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sábado, 19 de marzo de 2011

Aportes al fútbol del léxico castellano - Carlos Meneses

(c) Alejandro Lypsic




Después de siglo y medio de vida (en su nueva etapa porque
habría sido juego de chinos y romanos anteriormente) el fútbol ha
dejado de ser exclusivamente un deporte para convertirse en uno de
los espectáculos de dimensiones ilimitadas, y sobre todo, para pasar a
ser algo así como uno de los principales fenómenos sociológicos de
nuestros días. Hablar o reflexionar sobre fútbol ya no es cosa que
pertenezca sólo a los aficionados de este deporte. Intelectuales, poetas,
artistas, profesores lo observan desde diferentes ángulos, y desde
antiguo narradores y poetas han nutrido su pluma con personajes,
anécdotas o la gran emoción que emana de un partido de fútbol.
Como todo deporte y como todo espectáculo multitudinario, éste
también ha generado un lenguaje especial que, en muchos casos, ha
llegado a diccionarios y enciclopedias.
Si se hace una comparación entre el lenguaje de la fiesta taurina
y el del fútbol, se observará una mayor elegancia y, sobre todo, una
abundante gama de términos que enriquecen el idioma en el mundillo
torero. En el fútbol y a pesar de los millones de espectadores que
tiene en todo el mundo no ocurre lo mismo. Durante los años veinte
y treinta del siglo pasado empezaba a asomar un léxico esplendoroso.
Los poetas creaban palabras y dibujaban metáforas. Los narradores
urdían historias tan vibrantes como conmovedoras. Un hilo romántico
enhebraba esos episodios. Posiblemente la profesionalización del
fútbol, la llegada de don dinero a este ámbito deportivo trastocó el
camino que había empezado a tomar y la elegancia de Alberti, la
tristeza de Miguel Hernández, o el relampagueante verbo de Parra
del Riego, cedieron paso a un lenguaje menos próximo a la finura,
más directo y despojado de adornos.
No obstante ese cambio citado aun se pueden encontrar palabras
y frases que innovan el vocabulario normal y corriente del castellano.
En algunos casos se notará una falta de precisión, o si se dicen
las cosas con claridad, errores. Se suele señalar, cuando un equipo
tira a la puerta del contrario sin acertar estando en situación de grandes
posibilidades para conseguir un gol, que «ha perdonado», por lo
menos ese es el término utilizado en España. El anterior director de
la Real Academia Española, Fernando Lázaro Carreter tan buen seguidor del fútbol como dominador del idioma, señaló que fallar o
errar, no significaba perdón. Y es evidente, perdonar determinaría
que el jugador que está dispuesto a marcar un tanto se arrepienta de
Aportes del futbol al léxico castellano, hacerlo por las razones que sean y tire deliberadamente el balón a otro sitio y no a la meta.
El poeta uruguayo Herrera y Reissig vislumbró la forma arrolladora
cómo irrumpía el fútbol en la vida cotidiana dentro de un
texto para una revista que se tituló «Programando». El párrafo dedicado
al deporte que estamos tratando indicaba lo siguiente: «Pero de
todos modos y en cualquier época los literatos han sido considerados
y estimulados honrosamente y, aquellos tiempos, no lejanos, en que
los triunfos del orador y del poeta llenaban de aplausos las salas en
que se verificaban los certámenes, forman raro contraste con estos
días de envenenamiento y frivolidad, en que no existen centros literarios
y en que se fundan footballs, presenciándose, al revés del triunfo
de la cabeza, el triunfo de los pies.» Lo destacado de este acierto de
Herrera y Reissig está en que vio la aproximación de esa realidad en
l899, fecha de publicación de este párrafo.
Demos paso a algunos poemas de antaño surgidos de destacadas
plumas. Por ejemplo, el poema «Platko» de Rafael Alberti; «Elegía
a un guardameta», de Miguel Hernández que pertenece a su producción juvenil, posiblemente de l934. Y el sonoro y dinámico «Polirrítmico a Gradín», del peruano Juan Parra del Riego que se solaza en la contemplación del juego de un futbolista para él excepcional, y
que debió ser escrito en l924 un año antes de la muerte del poeta.
Bastarían estos tres poemas para apreciar la pasión que despertó el
fútbol en estos poetas, y el tono de fiesta dorada con que están escritos
dos de ellos. Posiblemente no acuñan directamente muchos nuevos
términos pero de sus metáforas se puede desprender semilla suficiente
como para que germinen galanuras capaces de enriquecer la
visión de este deporte y, por supuesto, nuevos términos que aniden
en el léxico cotidiano.
Rafael Alberti: «Platko»
Es indudable que uno de los poemas más conocidos de los
dedicados al fútbol es el de Rafael Alberti. Escrito en l928, después
de ver un partido vibrante entre el Barcelona y el Español, en una
cancha de Santander. Lo que más emocionó al vate gaditano fue la
bravura del guardameta húngaro Platko que defendía la portería del
equipo azul grana, ganador de ese partido. Plakto quedó lesionado
tras un encontronazo con un delantero rival; no obstante, volvió al
campo vendado y de ahí las loas de Alberti a esa valiente actitud que
él cantó como una hazaña guerrera. Por eso clama persistentemente:
«Nadie se olvida, Platko
(………………….)
Ni el mar,
Que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento que era el que más rugía.»
La asistencia de espectadores al fútbol en aquellos tiempos no
era la multitudinaria de ahora. Posiblemente en ese estadio cántabro
habría unos 15 o 20 mil espectadores como máximo; de ahí que el
viento rugiera más que los hinchas de cada equipo. Pero el aporte
que hace el poeta en estos versos es valioso. Le llama a ese húngaro
valiente «pararrayos», «llave rota», «llave áurea caída ante el pórtico
áureo». Qué lenguaje magnífico para una crónica de fútbol, de un
partido presentado como una verdadera batalla. El término «Llave»
capta la visión de quien cierra a cal y canto una puerta. Es la misión
del arquero evitar que se vulnere su arco.
Platko deteniendo todos los disparos a su puerta, se convertía
en verdadero «pararrayos». La figura es de doble sentido. Por un lado
el portero deteniéndolo todo, por otro los disparos a esa portería o
arco son como verdaderos rayos. También hay imaginación y belleza
en la forma de utilizar la palabra «llave» que alcanza su cima cuando
la enlaza con «rota» en la «yerba». Imaginar una llave enorme quebrada
y tirada delante del arco, es eso lo que ve Alberti y quiere transmitir
a sus lectores. Tras la atención en la enfermería al portero* herido
y su inmediata vuelta a la cancha, Alberti se emociona aun más y
lanza unos versos febriles y con la exquisitez que debería contagiarse
a todos los que escriben sobre este deporte:
«Fue la vuelta del mar
Fueron
diez rápidas banderas
Incendiadas, sin freno
Fue la vuelta del viento
La vuelta al corazón de la esperanza
Fue tu vuelta.»
Esas «diez rápidas banderas» son los diez compañeros de Platko
que buscaban como ágiles guerreros la victoria de su equipo. Rafael
se emociona, no puede disimular su deseo de que gane el Barcelona,
que triunfe el equipo del héroe húngaro. Y para aplaudir esa
estupenda reacción hace complicidad con el viento, con el mar, invoca a la esperanza, aplaude fervorosamente el retorno de la «llave» del «pararrayos a su portería. Llamar «rápidas banderas» a los jugadores
de un equipo tiene su apoyo en los colores de las camisetas. En realidad
esos futbolistas podrían ser considerados mástiles de esas banderas,
mástiles vertiginosos movimientos a lo largo y a lo ancho del
campo.
La forma limpia y elegante de señalar que el equipo de Platko
marca un gol es verdadera delicia: «En el arco contrario el viento
abrió una brecha». Uno de los aliados del «pararrayos» abre la brecha
en la portería rival. Y es de observar que el poeta no dice portería
sino arco, como en Sudamérica. En España se utiliza portería, puerta,
meta. Arco hace pensar en en la línea superior curva, pero dentro
del léxico futbolístico está perfectamente aceptada. Alberti prescinde
de la palabra gol, no necesita utilizarla. La «brecha» abierta por el
«viento» en el arco rival lo dice todo. «Brecha» y «viento» transportadas
a un partido de fútbol interpretan el esfuerzo, la fiereza, la habilidad,
todo lo que se necesita para alcanzar el gol.
El poema celebra los instantes finales del encuentro, ya con
un equipo vencedor, aunque el verdadero triunfador de la tarde es el
arquero: «desmayada bandera en hombros por el campo». Francisco
Platko, también convertido en bandera, llevado en andas por sus compañeros a través del rectángulo de juego. Un delirio de valentía, una exaltación del apasionamiento a que conduce este deporte. Un poema que sigue soportando heroicamente el paso del tiempo sin sufrir
merma. Han pasado casi 80 años desde que fue escrito, y esa ráfaga
de emoción sigue siendo gran referencia estética y sobre todo futbolística.

Miguel Hernández. «Elegía al guardameta»

Del eufórico espectador de un gran partido de fútbol como es
el caso de Alberti con «Platko» como héroe, pasamos a unos versos,
más que sosegados, tristes. El escenario no es el gran estadio con
veinte mil espectadores, debe ser un pequeño campo de Orihuela y
mucha gente sentada o de pie alrededor de esa cancha que el poeta
ve muy bella y la compara con un campo sembrado de alpiste, hermosamente verde. «Elegía al guardameta» aúna la fuerza del deporte con la tragedia de la muerte. La visión del poeta de esos episodios suena bella y dolorosa a la vez. La poesía embellece el fútbol, las escenas en tono delirante, no siempre se engarzan en la belleza, balbucean o exclaman lamentaciones ante el horror de la desgracia. Ya la dedicatoria del poema nos predispone a un desfile de momentos amargos:
«A Lolo Sampedro, joven en la portería del cielo de Orihuela». En la
segunda estrofa ya se vislumbra la tragedia:
«En el alpiste de verde sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera de juego
Sanpedro, el apostado
En su puerta de cáñamo añudado.»
Ese verde que tanto impresiona a Hernández muy joven por
aquellos años treinta, antes de la guerra civil de España, se ve engalanado por las marcas reglamentarias hechas con tiza. Nos está retratando la belleza del escenario. Mostrando antes que los acontecimientos del match el sitio donde se va a librar la contienda. Destaca por su plasticidad la forma como cuenta el momento previo a la ejecución de un corner. Esa mirada es propia de un exquisito degustador de este deporte: «Ante tu puerta se formó un tumulto / de breves pantalones
». Son esos instantes en los que los jugadores procuran situarse
lo mejor posible, unos para tratar de marcar el gol ansiado, otros
para evitarlo con toda decisión. La insinuación de ese alboroto es
perfecta «tumulto de pantalones breves». El enfoque del poeta y la
utilización de pantalones breves abigarrándose frente a la portería,
da una imagen de fantasía. La brevedad de los pantalones es una
singular manera de mencionar a los futbolistas. Del uniforme que
mantenía pantalones largos y recogidos sobre los tobillos, se había
pasado a esos muy cortos que no bajaban más allá de las rodillas.
La descripción precisa de la estirada en el aire del portero que
intenta atrapar el balón es un jaspe de agilidad y elegancia: «fue interceptada/ por lo pez y fugaz de tu estirada». El término «pez» ha sido
muy utilizado por los cronistas deportivos para señalar a un arquero
en pleno salto ornamental en busca de la pelota. Estamos viendo en
una magnífica actitud acrobática al portero que ya está señalado por
la muerte. Y eso queda claro en los versos siguientes:
«Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalla de palmas te aireó gloria.»
Hernández juega con ese momento glorioso del guardameta
que él ha visto en la estirada de «pez» y la oportuna fotografía que le
hacen. «Y te quedaste en la fotografía, / a un metro del alpiste, / con
tu vida mejor en vilo, en vía / ya de tu muerte triste.» La belleza de la
estirada, se comprime en la palabra «pez». No es la primera vez que a
un portero se le compara con un pez, la rapidez y la elegancia de
movimientos de estos anfibios lleva a tal confrontación y la palabra
se abre como un cofre para mostrarnos la interpretación de velocidad
que le concede el poeta. En Lima hubo un arquero muy popular
llamado Carlos Ganoza al que le decían «pez volador».
La rapidez con que reacciona el arquero y la efectividad de su
vuelo de gran plasticidad impresionaron al poeta de Orihuela, pero
la conmoción sería más grave al producirse el choque contra un poste.
Todo ocurre de forma vertiginosa y queda grabado en la retina del
poeta. Cabe señalar que no menciona vuelo del portero sino «tumbándote
en el viento», lo que comunica una sensación de fantasía
aérea, una especie de familiarización de ese arquero con el viento.
Los ojos de Hernández presagian la proximidad de la muerte:
«Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y afecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.»
Impresiona que le llame «granada de tristeza» a ese estallido de
sangre que reproduce al chocar cabeza y poste. Y el público contempla
feliz esa jugada y aplaude sin reparar en la desgracia, en la sangre
que está manando de la cabeza del portero. «Aplaudieron tu fin por
tu jugada». Lo tétrico de ese momento es que se aplaude a quien está
en vías de su último episodio. Hernández apesadumbrado señala:
«¡Ay fiera! en tu jaulón medio de lino, / se eliminó tu vida». Curiosa
expresión «jaulón» para denominar la valla formada por tres postes y
una red. En realidad visto desde detrás de la portería y a través de la
red se podría pensar en un hombre encerrado en una jaula enorme.
Hernández que fue jugador de fútbol estrictamente amateur, le descubre sonidos nuevos a las palabras que le dicta la emoción del fútbol y que se pueden aplicar al habla callejera.

Juan Parra del Riego: «Polirrítmico dinámico de Gradín»

Evidentemente para escribir sobre fútbol con el encanto, la
euforia o la pena con que lo hacen los poetas, hay que gustar de este
juego. El peruano Parra del Riego, que vivió en el Uruguay muchos
de sus años entregados a la poesía y en general a la literatura, es un
relámpago de emoción describiendo la actuación de un jugador que
considera magistral, un futbolista uruguayo apellidado Gradín. Toda
la alegría vanguardista, toda esa parafernalia futurista o la cohetería
ultraista que parecen denotar gran felicidad se esparce por sus versos
como sangre hirviente que le hace lanzar alaridos de emoción. «Yo te
canto, ¡Oh jugador maravilloso». El poeta se concentra en esa figura
que corre por el campo y va captando todas sus veloces jugadas. Aplaudiendo
cada uno de sus pasos, cada uno de sus movimientos.
«tras el loco volatín de la pelota.
y las oes y las zetas
del primer fugaz encaje
de la aguja de colores de tu cuerpo en el paisaje,
otro nuevo corazón de proa ardiente,
cada vez menos despacio,
se me puso a dar mil vueltas en el pecho de repente,
como un trompo musical bajo el espacio.
Sobresale la velocidad, que fue uno de los soportes del Futurismo
de Marinetti o posteriormente el Ultraismo que nació en Madrid
de la mano de Cansinos Asséns. Esa «aguja de colores» es una
síntesis preciosa de un jugador excepcional, un hombre que va tejiendo
con sus pies una hermosa jugada sobre el césped. «aguja» puede
ser también, en este caso, sinónimo de agresividad al poder hincar su
filuda punta en la valla rival. Como también esas frases como relámpagos:
«el loco volatín de la pelota», viene a ser algo así como un
bólido enloquecido. O «primer fugaz encaje» el adorno vertiginoso
de la aguja. Todo el poema da la sensación de una cámara fotográfica
que sigue el ritmo del jugador y obliga a los lectores también a correr
tras la pelota que da volatines.
«¡Gradín, bala azul y verde! ¿Gradín, globo que se va!
Billarista de esa súbita y vibrante carambola
que se rompe en las cabezas y se enfila más allá…
y discóbolo volante,
pasas uno…
dos…
tres…cuatro…
siete jugadores…
La pelota hierve en ruido seco y sordo de metralla,
Se revuelca una epilepsia de colores.»
El poeta viste de colores la vertiginosidad de movimientos y la
galanura del juego de Gradín. En el paroxismo de su entusiasmo le
llama: «¡Gradín, trompo, émbolo, música bisturí, tirabuzón!» y también
«pez acróbata» que «como un submarino sale allá con la pelota».
Volvemos a encontrarnos con la palabra «pez» como símbolo de agilidad.
Descubrimos un curioso epíteto para el fútbol, «submarino». El
jugador avanza sorteando rivales, desaparece en ese zigzagueante discurrir de su carrera y reaparece más allá tras su enorme hazaña de
burlar contrarios. Se debe reparar en la importancia que Parra del
Riego concede a la pelota que «hierve», como bola de fuego.
No se pueden pasar por alto los calificativos para el futbolista
que de «trompo» que baila desorientando a los adversarios pasa a
«émbolo» musical, de «aguja» se convierte en «bisturí», y termina siendo
«tirabuzón» capaz de descorchar el arco contrario como una botella
de vino. Posiblemente este poema sea uno de los más emotivos y
entusiastas de la poesía en lengua castellana dedicado al fútbol y en
concreto a un jugador. Como el verso de Hernández señalando la
muerte del joven portero: «para siempre quedó fuera de juego»!. El
término viene del inglés off side tan utilizado en la vida diaria ya sea
en inglés o castellano.

Otros poetas
Excelentes poetas de diferentes nacionalidades han cantado al
fútbol. En algunos casos dando visión de conjunto con alegrías y vicisitudes, en otros dirigiendo sus versos hacia un jugador en especial
como el Gradín de Parra del Riego, el Platko de Alberti o el infortunado
arquero al que le dirige sus versos Miguel Hernández. Entre los
peruanos de los últimos tiempos vale citar a Arturo Corcuera con su
libro «La gran jugada o crónica deportiva que trata de Teófilo Cubillas
y el Alianza Lima». Una mirada al célebre club de los «Íntimos de
la Victoria» con hincapié especial en el juego de Cubillas excelente
delantero de ese equipo.
En los versos de Corcuera encontramos una buena suma de
términos de los que ha acuñado el fútbol en su largo transcurrir.
«don José Ma. Lavalle / sacándole música a sus chimpunes».
Los chimpunes son las botas o los zapatos de fútbol, lo que antaño se llamaban borceguíes, precioso nombre que ha dejado de existir para el
balompié y se podría decir que sólo supervive en los diccionarios. El
término utilizado por el poeta parece tener su punto de partida en
lejanos tiempos cuando se lanzaba un grito de guerra y de aliento:
¡Chimpún, Callao!. Los zapatones de fútbol son los cañones que van
a disparar contra el arco contrario.
Otro término que circula por los estadios es «chacra», Con
esta voz se denomina las jugadas sin calidad, como las que los aficionados hacen en sus partidos entre amigos y por lo general en una
chacra o algo parecido. La palabra «chacra» aunque designando modestia o ausencia de calidad suena como una sentencia de pobreza o chabacanería, y se suele utilizar en la conversación normal para representar algo de bajo nivel. «Teófilo Cubillas El Nene crack de la
redonda /y del taquito». «La redonda» ha pasado a remplazar a las
palabras pelota o balón. Y el término «taquito», un pase dado con el
taco y que lo fabrican sólo los grandes del fútbol, tiene en el léxico
del fútbol un sitio distinguido y podría tener cobijo en el lenguaje
cotidiano.
Otros términos que los poetas ponen en circulación no son
difíciles de hallar. Sin embargo, lejos de los versos han nacido palabras
clásicas del fútbol, como «hincha»; «parábola», «cañonero», «off side» o
«foul», estas dos últimas en inglés pero que el lenguaje castellano los ha
adaptado perfectamente aunque sean mal pronunciadas. La palabra
«hincha» que indica al apasionado de un club, no se ha quedado en el
deporte, ha pasado a ser utilizada en muchos otros campos como la
farándula, la política, hasta la literatura o la música. Decir fulano o tal
actividad tiene una gran hinchada, alude a la cantidad y la fidelidad de quienes creen en tal persona o admiran tal actuación. «Hincha» parece haber nacido a orillas del Río de la Plata, hace más de un siglo y está relacionada con hinchar una pelota y alentar a un equipo. Esos son los hinchas en Sudamérica. En España suele decírseles «forofos», pero no
se descarta «la hinchada» y sus derivados.
Hay otro término que también ha sido transportado a diferentes
ambientes distantes del fútbol, por ejemplo «chalaca», que es
una jugada difícil y arriesgada, saltar en el aire y estando horizontal
patear con un pie pero moviendo los dos. La chalaca ha pasado a la
pelea callejera, y a muchos movimientos de la vida cotidiana que tengan semejanza en cuanto a la plasticidad de figura. Posiblemente el
Perú sea el único país de habla castellana en el que se utiliza este
término; en los demás se suele decir «chilena», pues habría tenido su
origen en el país del sur. Los peruanos prefirieron acuñar una palabra
especial para este tipo de jugada y lo hicieron con bastante acierto
convirtiéndola en hija del puerto del Callao.
Se cuenta que entre las década de los 20 a los 30, cuando el
diario «Crítica» de Buenos Aires estaba dirigido por el célebre Natalio
Botana, alguien le dijo al director que su diario precisaba una
mayor apertura al fútbol. Se lo pensó y decidió elegir para la dirección
de esa página a un joven literato que no sabía nada de tal deporte.
Botana le dijo: «No importa, así dirás cosas nuevas. Te confío la
tarea de embellecer el fútbol». El elegido fue el poeta Pablo Rojas Paz.
El embellecimiento del fútbol ha corrido por lo tanto a cargo de
poetas, escritores, autores de teatro y articulistas.
Pero la popularización de términos casi propios del balompié
y que luego han pasado a las actividades cotidianas no sólo son de
habla castellana. Nos encontramos con «off side», (fuera de juego) y
la popularización de esta palabra compuesta dándole sentido a todo
lo que no se hace en su momento o a algo inoportuno como también
a todo lo archiconocido y que se quiere dar como nuevo. Casi igual
ocurre con «foul» (falta) que se usa para señalar una impertinencia o
un error en el comportamiento de una persona, y se llega a castellanizar
como «fauleando» o sea cometiendo falta.
La ‘palabra «cañonero» en el Perú se le aplicó al gran futbolista
Lolo Fernández por la potencia de su shot. Y como tantos otros términos
emigró a otros rincones de la vida. Surgieron derivados «cañonear» o «cañoneando», por ejemplo para indicar la fuerza de una voz
o lo impositivo de una sentencia. Se trajo de fuera del ambiente futbolero el término «parábola» como retrato de un disparo a puerta
que describe en su trayectoria ese dibujo y un término menos académico como «de cuchara», con lo que se está designando el tiro contra el portero que se hace con la intención y habilidad de que pase por encima de su cabeza. El lenguaje futbolero es amplio, no se ha detenido en su procreación, tal vez sí en su estética. Precisa de más poetas y escritores que le den lustre, que lo embellezcan como le pidió el célebre periodista Botana a su redactor, el escritor y poeta Rojas Paz.

*portero es sinónimo de arquero


(c) Carlos Meneses
Palma de Mallorca

Carlos Meneses nació en Lima, Perú.  Ha vivido fuera del Perú en : Buenos Aires, Santiago de Chile, Barcelona, Madrid, París, Aix.-en – Provence, Berlín y Palma de Mallorca. Vive en En Europa desde febrero 1961, en Mallorca desde diciembre de 1963. Profesiones u oficios: escritor y periodista. Los ha practicado en Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Marsella, Madrid y Palma de Mallorca. 
   De los 28 títulos publicados destacan las novelas : “La muchacha del bello tigre” (Gijón 1983).
 “Bobby estuvo aquí” México DF 1989. ( Segunda edición,  Lima 2006) “El amor según Toribia  Ilusión” Barcelona 1993. “Huachos rojos”, Lima 1996, segunda ed. 2005. “A quién le importa el prójimo”, México DF 2000 . “Edén Moderno” (premio Ciudad de Valencia) 2003  y “El héroe de Berlín”, Lima 2006. Y los ensayos “Borges en Mallorca”Alicante 1996. “El primer Borges”, Madrid 2001. “Transito de Oquendo de Amat”, Las Palmas de Gran Canarias 1972. “Miguel Angel Asturias, poeta” Gijón 1975. “Rubén Dario en Mallorca”, Palma de Mallorca 1993.”Seis y seis” (cuentos) México DF. 1980. 
  Premios : Nacional de teatro del Perú por “La noticia” 1958. Premio Inca de periodismo, Lima 1959.  Insula de poesía, Palma de Mallorca. Periodismo literario, Cádiz l987. Premio de novela Ciudad de Valencia, 2002. Ciudad de Peñíscola de cuentos, 2006.  

imagen: fotografía de Alejandro Lypsic - Serie "Los clubes"

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