Desde que nací supe que vivía rodeado de brujos y brujas. Mi abuela materna, natural de Ayabaca me habló de los brujos de las Huaringas, en la serranía de Piura y mi abuela paterna me contó acerca de las brujas de Cachiche, en Ica. Había terminado mi educación media y mi padre me envió a la Hacienda Bocanegra propiedad de José Valle Skiner, en el Callao para saber si efectivamente me agradaban las plantas y animales, bueno allí tuve la oportunidad de conocer a un gran brujo y, además, saber de varias de sus hazañas.
Vivía en San Miguel y de allí tomaba el tranvía para ir al centro de
Lima, en la Plaza San Martín, la cruzaba hasta el paradero del tranvía al
Callao. Eran los tiempos en que sobraba el tiempo, pues el servicio tranviario
era muy lento, pero no había apuro de nada. Corría el año 1957 si mal no
recuerdo. Desde las cinco de la mañana en que salía rumbo a mi destino estaba
sentado viendo los distintos panoramas citadinos hasta las siete y media en que
llegaba a la Casa-Hacienda Bocanegra. Donde me demoraba más era esperando unas
góndolas que nos transportaban desde el M2rcado del Callao hasta la hacienda
misma.
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