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jueves, 6 de diciembre de 2012

Atravesando la nube tóxica


(Buenos Aires)

Esta mañana mientras viajaba en un colectivo hacia el microcentro de la ciudad, me enteré a través del blackberry de mi compañera de asiento, era una abogada supe poco después, que había un incendio en Puerto Madero y estaban evacuando edificios. Le pregunté a la mujer - porque ella hablaba con alguien por teléfono - y me dijo:

- Sí, hay un incendio, se incendió un container.

Pensé que no era algo grave y seguí viaje. Cuando el colectivo llegó a la zona de Retiro había mal olor, pero no sabía a qué era. Le pregunté al colectivero y me dijo que no sabía nada. Me bajé antes porque había congestionamiento de tránsito y empecé a caminar. El olor era realmente a algo tóxico, muy feo, y vi que venían personas con barbijos cubriendo su cara, caminando en dirección contraria a la mía. Y empecé a ver cada vez más personas con barbijos y otras sin nada, a cara descubierta, como iba yo. Parecía un paisaje surrealista, ver a todas esas personas con los barbijos blancos y también ver que había bares y otros lugares abiertos. Empecé a preguntar qué había pasado y empezó a resonar la frase “nube tóxica”. Sin embargo no había niebla, se podía caminar por la calle y decidí seguir. En determinado momento me senté en un bar a tomar una seven-up fría, y ahí la televisión ya se refería abiertamente a la “nube tóxica”, una sustancia, un pesticida que se había derramado en un container en Puerto Madero. A los pocos minutos se largó la lluvia, una lluvia fuerte, persistente y decidi volver. Para esperar el colectivo tenía que cruzar una avenida muy congestionada por autos y otros vehículos y se escuchaba la sirena de una ambulancia. También había móviles de canales de televisión. La lluvia se hacía sentir y también sus efectos, era como si la atmósfera se estuviera limpiando. Seguían apareciendo personas con barbijo y le pregunté a una de ellas dónde se lo habían dado. Ella me contestó que trabajaba en una gran empresa y que en las grandes empresas estaban prevenidos y tenían barbijos para emergencias. También había operarios que trabajan en la calle y que lucían en la cara el correspondiente barbijo. Ya en el colectivo, me puse a conversar con otras personas y un estudiante de ingeniería sentado en la escalera junto a la puerta me contó que cuando ocurrió lo de la nube tóxica les habían dado la orden de evacuar la facultad, aunque no sabían qué había ocurrido y empezaron a buscar en Internet el motivo. Tres mujeres que viajaban en el colectivo me dijeron que habían venido a Buenos Aires por un día y que sentían pena por lo de la nube tóxica y la lluvia porque no podrían conocer mucho de la ciudad. Otra mujer que viajaba ahí les hizo un chiste y ellas empezaron a reírse. Yo también me reí, porque la “nube tóxica” parecía haberse esfumado. Pero eso sí, cuando llegué a mi casa agradecí por no haberme intoxicado.

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