(Buenos Aires) Araceli Otamendi
Ha ya algunos años escribí una nota con este mismo título y la publiqué en la revista*. Todavía no se habían generalizado los blogs.
La nota enseguida fue traducida al catalán y publicada en un periódico. Se originó una especie de debate. Leyéndola ahora, veo que la tendencia fue en aumento: hay muchísimos lectores que además escriben y publican, generalmente en blogs. Es que la necesidad que tenemos los seres humanos por “relatar”, por narrar, por comunicar nuestras vivencias con las nuevas tecnologías de las que disponemos ha ido creciendo.
Casi todos los que vivimos en grandes ciudades – pero alguna vez hemos vivido en una ciudad pequeña o en un pueblo – sabemos lo que son los relatos. Hay tiempo para ellos. Para sentarse y contar. Para hablar y narrar. Para compartir nuestras narraciones – reales o imaginarias -. Porque dicen que además, la memoria es dinámica y que cada vez que recordamos un suceso, sin darnos cuenta, en cada recuerdo posterior cambiamos la historia. No dejamos de renarrar sucesos pasados a la luz de lo que nuestro pensamiento ilumina, haciendo que tenga sentido después de acaecidos esos sucesos. Entonces, un recuerdo puede dar pie a un relato, se puede escribir, se puede construir una narración y si le agregamos fantasía, un cuento. Me encanta leer cuentos y también escribirlos. Me gusta mucho más leer cuentos que novelas. Y será porque no he perdido el gusto por escuchar cuentos, relatos, narraciones. Y las nuevas tecnologías han puesto a nuestra disposición los blogs, y cada uno que escribe puede hacerlo, puede publicar sus cuentos de la manera que mejor pueda. O sino, enviarlos para publicar en una revista. Vivimos en una época increíble y es ésta.
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* Nota publicada originalmente en la Revista Archivos del Sur |
Desacralización de la literatura e interactividad con los lectores, ¿una tendencia que aumenta? (Buenos Aires) Araceli Otamendi En un reportaje publicado en marzo de 2002, en el suplemento Babelia del diario El País de España al escritor vasco Ramón Saizarbitoria, éste dijo: “Hay que desacralizar la escritura. La pregunta no es por qué los escritores escribimos sino por qué los lectores no escriben”. Poco después, en el mes de abril, durante la Feria del libro de Buenos Aires, el escritor norteamericano Paul Auster presentó el libro Creía que mi padre era Dios, del que es editor. Se trata de historias escritas por norteamericanos a partir de una convocatoria que el mismo Auster hizo desde un programa de radio en Estados Unidos. La propuesta consistía en que los oyentes enviaran relatos verídicos y breves sin restricciones de tema ni de estilo. Lo que más le interesaba a Austeres que las historias rompieran nuestros esquemas, que fueran anécdotas que revelasen las fuerzas misteriosas y desconocidas que intervienen en nuestras vidas, en nuestras historias familiares, en nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras almas, dijo el escritor en el prólogo del libro. Auster recibió cerca de cuatro mil historias de las que editó casi doscientas. He leído el libro, en él hay historias interesantes, muchas veces del estilo del mismo escritor norteamericano que tan bien maneja el tema del azar en la narrativa, como pedía Jorge Luis Borges en “El arte narrativo y la magia”. En el prólogo de “Creía que mi padre era Dios”, Auster confiesa haber recibido además de relatos, de todo un poco: “...Oía a América contar historias. Sí, también es cierto que hubo algunas diatribas y algunas cartas insultantes enviadas por perturbados, pero muchas menos de lo que me hubiera imaginado. He conocido nuevas revelaciones sobre el asesinato de Kennedy, he tenido que someterme a exégesis complejas y variopintas que relacionan hechos corrientes con versículos de las Escrituras y me ha sido confiada información relacionada con demandas contra media docena de corporaciones y agencias gubernamentales. Algunas personas han hecho todo lo posible por provocarme y ponerme enfermo...” El Proyecto Nacional de Relatos, que así se llamó, tiene un fuerte espíritu democrático ya que fueron convocados todos los oyentes y Auster se comprometió a leer todas las historias que recibiera. No obstante, según confiesa después, hubo historias que por sus características no pudo leer por la radio, como el caso de un marine en Vietnam que contaba que con un compañero de su compañía había robado un bebé vietnamita, lo habían asado al fuego y se lo habían comido. La historia podría ser cierta, dijo Auster, aunque eso no significaba que tuviera el más mínimo interés en leerla por la radio. Cuando entrevisté al filósofo argentino Tomás Abraham para la revista Archivos del Sur, le pregunté qué opinaba acerca del libro “Creía que mi padre era Dios” y Abraham dijo que escribir era una forma de crecimiento, de“ensancharse”, no significaba ser ni más bello ni más bueno. Paralelamente, en España, existe la propuesta del escritor Juan José Millás que tiene un programa de radio en la Cadena Ser, “La ventana de Millás”. Hace tiempo que vengo siguiendo el proyecto. Millás convoca semanalmente a los lectores del suplemento Babelia, del diario El País y a los oyentes de la radio a que escriban sobre tema determinado y envíen la historia a “La ventana...”, de esa cadena de radio. El premio consiste en la publicación de la historia en una de las páginas de ese suplemento y en la plancha de impresión de esa página, además el relato es leído por la radio. Cuando Juan José Millás vino a Buenos Aires a presentar su libro “Dos mujeres en Praga”, en un diálogo público en La Boutique del libro, publicado en Archivos del Sur, le pregunté qué opinaba acerca de este fenómeno de la interacividad con los lectores y él me respondió que muchos lectores le enviaban verdaderas obras maestras que merecían ser publicadas. Creo que el tema es para seguir pensando. (c)Araceli Otamendi |
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