Alicia Poderti en la Casa de Pablo Neruda (Chile) |
Las imágenes de los críticos que impregnan la escritura de Pablo Neruda alcanzan valencias negativas. Y es que el lector común al que insistentemente apela el poeta se distancia de un lector-crítico que hizo sentir a Neruda el peso de la incomprensión: “Algunos me creen un poeta surrealista, otros un realista y otros no me creen poeta”...
A ese despiadado lector-crítico, Pablo Neruda le dedica muchas páginas de su producción. En el texto titulado "Los críticos deben sufrir", -incluido en su libro póstumo “Confieso que he vivido”-, el autor declara: "A los críticos que parecen reprochar a los poetas un mejor nivel de vida, yo los invitaría a mostrarse orgullosos de que los libros de poesía se vendan y cumplan su misión de preocupar a la crítica. A celebrar que los derechos de autor se paguen y que algunos autores, por lo menos puedan vivir de su santo trabajo. Este orgullo debe proclamarlo el crítico y no disparar pelos a la sopa. Por eso, cuando leí hace poco los párrafos que me dedicó un crítico joven, brillante y eclesiástico, no por brillante me pareció menos equivocado. Según él mi poesía se resentía de feliz. Me recetaba el dolor. De acuerdo con esta teoría una apendicitis produciría excelente prosa y una peritonitis posiblemente cantos sublimes."
En un fragmento de “Crítica y autocrítica” Neruda expresa: “Porque comparé unas piedras con unos patitos, un crítico uruguayo se escandalizó. Él había decretado que los patitos no son material poético, como tampoco otros pequeños animales. A esta falta de seriedad ha llegado el verbo-coco literario. Quieren obligar a los creadores a no tratar sino temas sublimes. Pero se equivocan. Haremos poesía hasta con las cosas más despreciadas por los maestros del buen gusto.”
En “Oda a la crítica” el poeta chileno acusa a los críticos de lanzarse “con dientes y cuchillos” para disputar su poesía a los lectores que la aman.
Los críticos deben sufrir
Esta postura de Neruda entronca con su misión de defender al autor y a la poesía: "A las oficinas del periódico chileno más voluminoso, “El Mercurio”, un diario que se publica hace casi siglo y medio, llegó el editor del poema. Llevaba un aviso pagado que anunciaba la aparición del libro. Se lo aceptaron bajo la condición de que suprimiera mi nombre. -Pero si Neruda es el autor- protestaba Neira. -No importa- le respondieron. "Alturas de Macchu Picchu" tuvo que aparecer como de autor anónimo en el anuncio. ¿De qué le servían ciento cincuenta años de vida a ese periódico? En tanto tiempo no aprendió a respetar la verdad, ni los hechos, ni la poesía."
En otra ocasión, fue el mismo Neruda, quien tuvo que consentir el anonimato de otro de sus libros. Así “Los versos del Capitán” fueron publicados sin firma en Nápoles, en 1952. Algunos críticos suspicaces atribuyeron motivos políticos a la aparición de este libro sin autor. Sin embargo, como explica el poeta, la única verdad es que él no quiso que esos versos hirieran a su compañera Delia del Carril, de la que se estaba separando. El amor a Matilde, la nostalgia de Chile y las pasiones civiles pueblan las páginas de este libro que tuvo numerosas ediciones incógnitas.
Todas estas actitudes son sintomáticas del posicionamiento de Neruda frente al texto impreso. Aversión hacia la "cultura libresca". Resistencia del poeta a que su producción quede encerrada en "el libro araña/ en donde el pensamiento/ fue disponiendo alambre venenoso/ para que allí se enrede/ la juvenil y circundante mosca"...
y otro lleno de lenguas,
y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos,
elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente
vestidos de cadáveres,
algunos partidarios
del rey y su elevada monarquía,
otros se habían enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses,
sencillamente ingleses,
entre todos
se lanzaron con dientes y cuchillos,
con diccionarios y otras armas negras,
con citas respetables,
se lanzaron
a disputar mi pobre poesía
a las sencillas gentes
que la amaban:
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron de tinta,
la escupieron con suave benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándole vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete ".
Pablo Neruda "Odas elementales"
(c) Alicia Poderti
Buenos Aires
www.aliciapoderti.com.ar,
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