es un escritor boliviano radicado en Suecia




foto: Diablada (c) Javier Claure C.


miércoles, 8 de febrero de 2012

Poemas de Maximiliano Barrientos en el Suplemento de poesía 2012














Se pueden leer poemas del escritor boliviano Maximiliano Barrientos (Santa Cruz de la Sierra, 1979) en el Suplemento de poesía 2012.


Agradezco al escritor boliviano Edmundo Paz Soldán por el contacto.




imagen: fotografía intervenida con color

lunes, 30 de enero de 2012

Encuentro de poetas y narradores bolivianos en Europa - segunda parte










































(Buenos Aires)

A continuación se publica la segunda parte de la crónica "Encuentro de poetas y narradores bolivianos en Europa" por Javier Claure C., nota enviada desde Estocolmo.


Apuntes de un proyecto literario
Por Javier Claure C.

Segunda y última parte


El Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos en Europa (Estocolmo), comenzó el viernes 13 de septiembre de 1991, a las 08.45, en los locales de ABF (Asociación para la educación de los trabajadores). Después de un discurso de bienvenida, Pedro Shimose habló de “Indigenismo y las culturas andinas”. A continuación, el poeta orureño Héctor Borda presentó una ponencia acerca de los “500 años de explotación”. Y para terminar la mañana, Alberto Guerra disertó sobre “Igualdades y desigualdades entre dos continentes”. Por la tarde, el poeta chuquisaqueño Luis Andrade habló de “El idioma español”, y se continuó con debates, lectura de textos y conclusiones.
El sábado 14 inició la mañana el escritor Homero Carvalho, disertando sobre “Europa en la literatura boliviana”. Después de una breve pausa, Ruth Cárdenas y Nora Zapata hablaron de sus experiencias como poetas bolivianas radicadas en Europa. Seguidamente, el filólogo Luis Vélez argumentó acerca de “El lenguaje y sus consecuencias”. Después del almuerzo, Víctor Montoya y Edwin Salas explicaron sus ponencias. A las ocho de la noche se llevó a cabo un programa cultural con grupos de baile y música boliviana. Esa noche tuve la oportunidad de leer algunos de mis poemas. Edwin Salas era el presentador del acto y pidió un aplauso por mi trabajo (digo esto sin ánimos de ofender a nadie). Este gesto de honestidad se me ha grabado en la cabeza para siempre.
El domingo 15, el periódico sueco Noticias del Día (Dagens Nyheter) publicó una nota acerca de esta reunión literaria. Anders Cullhed, catedrático de literatura de la Universidad de Estocolmo, hace un resumen del encuentro y empieza su artículo diciendo: “La barbarie que era nuestro terruño —dioses toscos, vikingos salvajes y un idioma duro como el hierro— ha interesado siempre a una cantidad de almas ardientes del otro lado del mundo. Uno de ellos es el magnífico poeta boliviano de principios de siglo Ricardo Jaimes Freyre”. Y se pregunta: ¿Qué sabemos de la literatura boliviana? Y dice: “De su literatura no sabemos nada. La mujer de temple Domitila Chungara despertó atención (pasajera) con sus informes sobre la vida de los mineros en los años 70, y la editorial "Askild & Kärnekull’ publicó, en 1983, la novela de Augusto Céspedes ‘El metal del diablo’, sobre los magnates del estaño y sobre maldiciones. Eso es todo en sueco…”.
Ese mismo domingo hicimos un hermoso viaje en barco a Finlandia, donde continuaron las bromas, anécdotas y pequeñas tertulias informales. El poeta Héctor Borda, con su buen humor, arrancaba largas risas. Me acuerdo cuando paseamos por la cubierta del barco a eso de las seis de la tarde, cuando el sol se estaba entrando. Alberto Guerra me decía: “Sigue adelante, eres un poeta macerando”. Y don Héctor continuaba: “Así es, Claurecito, sigue adelante, hay que agarrarle al toro por las astas”. Esas palabras de algún modo fueron muy alentadoras, porque eran sinceras y salían de su corazón de poeta con experiencia y trayectoria. Con los demás participantes llegué a entablar una linda amistad. Conversábamos de todo y reíamos como si se tratase de nuestras cosas familiares. Para mí fue un placer conocer personalmente a poetas y escritores que los leía en periódicos, revistas literarias y en el "Índice de la poesía boliviana contemporánea, segunda edición, 1983" de Juan Quirós.
Después de ese periplo sobre las aguas del mar Báltico, la mayoría de los poetas y escritores retornaron a los países desde donde venían. Homero Carvalho, Alberto Guerra y Pedro Shimose viajaron a Italia y Noruega para exponer temas sobre la literatura boliviana. A su vuelta a Estocolmo, Shimose se marchó a España. Carvalho y Guerra se quedaron en Estocolmo un corto tiempo más. Es decir, nos seguíamos reuniendo en la casa de alguno de los anfitriones para conversar. Una vez entre trago y trago, me acuerdo bien, Homero Carvalho se puso un abrigo del Ejército Rojo (aún conservo la foto) que Ángel Ontiveros había comprado no sé dónde. Y la verdad es que la postura del momento con ese abrigo verde de charreteras rojas en los hombros, con esos mostachos, su peinado y la mirada hacia arriba, parecía un retrato fiel de Stalin.
Con Ruth Cárdenas hice buenas migas. Estuvo una noche en mi casa, y admirablemente se la pasó en vela leyendo y corrigiendo la ponencia que expuso en el encuentro. Me regaló un poemario no muy extenso, donde hay poesías en español e italiano. El poema que más me gusta es "Oda a la muerte" y aquí transcribo un párrafo: "Yo, apenas poeta/ mitad los otros/ casi ninguno/ te llamo:/ hermana muerte/ a ti que entras/ sin golpear la puerta/ perdona si te interrumpo/ tu silencio de mármol y ciprés/ mas, cuando vengas por mi/ no te disfraces de negro/ araña viuda, triste..."

Me acuerdo cuando la acompañé, por la mañana, al colegio de Tensta, donde expuso algunos cuentos a niños de habla hispana. Cuando fui a despedirle al aeropuerto, cruzamos palabras alentadoras y nos dimos un beso en la mejilla.
De Nora Zapata tengo lindos recuerdos: su conversación, su risa y, sobre todo, su sensibilidad. Había leído sus poemas en el suplemento cultural del desaparecido periódico Presencia. También me regaló su poemario titulado De las estrellas y el silencio, que ganó el premio Franz Tamayo en 1973. Me lo dedicó con las siguientes palabras: “A Javier; poeta, amigo y hermano en esta aventura vital de todos los días, Nora Zapata Prill”.
Como todos los poetas escribe igualmente sobre la muerte. En un poema largo titulado "transeúnte séptimo, prohibido cambiar las sílabas de la muerte" dedicado a A. Ávila Jiménez dice: "... dormirás esta noche a mi lado/ con gajos que plantarme a la cintura/ prohibido/ como esa/ y estaremos seguros del silencio/ continúo donde comienza la oscuridad/ emerjo de tus brazos mutilados como loto que falta en la laguna/ Moras en mí/ pie irremediable/ tu piedad nacida en mis caminos/ se quiebra en los reptiles lanzados a la noche... "
Edwin Salas no estuvo presente en todas las reuniones y en las despedidas que hicimos, debido a que su esposa dio a luz justamente esas fechas. Por otra parte, es mi obligación mencionar que durante todo el encuentro pagaba los gastos con el dinero recaudado. O sea, llevaba la cuenta al pie de la letra para evitar cualquier malentendido. Además, los otros miembros del grupo eran testigos, en directo, de los gastos que se hicieron desde el primer día de este acontecimiento literario. Es más, nos reuníamos los cuatro y yo rendía cuentas por escrito y con recibos, así sea de una corona. Revisados los ajustes económicos, firmaban los integrantes del grupo. Todo está bien documentado en un cartapacio que lo conservo como recuerdo.
Otra cosa que debo aclarar; es que jamás hubo un "principal organizador" dentro del grupo. Y lo digo esto basándome en la realidad y la documentación que tengo en mi poder. Ahí se puede observar el trabajo de cada uno de los integrantes del elenco organizador. Además existen cartas, diferentes tipos de letra, cuentas, sumas, restas, porcentajes, firmas, nombres, pagos, recibos de boletos de tráfico, recibos de restaurantes, de viajes, de correo, de pasajes y otros documentos como prueba.
En fin, así pasaron esos hermosos días llenos de actividades. La última noche antes de que Homero Carvalho y Alberto Guerra retornaran a Bolivia, les hicimos una linda despedida. Comimos bien, tomamos unos tragos y conversamos toda la noche. Creo que no dormimos ni una hora. Al día siguiente, después del almuerzo, nos fuimos en taxi al aeropuerto. Después de unos abrazos, calurosas palabras y apretones de manos, se despidieron para entrar a la sala de espera. A unos cuatro metros de nosotros, antes de pasar el control, se dieron vuelta, nos hicimos señas de adiós y se perdieron entre la gente.


NOTA. El grupo Noche Literaria está totalmente desintegrado.
Las fotos adjuntas en este trabajo pertenecen exclusivamente a mi álbum privado.
Concluido el encuentro, y al cabo de un buen tiempo, recibí dos cartas. Una de Ricardo Pastor y otra de Pedro Shimose, donde expresaban sus agradecimientos por la atención en Estocolmo

(c) Javier Claure C.

escritor boliviano radicado en Suecia


Estocolmo



Fotos:

arriba:
Javier Claure leyendo poesía en la noche cultural del 14 de septiembre de 1991, donde el poeta Edwin Salas era el presentador.

abajo:




Despedida a Homero Carvalho y Alberto Guerra. En el aeropuerto. De izquierda a derecha:
Javier Claure, Víctor Montoya, Alberto Guerra, Angel Ontiveros y Homero Carvalho.




fotos: archivo Javier Claure C.

domingo, 15 de enero de 2012

Apuntes de un proyecto literario - Javier Claure C., desde Estocolmo
























(Estocolmo) Javier Claure C.


Han pasado veinte años del “Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos”, efectuado en Estocolmo, y todavía recuerdo los acontecimientos como si hubiesen ocurrido ayer.
Cuatro amigos interesados en la literatura: Edwin Salas (Q.E.P.D), Ángel Ontiveros, Víctor Montoya y el autor de esta nota, organizaron este evento que tuvo gran éxito en Estocolmo y buena repercusión en Bolivia.
A Edwin Salas lo conocí en la universidad cuando estudiaba informática, ya que él estudiaba para un doctorado en ingeniería mecánica. A Víctor Montoya lo conocí en la presentación del poemario “Datos para la biografía de un hombre”, del poeta argentino Chiche Diamanario (seudónimo de Mario Chichelnitzky), quien actualmente vive en Barcelona. Y con Ángel Ontiveros iniciamos una amistad en los años 80. Nuestro afán por la literatura nos llevaba a reunirnos horas (sin que faltara buenos tragos, por su puesto) para intercambiar ideas y pensamientos. En los veranos, aprovechando el sol que aparece en Suecia, solíamos juntarnos en el parque Ivar Lo para iniciar nuestras pequeñas tertulias. Fue en una de esas reuniones que surgió la idea de hacer un encuentro de poetas y narradores bolivianos. Al principio, solamente era un sueño porque, como bien es sabido, todo sueño fracasa sin el soporte económico. La pregunta era entonces: ¿Cómo financiar este proyecto literario?
Nos repartimos tareas. En lo que a mí respecta, los otros compañeros del grupo decidieron designarme secretario de hacienda. Así lo señala el protocolo firmado por Edwin Salas y Ángel Ontiveros el 1 de abril de 1990. Me lo entregaron ese mismo día, cuando tuvimos una reunión en las oficinas de la universidad, donde Salas estaba haciendo su doctorado. En dicho documento, Salas figura como auditor; aunque, a decir verdad, los otros dos miembros del grupo siempre estaban presentes en el momento de rendir cuentas.
Mi nombramiento se debe, creo, a mi firme e inquebrantable crítica a “ciertos miembros” de las asociaciones culturales en Suecia, que se habían embolsado (y se embolsan) gran parte de las ayudas económicas que reciben del Estado.
Debo señalar con orgullo que nuestro grupo jamás tuvo ambiciones de lucro. No éramos una empresa empeñada en ganar dinero, ni tampoco utilizamos falsas etiquetas para ocultarnos bajo una bandera. Simple y llanamente se trataba de un gesto altruista. Queríamos difundir, al pueblo sueco y a la colonia latinoamericana, la literatura boliviana. En esa época no había internet. Nos enterábamos de las noticias de nuestro querido país por el desaparecido periódico Presencia, que llegaba al Centro Socio-Cultural Boliviano. La literatura boliviana, pese a sus grandes talentos, no era conocida. Don Carlos Medinaceli, crítico literario boliviano y fundador de la revista “Gesta bárbara”, solía decir: “La mayor desgracia para nosotros es haber nacido en Bolivia, la cola del mundo...”. Pero hoy, contrariamente a estas palabras, Bolivia avanza, con sus errores, en lo político y en el aspecto literario. Existen en el país buenos escritores y poetas que hacen progresar, día a día, la literatura boliviana. Muchos de ellos se han perfilado a nivel internacional.
Me propuse, entonces, hacer un trabajo de hormiga para conseguir ayuda económica: escribía cartas a diferentes instituciones culturales, me citaban para conversar personalmente y los logros iban saliendo, poco a poco, a luz. Mientras tanto, los otros compañeros trabajaban por su cuenta. Nos reuníamos cada cierto tiempo para informar los avances. Y la verdad es que había éxito. Lo que inicialmente era una simple ilusión se tornaba en una realidad.
El 17 de enero de 1990, organizamos una tertulia en los locales del Centro Socio-Cultural Boliviano (en Bredäng). Publicamos un pequeño folleto titulado “Poetas Bolivianos en Suecia, Noche Literaria”, en la que participaron: Héctor Borda, Víctor Montoya, Olga V. de Arizcurinaga, Edwin Salas, Ángel Ontiveros, Yerko Rhea Salazar y Javier Claure. Fue una noche muy agradable y concurrida en la que el poeta orureño, Héctor Borda, leyó sus poemas durante una hora. El mismo año, el 24 de noviembre a las 19:00 horas, organizamos otra tertulia, también en los locales del Centro Socio-Cultural Boliviano (en Karlaplan). Para esa fecha nos dimos a conocer como grupo Noche Literaria. Publicamos nuevamente un cuadernillo, titulado “Poetas y narradores bolivianos en Suecia”, en cuyo prólogo se advierte: “Uno de los objetivos fundamentales de estos encuentros literarios es el de preparar el ambiente para el futuro encuentro de poetas y narradores bolivianos en Europa, a efectuarse en septiembre del 1991. La colonia boliviana, en Suecia, estará muy bien representada.”
Los participantes esta vez fueron María Joaniquina, Ángel Ontiveros, Juan Carlos Romero, Javier Claure y Humberto Vásquez. Los invitados especiales de la noche: Bernarda Díaz (poetisa chilena), Mario Romero (poeta argentino, Q.E.P.D) y Ana Rojas Portillo (declamadora boliviana).
El grupo Noche Literaria siguió trabajando hasta que finalmente vio el sueño realizado. Tuvimos el honor de tener en Estocolmo a las siguientes personas:
Ruth Cárdenas, poetisa (Sucre, Bolivia, 1957), llegó desde Italia.
Ricardo Pastor, escritor (La Paz, Bolivia, 1940), llegó desde Estados Unidos.
Pedro Shimose, poeta (Riberalta, Bolivia, 1940), llegó desde España.
Nora Zapata, poetisa (Cochabamba, Bolivia, 1945), llegó desde Suiza.
Homero Carvalho, escritor (Santa Ana, Bolivia, 1957), llegó desde Bolivia.
Alberto Gruerra, poeta (Oruro, Bolivia, 1932 - 2006), llegó desde Bolivia.
Otros escritores y poetas bolivianos radicados en Suecia, quienes además habían publicado libros, eran:
Héctor Borda, poeta (Oruro, Bolivia, 1927)
Víctor Montoya, escritor (La Paz, Bolivia, 1958)
Edwin Salas, poeta (Casarabe, Bolivia, 1954)
Olga V. de Arizcurinaga, poetisa (La Paz, Bolivia, 1927)
En realidad, en el documento enviado al Instituto Sueco, el 3 de octubre de 1990, figuraban dos escritores más que no pudieron llegar por motivos de trabajo. La convocatoria para este acontecimiento cultural se lanzó la misma fecha y estaba orientada a todos los bolivianos residentes en Europa o cualquier otra parte del mundo que hayan publicado libros.
De esta manera, se sumaron también al encuentro por cuenta propia Luis Vélez Serrano (filólogo cochabambino, llegó desde Suiza), Luis Andrade (poeta chuquisaqueño, llegó desde Bolivia) y Tito Silva (escritor beniano, llegó desde Holanda).
















(c) Javier Claure C.


Estocolmo












Javier Claure C. es un escritor boliviano radicado en Suecia


fotografías:


arriba:


Tomada el 14 de septiembre de 1990, a las afueras de ABF (local donde se llevaron a cabo las conferencias del encuentro).
De izquierda a derecha: Ruth Cárdenas, Homero Carvalho, Pedro Shimose (detrás), Alberto Guerra, Nora Zapata, Edwin Salas (detrás), Víctor Montoya, Héctor Borda, Javier Claure, Ricardo Pastor, Luis Vélez (detrás), Tito Siva y Luis Andrade.

abajo:
De izquierda a derecha: Luis Vélez, Nora Zapata, Javier Claure, Alberto Guerra y Héctor Borda.

la nota y las fotografías han sido enviadas por Javier Claure C. para su publicación en la revista Archivos del Sur

viernes, 16 de diciembre de 2011

Cuento: Volvo - Edmundo Paz Soldán























Edmundo Paz Soldán


Estimadas amigas y amigos:

los invito a leer el cuento Volvo del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán publicado en el blog de narrativa.

Este cuento fue publicado con anterioridad en el Espacio de autor de la Revista Archivos del Sur. Con motivo de diferentes cambios tecnológicos realizados en el portal donde se alojan las primeras ediciones de la revista, antes de los blogs temáticos, muchos de los cuentos publicados ahí actualmente no se pueden leer.
Por consiguiente y debido a que en 2012 se cumplirá el décimo aniversario de la revista Archivos del Sur, se irán publicando muchos de los cuentos y textos en los nuevos blogs de la revista, para que estén accesibles a los lectores que han ido incrementándose.
¡gracias por seguir leyendo, colaborando, participando!
cordialmente.
Araceli Otamendi
directora-editora



http://archivosdelsurnarrativa.blogspot.com/2011/12/edmundo-paz-soldan.html